Vamos a animar un poco el cotarro, con el permiso de Know, que se está tomando un respiro...
Hablemos de JAPÓN y del lío en que está metido.
Lo que está pasando en Japón es lo que le espera a todo el mundo occidental y, en cierto modo, van por delante de todos en esta crisis que nunca termina.
Recapitulemos
Japón arrastra una crisis que arrancó a finales de los años 80 cuando su sector inmobiliario saltó por los aires. Esta crisis fue provocada por el BdJ cuando subió los tipos de interés para controlar el auge inflacionario que experimentaba el país; y, a partir de entonces, aunque las autoridades intentaron echar marcha atrás... la espiral deflacionista puesta en marcha no pudo detenerse hasta hoy en día (lo cual debería hacernos reflexionar sobre la importancia de estas decisiones: la de subir los tipos de interés). El crack inmobiliario arrastró a toda la banca y el Estado tuvo que acudir en su rescate, para tapar los boquetes de sus balances, a costa de hinchar exponencialmente su deuda pública. No tenían otro remedio... porque los bancos compraban su deuda y su caída, como pasó en 1929, podía arrastrar al resto de la economía. La alternativa era el default, por supuesto, pero prefirieron evitarlo.
Desde finales de los años 80 hasta el día de hoy, la situación de Japón se ha ido complicando por varios motivos. El más importante se refiere al envejecimiento de la población; no sólo porque una población envejecida no consume, sino porque su mantenimiento exige cuantiosas inversiones en pensiones y demás gastos generados por la Seguridad Social. Cuando empezaron los problemas a finales de los 80 los jubilados eran el 12% de la población. Hoy en día ese porcentaje se ha doblado y va "in crescendo", pues se prevé que en 2020 ya se el 30%. O dicho de otro modo, Japón tendrá en unos pocos años 1 cotizante por cada jubilado.
Otro factor que complica muchísimo las cosas es la deuda. Ésta equivale al 245% del PIB, que está en un 95% en manos japonesas (así que si Japón impaga algún día, sus ciudadanos serían los primeros en sentirlo). Esta deuda no para de aumentar; es más, está aumentando a un ritmo exponencial. Cada año el Estado nipón emite el equivalente del 60% de su PIB para financiarse –por el 26% de Estados Unidos-; yéndose la mitad de lo recaudado, exclusivamente, para pagar las pensiones y los intereses de la deuda. De modo que a final de año, machaconamente desde hace años, palman con un déficit público que oscila entre el 7 y el 10% del PIB.
¿Pueden los nipones pagar semejante deuda? Es evidente que no, porque su economía jamás generará la riqueza que permita pagarla. Luego para terminar de complicar las cosas, Japón está en recesión desde mediados del año pasado y en enero de este año generó déficit por cuenta corriente (el primero en tres años y el mayor de la serie histórica). Debido al Tsunami, a las importaciones de gas y de petróleo tras el parón nuclear y, sobre todo, a la mayor competencia de chinos, koreanos, taiwaneses y demás, importan mucho más de lo que exportan. Y el pasado año, por primera vez en la historia, el fondo de pensiones japonés (el GPIF), tuvo que vender parte de sus bonos para poder pagar las pensiones de sus afiliados; lo cuál puede interpretarse en otro sentido, pues parece que a partir de ahora los jubilados nipones dejarán de comprar deuda de su país (al menos al ritmo en que venían haciéndolo).
Ante esta disyuntiva, diabólica, algún ministro japonés se quejaba amargamente de que sus ciudadanos “vivieran tanto”... Y el nuevo premier, Abe, parece dispuesto a arreglar la situación dándole a la maquinita de hacer dinero. Para conseguirlo, Abe ha cambiado el gobernador del BdJ –el nuevo es muy proclive a los QE- y ha prometido aumentar los impuestos (como el IVA y otros). En realidad, está tan entusiasmado con el tema, que el nuevo gobernador del Banco Central está estudiando la posibilidad de ampliar sus compras incluyendo los derivados... como por ejemplo, los CDS. Lo cuál francamente asusta, porque el mercado de derivados es 10 mayor que toda la riqueza que hay en el planeta; así que: de qué cifras estamos hablando?
Con estas medidas, el gobierno nipón quiere evitar la subida de tipos de interés; que, debido a las cuantiosas deudas que arrastra el país, en caso de producirse, llevaría a Japón directamente al default.
Sin embargo, el otro día, leyendo a Kyle Bass... decía que la suerte de Japón está echada y que espera su quiebra en unos 18-24 meses. Las razones son obvias; los japoneses ya no pueden comprar su deuda como antes, el país envejece, su economía está en recesión y no tiene visos de mejorar debido a la competencia de otros países asiáticos. Y el problema de todo esto es que, como Japón impague, automáticamente arrastrará consigo a la deuda norteamericana y británica, de la cuál es tenedor y el mercado podría inundarse de bonos que no encuentren comprador...
Veremos lo que pasa. A esperar y ver...
Saludos!!