El maná de las preferentes, a punto de agotarse
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Las participaciones preferentes son buenas, bonitas y baratas. Pero no para los inversores, sino para los bancos y las cajas que las emiten. Les permitieron recapitalizarse a un precio muy atractivo en el momento más duro de la crisis sin tener que recurrir a las siempre incómodas ampliaciones de capital. La extensa red de oficinas de las entidades financieras españolas fue clave para que lo consiguieran. Los pequeños clientes se convirtieron en la diana de intensas campañas comerciales. El gancho era atractivo, con rentabilidades anuales que en el mejor de los casos rozaban el 9%, a años luz de lo que ofrecían productos seguros, como fondos monetarios o depósitos.
Lo que muchas veces no advertían con la suficiente contundencia eran los elevadísimos riesgos del producto, como su iliquidez, perpetuidad (no tienen vencimiento) y la inseguridad del pago de la remuneración. La CNMV se vio obligada a tomar cartas en el asunto e incluyó advertencias explícitas en los folletos de las participaciones vendidas por BBVA, Banesto y Santander. De hecho, a finales de mayo más de 5.000 millones de euros en preferentes destinadas a los pequeños inversores cotizaban con pérdidas en AIAF, el mercado español de renta fija privada.
Avalancha de emisiones
La opinión del Banco de España sobre este instrumento es bien diferente, pues ve en las preferentes una manera rápida y sencilla de reforzar la solvencia de las entidades financieras. Éstas emitieron 11.660 millones de euros el año pasado en este tipo de participaciones, que computan directamente en los recursos propios de primera categoría (Tier 1), junto con el capital y las reservas. La normativa así lo permite, gracias a su teórica capacidad para absorber pérdidas, a pesar de que en los dos recientes casos en los que habrían podido demostrar sus poderes (Caja Castilla-La Mancha y Cajasur) su funcionamiento práctico no ha respondido a su supuesta misión.
Los 23 cajas y bancos que recurrieron a este instrumento para mejorar sus ratios desde diciembre de 2008 -BBVA fue el pionero con una emisión de 1.000 millones ese mes- tienen actualmente en circulación unos 30.000 millones de euros en preferentes. Si este importe no se pudiera contabilizar en el Tier 1, la nota en los test de estrés publicados la semana pasada hubiera sido notablemente inferior.
Una buena parte de las cajas de ahorros ha agotado su capacidad para emitir este tipo de deuda, pues como máximo pueden representar el 30% del importe de los recursos propios básicos. Si superan dicho porcentaje, se contabilizarán como recursos propios de segunda categoría (Tier 2).
La reforma de la norma sobre recursos propios de 25 de mayo de 1985, explicada ayer por CincoDías, tendrá un efecto inmediato en la capacidad del sector para mejorar su solvencia. Una vez haya entrado en vigor, previsiblemente antes de que concluya el año, el pago de la remuneración de las nuevas preferentes deberá ser completamente discrecional. Esto no es una idea española, sino que parte de Europa: la Comisión ha decidido endurecer los criterios para considerar a las preferentes capital de primera categoría. Así, el pago del cupón, obligatorio en las emitidas hasta el momento a menos que la entidad haya registrado pérdidas en su último ejercicio fiscal, tiene que ser tan voluntario como el abono del dividendo de las acciones clásicas que cotizan en Bolsa, consideradas también recursos propios de primera categoría. La exigencia está en línea también con lo decidido en el Comité de Basilea, cuya misión es unificar a nivel internacional las normas de solvencia de la banca.
El plazo se agota
La buena noticia para las entidades financieras es que las preferentes en circulación conservarán hasta que se diga lo contrario todas sus propiedades benéficas sobre la solvencia, según el actual anteproyecto de ley. La duda está en si posteriores desarrollos de la norma les pondrán fecha de caducidad a las emitidas. Fuentes bancarias señalan que esto sería lo lógico y especulan con un periodo de sustitución de entre cinco y 10 años.
Si el producto ya es peligroso con las condiciones actuales, lo será mucho más con las nuevas. Ahora, si la entidad gana dinero tiene la obligación de pagar el cupón. Hablando coloquialmente, con la nueva norma no lo pagarán si no les da la gana: la indefensión de los inversores será máxima. El rendimiento que deberían pagar las entidades para que los inversores institucionales les compren esas participaciones será mayor. Y también los particulares deberían exigirles una remuneración mucho más cuantiosa: "El coste de colocarlas se elevará considerablemente a partir de enero de 2011", explica un directivo de un banco español.
Puede llegar a darse el caso de que, ante la inminente entrada en vigor de la ley, bancos y cajas españoles se lancen antes de fin de año a una nueva carrera para colocar el producto entre sus clientes de toda la vida. En caso contrario, lo previsible es que recurran a otras fórmulas para mejorar la solvencia a partir del próximo ejercicio.
Las cajas de ahorros
Las preferentes eran una de las pocas palancas de las cajas de ahorros para mejorar su solvencia. Pero ahora podrán recurrir a las ampliaciones de capital casi en igualdad de condiciones que los bancos, de la mano de la nueva ley de cajas. La norma les autoriza a vender hasta el 50% de su patrimonio en cuotas participativas con derechos políticos. Hasta el momento podían emitir ese porcentaje, pero en cuotas sin derecho a voto.
Así, los cuatro grupos de cajas que han suspendido el test de estrés en su escenario más adverso no tienen por qué recurrir al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB). Si así lo desean, podrán salir al mercado y solicitar capital a los potenciales inversores, que ahora sí, contarán no sólo con derechos económicos, sino con capacidad de decisión en la gestión.