#1
Esto es un timo ... pero no se qué pretenden
Hola
He sido testigo de una actividad que me ha parecido muy sospechosa ... pero no acabo de entender que es lo que ganan los que la ejercen. He estado buscando con San Google :), pero no logro dar con ello. Es pura curiosidad, pero si a alguien le ha pasado algo parecido o tiene idea de qué va, le agradecería mucho que aportara su conocimiento. Y en el peor caso, sirva de aviso a navegantes.
Hace ya varios meses, empecé a recibir llamadas al teléfono fijo de una señora que decía representar a una empresa que se encargaba de informar a algún tipo de organización de las colecciones en manos de particulares. A quién tenía que informar nunca quedó claro. Conocía el nombre de mi marido, e insistía que yo le dijera qué colecciones de libros teníamos en casa (no que le pasara con mi marido pese a que de inicio preguntaba por él), porque ella estaba obligada a emitir un informe. El discurso parecía insinuar que el objetivo del informe era identificar algún tipo de actividad delictiva por nuestra parte, como impagos, delitos contra la propiedad intelectual, o algo por el estilo. Todo vagamente amenazante, pero sin concretar. En cada llamada yo contestaba que teníamos varias colecciones de varias editoriales (sin especificar), que todas habían sido pagadas tiempo atrás, que hacía años que no adquiríamos ninguna colección nueva, que no nos dedicábamos a hacer copias pirata, y que además no entendía con qué derecho me hacía las preguntas, ni a quién tenía ella que informar. La cosa acabó poniéndose bastante desagradable. La última vez se puso hecha una energúmena y dije que iba a llamar a la policía para que me intervinieran el teléfono. Me colgó de muy malas maneras.
Un par de días después, un caballero muy amable llamó a mi marido al móvil, con la misma milonga pero con muy buenos modos. Mi marido le contestó lo mismo, que además da la casualidad que es la verdad. Tras dos o tres llamadas, finalmente le dijo que estaba por el barrio, y que si no le importaba que subiera a casa. Debía ser agosto o septiembre del año pasado porque ya estábamos desconfinados. Conocía la dirección, porque desde luego nosotros nunca se la dimos. Si hubiera estado sola no se me hubiese ocurrido abrir la puerta, pero mi marido es bastante imponente físicamente, estábamos hartos de las llamadas, y no negaré que teníamos curiosidad. Francamente nuestra primera sospecha fue que eran ladrones que venían a inspeccionar la casa con vistas a un futuro robo, así que por si acaso cerramos todas las puertas de las habitaciones, y yo me quedé con el teléfono en la mano y fuera del radar, lista para llamar a la policía si las cosas se ponían intensas. Subieron dos hombres con aspecto de gente obrera sencilla, que la verdad es que invitaban a que se confiara en ellos, y que se portaron muy correctamente en todo momento. Dijeron que trabajaban para una imprenta (sin mencionar su nombre) que había detectado algún tipo de fraude, y que mi marido les dijera qué colecciones habíamos adquirido en los tres o cuatro últimos años porque estábamos en riesgo de que "alguien" no especificado nos denunciara por impago, por haber firmado nosotros un contrato y luego haber cancelado la compra (o haber fallado el provedor, que tampoco quedaba muy claro). No solo libros, sino también fascículos o compras tipo "la galería del coleccionista". Todo muy difuso, sin dar nunca nombres de empresas, y cada vez que mi marido les pedía explicaciones más concretas, por ejemplo de qué colecciones específicas estában hablando o quién era el "alguien" que nos iba a denunciar, daban la larga cambiada. Mi marido les atendió en el recibidor, sin permitirles ver nada de la casa ni dejarles solos en ningún momento, y sin darles ninguna información. Finalmente dijeron que tomaban nota y enviaban un informe negativo (¿A quién?, buena pregunta) y que no nos preocupáramos. No nos pidieron que firmáramos nada (tampoco lo hubiéramos hecho), y aunque hubiesen grabado la conversación no se dijo nada que pudiera comprometernos. No vieron de la casa más que el recibidor, y no intentaron forzar la situación para que mi marido les dejara pasar (tampoco lo hubiera permitido). Se marcharon por donde habían venido y llegamos a la conclusión de que quizás realmente fueran de una imprenta, que una editorial más o menos "piratilla" les hubiera dejado un "pufo" con alguna colección, que de algún sitio hubieran sacado una lista de posibles compradores, y que estuvieran haciendo una ronda a ver si conseguían, por medios más o menos coercitivos, recuperar algo. Pero sonaba raro, la verdad. Por pura curiosidad hicimos un par de intentos de búsqueda en Internet, incluyendo buscar información de los teléfonos desde los que nos llamaban, pero no encontramos nada relevante, más allá de que los teléfonos eran números de móvil particulares. No dieron más señales de vida y nos olvidamos del tema.
