Si es que no es lógico exponer a los chicos y chicas en plena adolescencia y en proceso de formación física y mental al consumo, casi libre en la práctica, de todo tipo de drogas (alcohol, tabaco, canabinodeos, opiáceos...) sin que por los menos perciban la desaprobación social, que no criminalización.
Ya sabemos que los efectos de las drogas no son los mismos en todos los individuos y que dependen de la dosis. Ahora bien, la presión del grupo, en el botellón, hace que, primero, se jalee su consumo y, segundo, el control sobre la dosis no exista y se generen tolerancias cada vez mayores.
Los adolescentes no tienen una personalidad formada aún. Son vunerables e influenciables. No son capaces de vencer la intimidación del grupo individualmente. HAY QUE PROTEGERLOS. Y no se está haciendo. ¿A quien interesa esto?.
Aquellos sibaritas que buscan la experimentación, apreciando con atención los efectos de la variación de dosis en ellos mismos de manera cuasicientífica, y ya en su edad adulta, son los menos.
Cuando se es adulto, allá cada uno con su vida, aunque al final suframos todos en mayor o menor medida los efectos del consumo en el trato social.
Estoy cansada de trabajar con gente que viene "emporrada" ya de casa o se fuma un porrito en los "cinco minutos del pitillo" con la absoluta seguridad de que no está haciendo nada malo y encima tratan de convencerte de que no sabes lo que te pierdes. Delirante. Son lentos/as, se despistan, torpes moviéndose y encima todo el tiempo riéndose bobamente. Menos mal que duran poco, porque no soportan mantener la atención toda la jornada. Pero, ¿qué será de ellos?.
Así está el panorama. Y no generalizo.