2. Toda conquista comporta inevitablemente una serie de daños contra los nuevos súbditos.
17. Se puede definir como buen uso (si es que es lícito hablar bien del mal) el delito político circunstancial, cometido en un momento determinado por necesidad de mantener el poder.
18. Quien se apodere de un Estado tiene que hacer uso de todas las crueldades que estime necesarias y llevarlas a cabo todas de una vez para no tener que repetirlas continuamente.
21. Un príncipe sabio tiene que encontrar un método por el cual sus ciudadanos, siempre y en todo momento, necesiten de él y del Estado, pues así le serán siempre fieles.
29. Un príncipe nunca podrá despreocuparse del arte de la guerra, debiendo ejercitarse más en los tiempos de paz.
30. Quien quiera comportarse como un hombre bueno, acabará sucumbiendo antes que los que no lo son.
34. Un hombre prudente ni puede ni debe mantener la palabra, si esto le es perjudicial y sobre todo si han desaparecido los motivos que le llevaron a hacer tal promesa.
38. Los príncipes deben delegar los asuntos escabrosos en otros, y reservar para sí mismos el derecho a conceder ganancias y favores.
39. Como los príncipes no pueden evitar que siempre haya alguien que les odie, deben ante todo procurar que no les odie la mayoría.
41. Un príncipe sabio debe, cuando se le presente la ocasión, ganarse con astucia alguna enemistad, para que, una vez vencida, se destaque más su grandeza.
42. Un príncipe se las debe ingeniar para que toda acción suya le proporcione fama de hombre grandioso y de excelente ingenio.
45. La primera valoración que se puede hacer sobre la inteligencia de un gobernante está fundamentada en el tipo de personas de las que ha sabido rodearse.
46. El príncipe, para mantener la lealtad de su ministro, debe pensar en él, honrándolo, enriqueciéndolo, haciéndole partícipe de toda clase de honores y cargos, dándole a entender que no puede prescindir de él.
49. Prospera aquel que se adapta a los tiempos que corren, y de la misma manera, fracasa quien actúa a contracorriente.