Krugman sobre China y el dólar
Ya que Krugman tiene el Nobel por sus teorías sobre comercio internacional y además es considerado uno de los mejores divulgadores de la Economía, cuando vi que tenía un artículo sobre uno de los temas cruciales (China y el dólar) decidí leerlo con atención. De paso he hecho una rápida traducción como ejercicio para practicar mi inglés y profundizar en el artículo. Aquí os la dejo, aunque los que domináis el inglés y os interese el tema haríais mejor acudiendo directamente a la fuente: http://www.nytimes.com/2009/10/23/opinion/23krugman.html?_r=2&hp=&adxnnl=1&adxnnlx=1256396775-hf1qIjqbMw4x11BxaqzULw
The Chinese Disconnect
By PAUL KRUGMAN
Published: October 22, 2009
Los máximos encargados de la política monetaria normalmente hablan en un lenguaje cifrado. Así que cuando Ben Bernanke, el presidente de la FED, habló recientemente sobre Asia, los desequilibrios internacionales y la crisis financiera, no criticó específicamente la escandalosa política de divisas de China.
Pero no tenía necesidad: todo el mundo captó el subtexto. La mala conducta de China supone una creciente amenaza al resto de la economía mundial. La única incógnita ahora es lo que el mundo (en particular los EEUU) harán al respecto.
Algo de contexto: El valor de la moneda china, a diferencia de, por ejemplo, el valor de la libra británica no se determina por el juego de la oferta y demanda. En su lugar, las autoridades chinas para lograr el valor deseado de su moneda, la venden o compran en el mercado internacional de divisas, una política que es posible gracias a las restricciones a la capacidad de los inversores privados para mover su dinero ya sea hacia dentro o hacia fuera del país.
Esta política no es necesariamente errónea, especialmente en un país todavía pobre cuyo sistema financiero podría ser demasiado fácilmente desestabilizado por volátiles flujos de capital. De hecho, el sistema le fue muy útil a China durante la crisis asiática de finales de los noventa. La cuestión crucial es, sin embargo, si el valor deseado para el yuan es razonable.
Hasta aproximadamente 2001, se podía decir que lo era: la posición comercial global de China no estaba demasiado desequilibrada. Sin embargo, desde entonces, la política de mantener el cambio yuan-dólar fijo ha venido siendo cada vez más extravagante. En primer lugar, el dólar se depreció, sobre todo frente al euro, así que manteniendo el cambio yuan-dólar fijo las autoridades chinas estaban, en la práctica, devaluando su moneda frente al resto. Mientras tanto, la productividad en las industrias exportadoras chinas despegó; esto combinado con la devaluación de facto, hizo a los productos chinos extremadamente baratos en los mercados mundiales.
El resultado fue un enorme superácit comercial para China. Si se hubiera dejado actuar a las leyes de la oferta y la demanda, el valor de la moneda china hubiera subido marcadamente. Pero las autoridades chinas no lo dejaron subir. Lo mantuvieron bajo vendiendo grandes cantidades de la moneda, adquiriendo a cambio un gran botín de activos extranjeros, sobre todo en dólares, actualmente valorados en alrededor de 2.1 billones de dólares (trillones americanos).
Muchos economistas, yo incluido, creen que el frenesí de compra de activos chino ayudó a inflar la burbuja inmobiliaria, preparando la escena para la crisis financiera global. Pero la insistencia china de mantener el cambio yuan-dólar fijo, incluso cuando el dólar baja, puede estar siendo incluso más dañina ahora.
Aunque ha habido mucha predicción apocalíptica sobre el declive del dólar, ese declive es a la vez natural y deseable. América necesita un dólar más débil para ayudar a reducir su déficit comercial, y está consiguiendo ese objetivo, ya que los nerviosos inversores que se apelotonaron hacia la presunta seguridad de la deuda estadounidense en lo peor de la crisis, han empezado a poner su dinero a trabajar en otros sitios.
Pero China ha continuado con su divisa fijada al dólar, lo que significa que un país con un enorme superávit comercial y una economía en rápida recuperación, un país cuya moneda debería estar subiendo su valor, está sin embargo realizando una enorme devaluación.
Y eso es algo especialmente perjudicial en un momento en el que la economía mundial permanece profundamente deprimida debido a una inadecuada demanda total. Al perseguir una política de moneda débil, China está hurtándole parte de esa escasa demanda a otros países, lo que está perjudicando al crecimiento en prácticamente todo el mundo. Las principales víctimas, por cierto, son probablemente los trabajadores de otros países pobres. En épocas de normalidad, yo sería de los primeros en rechazar la idea de que China está robando los trabajos de otros, pero ahora mismo esa es la pura verdad.
Así que ¿qué vamos a hacer?
Las autoridades de EEUU han sido extremadamente prudentes al afrontar el problema chino, hasta tal punto que la semana pasada el Departamento del Tesoro, al mismo tiempo que manifestaba “preocupación”, certificó en un informe al Congreso que China no está –repetimos, no está- manipulando su moneda. ¿Bromean, verdad?
La cuestión es que, ahora mismo, esa prudencia no tiene mucho sentido. Imaginemos que los chinos fueran a hacer lo que Wall Street y Washington parecen temer y empezaran a vender parte de su montaña de dólares. En las condiciones actuales, esto de hecho ayudaría a la economía de EEUU al hacer nuestras exportaciones más competitivas.
De hecho, algunos países, Suiza el más destacado, han estado intentando ayudar a sus economía vendiendo su propia moneda en el mercado internacional de divisas. Los Estados Unidos, sobre todo debido a razones diplomáticas, no puede hacer esto; pero si los chinos quieren hacerlo en nuestro lugar, deberíamos mandarles una nota de agradecimiento.
La clave es que con la economía mundial todavía en una situación precaria, políticas insolidarias de medrar a costa del resto por parte de alguno de los principales países no pueden ser toleradas.
Hay que hacer algo respecto a la moneda china.