La cosa es que esta misma mañana me ha llamado al fijo una señora preguntando por mi marido por su nombre. Al decirle que no estaba, me ha preguntado si era menor de 80 años. Un tanto asombrada por la impertinencia de la pregunta, he preguntado que de dónde llamaba y me ha contestado algo parecido a "Estadísticas MHI" (las letras pueden ser otras), empresa dedicada a hacer "estadísticas para editoriales" (?????). He contestado que no tenemos la costumbre de dar información personal por teléfono, y mucho menos a interlocutores a los que no conocemos, y ha empezado a subir el tono de voz, y, que Dios me perdone si me equivoco, pero yo juraría que era la misma señora. El tono de pito cuando levanta la voz es bastante característico. Tras una conversación surrealista, en la que me he negado en rotundo a darle mi nombre o cualquier otra información, me ha colgado de muy malos modos. No puedo comprobar si el teléfono es el mismo porque mientras tanto hemos cambiado de operador, y francamente ni se nos ocurrió descargarnos los estractos de llamadas.
Desde luego, es algún tipo de timo o estafa. Primero llama la señora haciendo de poli malo, a ver si le saca información al ama de casa que responde al teléfono, y si no lo consigue, entonces el poli bueno interviene con el marido. Supongo que en los próximos días mi marido recibirá la correspondiente llamada al móvil. No me extraña que tengan los datos, desafortunadamente lo de la protección de datos es un cachondeo no tanto por malicia (que también) como por inutilidad de las empresas para protegerlos, y eso que nosotros somos bastante paranoicos con el tema, pero francamente no se me alcanza qué pretenden sacar en claro de toda esta actuación digna de un Oscar. La primera vez puedo creerme que esperaran vendernos algo, o convencernos para firmar algo, porque ya vamos para los 60 (si tenían nombre, teléfonos y dirección, es fácil que tuvieran año de nacimiento), y que mi marido les descolocara, porque es un hombre de casi dos metros, más de cien kilos de peso, de aspecto en general bastante intimidante cuando se lo propone, y capaz como el que más de cambiar de tercio con elegancia y no dar ninguna información sin dejar de ser muy cortés. Pero no entiendo a santo de qué repiten, la verdad. No soy experta en el noble arte, pero entiendo que la primera regla de un timador es renunciar si comprueba que ha tenido un error de juicio, porque puede ser hasta peligroso si al supuesto "primo" le tocan las narices en exceso y le da por denunciar.
Y ahora las preguntas. ¿A alguien le suena de algo esta historia?. ¿Que información andan buscando, y cómo pretenden usarla?.
A todos los que hayan llegado hasta aquí, muchas gracias por la paciencia y por la información, si pueden compartirla.
He sido testigo de una actividad que me ha parecido muy sospechosa ... pero no acabo de entender que es lo que ganan los que la ejercen. He estado buscando con San Google :), pero no logro dar con ello. Es pura curiosidad, pero si a alguien le ha pasado algo parecido o tiene idea de qué va, le agradecería mucho que aportara su conocimiento. Y en el peor caso, sirva de aviso a navegantes.
Hace ya varios meses, empecé a recibir llamadas al teléfono fijo de una señora que decía representar a una empresa que se encargaba de informar a algún tipo de organización de las colecciones en manos de particulares. A quién tenía que informar nunca quedó claro. Conocía el nombre de mi marido, e insistía que yo le dijera qué colecciones de libros teníamos en casa (no que le pasara con mi marido pese a que de inicio preguntaba por él), porque ella estaba obligada a emitir un informe. El discurso parecía insinuar que el objetivo del informe era identificar algún tipo de actividad delictiva por nuestra parte, como impagos, delitos contra la propiedad intelectual, o algo por el estilo. Todo vagamente amenazante, pero sin concretar. En cada llamada yo contestaba que teníamos varias colecciones de varias editoriales (sin especificar), que todas habían sido pagadas tiempo atrás, que hacía años que no adquiríamos ninguna colección nueva, que no nos dedicábamos a hacer copias pirata, y que además no entendía con qué derecho me hacía las preguntas, ni a quién tenía ella que informar. La cosa acabó poniéndose bastante desagradable. La última vez se puso hecha una energúmena y dije que iba a llamar a la policía para que me intervinieran el teléfono. Me colgó de muy malas maneras.
