Los bienes de consumo duraderos son aquellos bienes de consumo que tienen una vida útil relativamente larga (no son repuestos con regularidad) y son demandados por los agentes económicos (familias, empresas y Gobierno).
Algunos ejemplos de este tipo de bienes son los coches, los muebles, los electrodomésticos, entre otros.
Una de las características de los bienes de consumo duraderos es que su servicio se prolonga en el tiempo. Es decir, un bien de consumo no duradero se agota en el momento en que satisfacemos una necesidad (como la comida, el agua o la electricidad). En cambio, un bien de consumo duradero puede ser utilizado para satisfacer una misma necesidad en distintos momentos en el tiempo (como el uso de una chaqueta en los meses de invierno en distintos años).
La toma de decisión de compra de un bien de consumo duradero es muy importante, puesto que el consumidor espera que ese bien le reporte un beneficio durante un periodo de tiempo determinado. Por ese motivo, los consumidores realizarán una evaluación del bien más detallada y buscarán más garantías.
Los bienes de consumo duraderos son muy relevantes para las estadísticas macroeconómicas, ya que reflejan el comportamiento de gasto de los consumidores, porque estos bienes se consumen cuando la confianza y los ingresos familiares son altos.
En consecuencia, los fabricantes de bienes de consumo duraderos tienden a ser empresas cíclicas. Así, los cambios en el gasto agregado sobre los bienes de consumo duradero, son significativos barómetros de la economía.
Características de los bienes de consumo duradero
Además de lo mencionado previamente, podemos añadir estas características de los bienes de consumo duradero:
Al tener un tiempo de uso prolongado, su compra es infrecuente. No forman parte del consumo habitual de los hogares (como sí sucede con los alimentos).
Su precio suele ser mayor que el de los bienes de consumo no duradero.
Pueden ser alquilados, por lo cual el propietario recibirá una renta. Un ejemplo de bienes de consumo duraderos que se suelen alquilar son los coches.
Se desgastan con el paso del tiempo, lo que en la contabilidad se conoce como depreciación.
La vida útil del bien depende de la frecuencia con la que se utilice y del trato que reciba.
Al tratarse de bienes de consumo, son adquiridos para satisfacer una necesidad del usuario o consumidor. Esto, a diferencia de los bienes de capital que son empleados para producir otros bienes. Una maquinaria industrial, por ejemplo, es un bien duradero, pero no es un bien de consumo, sino un bien de capital.
No existe un consenso de cuál debe ser el tiempo mínimo de vida útil de un bien de consumo para ser considerado duradero, pero mayormente se señalan unos tres años.
¿Qué bienes son considerados duraderos?
Algunas categorías de bienes de consumo duradero son:
Vehículos de transporte: Coches, motocicletas, bicicletas, furgonetas, camiones, barcos.
En contraste, algunos ejemplos de bienes no duraderos son comida (carne, pescado, fruta, verdura), bebida (agua, vino, cerveza, refrescos), electricidad, productos de limpieza (jabón, lejía, detergente), material de oficina (bolígrafos, lápices, folios), productos de cosmética y belleza (cremas hidratantes, base de maquillaje, lápices de ojos, pintalabios), entre otros más.
Consumo duradero y obsolescencia programada
Muchos artefactos tecnológicos son fabricados para durar un tiempo determinado, luego del cual se vuelven obsoletos. Podemos pensar en los teléfonos inteligentes de los que frecuentemente lanzan nuevas versiones. Así, los consumidores adquieren los nuevos modelos y descartan los anteriores, aunque sigan funcionando.
Cabe señalar que algunos consumidores renuevan su teléfono no por el deseo de tener la última versión, sino porque comienza a existir, por ejemplo, menos disponibilidad de repuestos y accesorios para los modelos antiguos.
Otro punto a tener en cuenta es que el fast fashion puede ser considerado como obsolescencia programada en la industria de la moda. La producción de prendas en masa y su alta rotación en las tiendas reduce su tiempo de vida o, mejor dicho, su tiempo de permanencia en el armario de los consumidores.