Para entender la situacion politica debemos retrotaernos a la Coferencia de Yalta.Yalta, en la península de Crimea, lugar de veraneo aristocrático ruso durante siglos, se convirtió en febrero de 1945 en el centro del mundo. Las tres potencias que ya se veían vencedoras tras la mayor catástrofe histórica del siglo XX se reunían para decidir la suerte del mundo. Un Stalin ejerciendo de anfitrión en el momento en que su ejército se acercaba a Berlín tras haber soportado el mayor peso de la guerra,y que podia avanzar hasta. Roosevelt, agonizante, que apenas duraría dos meses, representando al país que más tajada había sacado de la guerra ya que ni siquiera el enemigo había hollado su tierra y por lo tanto, el vencedor absoluto, militar y económicamente, y Churchill, ese mito de pies de barro, un cretino borrachin amigo de Franco, al que suministro combustible durante la guerra española, pretendiendo ser otro grande ahora que sólo era un acólito de los yanquis y que en cinco meses sería barrido, literalmente, en la derrota más brutal por inesperada; sus ciudadanos consideraron que ya habían tenido suficiente Churchill como para mandarle a casa a darle a la botella.
En Yalta, hace ahora 70 años, se repartió el mundo.
Hasta los recientes lo traspiés del PSOE sobre el referéndum -“de entrada, no”, “ahora, sí”- responden al esquema de Yalta? Nadie se sale del área donde le han designado vivir sin un costo tan alto que arriesgara su vida. ¿Alguien se imagina hoy lo que hubiera significado un no al ingreso en la OTAN en el referéndum de 1986? : Es más que probable que la frágil democracia de la transición -ese modelo de cartón piedra para mediocres felices- hubiera sufrido tal golpe que todo se habría puesto en cuestión. Y una de las consecuencias de Yalta era evitar poner algo en cuestión si entraban en juego los grandes y sus áreas de influencia.
El desmoronamiento de la Unión Soviética, que alguien creyó cerraba aquella reunión de hace 70 años entre los tres grandes, no significó el final. Al contrario, se continuó en el esquema de Yalta pero sin una de las partes. Incluso asumiendo que esa parte podía suplirla y desdeñarla el gran vencedor de todas las batallas, por más que se encontrara en horas bajas para su capacidad de hegemonía.
Tenia razón Obama en esa frase tan elaborada que parece expresamente indicada para salir en primera página de los diarios de nuestra área: “Rusia no puede cambiar las fronteras de Europa a punta de pistola”. Cierto, pero le faltó añadir: “Nosotros sí”. Lo hicieron en la desmembración de Yugoslavia y la última guerra balcánica. En la apuesta por Kosovo, esa invención norteamericana que exhibe en su capital, Prístina, la avenida más alucinante de cuantas desvergüenzas se puedan hacer en la geopolítica. Se llama Gran Avenida del Presidente Clinton.
Si Yalta hubiera terminado no existiría la OTAN en la idéntica configuración que tuvo desde su nacimiento. Nació en 1949 frente a la amenaza soviética y la posterior creación del Pacto de Varsovia, pero resulta que el tal Pacto feneció y ahora se demuestra la imposibilidad de hacer frente a una realidad diferente. Que unos publicistas diseñados por Armani, con Bernard-Henri Lévy a la cabeza, promuevan el terrorismo de Estado en Libia y que como consecuencia de su frivolidad hayan destrozado el país, aún más que la tiranía de Gadafi, siguiendo la estela que ya hicieron otros con Afganistán, con Iraq, con Siria, resulta una irresponsable herencia de la supremacía de Yalta. Ellos, tan temerosos en facilitar la caída del dictador Franco, no fuera a crear inestabilidad en sus posesiones, ahora, en su condición de únicos supervivientes y fedatarios de Yalta, han decidido que el mundo es más seguro si se lleva la guerra lo más lejos que puedan.El cuerpo les pide guerra a los yanquis y a sus lacayos, pero morderan el polvo como en Vietnam.