Un par de días después, un caballero muy amable llamó a mi marido al móvil, con la misma milonga pero con muy buenos modos. Mi marido le contestó lo mismo, que además da la casualidad que es la verdad. Tras dos o tres llamadas, finalmente le dijo que estaba por el barrio, y que si no le importaba que subiera a casa. Debía ser agosto o septiembre del año pasado porque ya estábamos desconfinados. Conocía la dirección, porque desde luego nosotros nunca se la dimos. Si hubiera estado sola no se me hubiese ocurrido abrir la puerta, pero mi marido es bastante imponente físicamente, estábamos hartos de las llamadas, y no negaré que teníamos curiosidad. Francamente nuestra primera sospecha fue que eran ladrones que venían a inspeccionar la casa con vistas a un futuro robo, así que por si acaso cerramos todas las puertas de las habitaciones, y yo me quedé con el teléfono en la mano y fuera del radar, lista para llamar a la policía si las cosas se ponían intensas. Subieron dos hombres con aspecto de gente obrera sencilla, que la verdad es que invitaban a que se confiara en ellos, y que se portaron muy correctamente en todo momento. Dijeron que trabajaban para una imprenta (sin mencionar su nombre) que había detectado algún tipo de fraude, y que mi marido les dijera qué colecciones habíamos adquirido en los tres o cuatro últimos años porque estábamos en riesgo de que "alguien" no especificado nos denunciara por impago, por haber firmado nosotros un contrato y luego haber cancelado la compra (o haber fallado el provedor, que tampoco quedaba muy claro). No solo libros, sino también fascículos o compras tipo "la galería del coleccionista". Todo muy difuso, sin dar nunca nombres de empresas, y cada vez que mi marido les pedía explicaciones más concretas, por ejemplo de qué colecciones específicas estában hablando o quién era el "alguien" que nos iba a denunciar, daban la larga cambiada. Mi marido les atendió en el recibidor, sin permitirles ver nada de la casa ni dejarles solos en ningún momento, y sin darles ninguna información. Finalmente dijeron que tomaban nota y enviaban un informe negativo (¿A quién?, buena pregunta) y que no nos preocupáramos. No nos pidieron que firmáramos nada (tampoco lo hubiéramos hecho), y aunque hubiesen grabado la conversación no se dijo nada que pudiera comprometernos. No vieron de la casa más que el recibidor, y no intentaron forzar la situación para que mi marido les dejara pasar (tampoco lo hubiera permitido). Se marcharon por donde habían venido y llegamos a la conclusión de que quizás realmente fueran de una imprenta, que una editorial más o menos "piratilla" les hubiera dejado un "pufo" con alguna colección, que de algún sitio hubieran sacado una lista de posibles compradores, y que estuvieran haciendo una ronda a ver si conseguían, por medios más o menos coercitivos, recuperar algo. Pero sonaba raro, la verdad. Por pura curiosidad hicimos un par de intentos de búsqueda en Internet, incluyendo buscar información de los teléfonos desde los que nos llamaban, pero no encontramos nada relevante, más allá de que los teléfonos eran números de móvil particulares. No dieron más señales de vida y nos olvidamos del tema.
La cosa es que esta misma mañana me ha llamado al fijo una señora preguntando por mi marido por su nombre. Al decirle que no estaba, me ha preguntado si era menor de 80 años. Un tanto asombrada por la impertinencia de la pregunta, he preguntado que de dónde llamaba y me ha contestado algo parecido a "Estadísticas MHI" (las letras pueden ser otras), empresa dedicada a hacer "estadísticas para editoriales" (?????). He contestado que no tenemos la costumbre de dar información personal por teléfono, y mucho menos a interlocutores a los que no conocemos, y ha empezado a subir el tono de voz, y, que Dios me perdone si me equivoco, pero yo juraría que era la misma señora. El tono de pito cuando levanta la voz es bastante característico. Tras una conversación surrealista, en la que me he negado en rotundo a darle mi nombre o cualquier otra información, me ha colgado de muy malos modos. No puedo comprobar si el teléfono es el mismo porque mientras tanto hemos cambiado de operador, y francamente ni se nos ocurrió descargarnos los estractos de llamadas.
Desde luego, es algún tipo de timo o estafa. Primero llama la señora haciendo de poli malo, a ver si le saca información al ama de casa que responde al teléfono, y si no lo consigue, entonces el poli bueno interviene con el marido. Supongo que en los próximos días mi marido recibirá la correspondiente llamada al móvil. No me extraña que tengan los datos, desafortunadamente lo de la protección de datos es un cachondeo no tanto por malicia (que también) como por inutilidad de las empresas para protegerlos, y eso que nosotros somos bastante paranoicos con el tema, pero francamente no se me alcanza qué pretenden sacar en claro de toda esta actuación digna de un Oscar. La primera vez puedo creerme que esperaran vendernos algo, o convencernos para firmar algo, porque ya vamos para los 60 (si tenían nombre, teléfonos y dirección, es fácil que tuvieran año de nacimiento), y que mi marido les descolocara, porque es un hombre de casi dos metros, más de cien kilos de peso, de aspecto en general bastante intimidante cuando se lo propone, y capaz como el que más de cambiar de tercio con elegancia y no dar ninguna información sin dejar de ser muy cortés. Pero no entiendo a santo de qué repiten, la verdad. No soy experta en el noble arte, pero entiendo que la primera regla de un timador es renunciar si comprueba que ha tenido un error de juicio, porque puede ser hasta peligroso si al supuesto "primo" le tocan las narices en exceso y le da por denunciar.
Y ahora las preguntas. ¿A alguien le suena de algo esta historia?. ¿Que información andan buscando, y cómo pretenden usarla?.
A todos los que hayan llegado hasta aquí, muchas gracias por la paciencia y por la información, si pueden compartirla.