"El mundo parece haberse vuelto loco", me comentaba un amigo después del desastre en Japón y la inminente intervención militar de la OTAN en Libia. Realmente los parámetros conocidos están cabeza abajo en todos los sentidos: parámetros del sistema financiero, concepción del riesgo, formas de preservación del patrimonio, confianza, solvencia, endeudamiento, terrorismo, catástrofes naturales, etc, etc. Pero no se trata de locura sino de nuevas reglas, nueva normalidad (new normal) que hoy por hoy, sin ciclos históricos en los que basarnos, nos resultan caóticos.
Un caos que ya advertimos que había venido para quedarse, y que por tanto haríamos bien en adaptarnos lo antes y lo mejor posible para dilucidar sus parámetros y atravesar el desierto de esta crisis pisando el menor número de minas posible, a poder ser ninguna. Pero lo que ahora nos resulta caótico, probablemente sea sólo una nueva normalidad en la que la renta fija dejará de ser renta y dejará de ser fija, la confianza se volverá desconfianza, o la fortaleza será en realidad una debilidad manifiesta. A esto último nos referiremos hoy: Al misterioso mundo de la guerra de divisas y su nuevos conceptos de fortalezas y debilidades.
Tradicionalmente, la fortaleza de una divisa siempre ha venido respaldada por una solvencia y consistencia de la economía de su país. Cuanto más potente era la economía, más capacidad de compra tenían sus habitantes, ya que su divisa se fortalecía respecto a divisas vecinas y remotas. En cambio, cuantas más penurias atravesaba una economía nacional, más y más barata se tornaba su divisa. Y ello tenía a largo plazo un efecto equilibrador, ya que con una divisa más baja, dicho país ganaba competitividad respecto a sus vecinos y demás competencia, activando relativamente su economía. Obviamente no siempre bastaba con el efecto de debilitamiento de la divisa (si no sería todo muy fácil), y a menudo los estados se veían abocados a devaluaciones infinitas para obtener una falsa sensación de competitividad que en escasas ocasiones tenía un buen final. El resto de líderes, las verdaderas potencias, oían en la lejanía las explosiones de dichas devaluaciones desesperadas, marcaban una muesca más en la empuñadura de sus economías, y seguían a lo suyo, como dijimos ya en
La Era de las Devaluaciones, allá por Enero de 2009.
Pero hoy la nueva normalidad, el caos aparente, también ha dado un vuelco a esta ex-ley universal financiera de baratos/débiles y caros/fuertes. Actualmente, en plena guerra de divisas por la supervivencia de las economías y sus desarrollados y faraónicos Estados endeudados,
la lucha por mantener una divisa débil es feroz. Estamos asistiendo a un
encarecimiento sostenido e insostenible del Euro sin ningún fundamento. Simplemente porque en la Eurozona existen fuegos muchísimo más urgentes que apagar, como por ejemplo rescatar los sistemas financieros de los países periféricos o PIGS, para que no se lleven por delante el resto de sistema de finanzas de la UE y más allá; o comprar astronómicas cantidades de papelitos mojados (deuda soberana) a precios muchísmo más inflados de su valor real, teniendo en cuenta la insolvencia manifiesta de sus emisores. Los dirigentes de la Eurozona, en nombre de Dios sabe qué, se han saltado legalidades y unanimidades, repetido referéndums hasta conseguir el resultado deseado, solicitado que las agencias de rating dejen de calificar a los PIGS, obviado acuerdos burócratas europeos, comprado deuda bajo mano, y un siniestro y opaco etc. Todo para mantener la unión de unas economías tan quebradizas y radiactivas como los sarcófagos de Fukushima. Lógicamente, en una situación tan crítica, el hecho de que el Euro esté caro o barato es pura anécdota. Una anécdota de la que se aprovechan el resto de economías con menos incendios en sus colchones, devaluando de facto tanto como les es posible sus divisas. Pero claro está, las monedas deben devaluarse contra otras que en consecuencia se revalúan. ¿Quién será la contraparte?: El pardillo europeo.
Pues aproximadamente lo mismo ha ocurrido con el Yen desde que las simples preocupaciones por la deflación o la recesión endémica del país han pasado a ser desesperación por emergencias nacionales extremas. Los carroñeros de la guerra de divisas, se han lanzado a la yugular de una moneda cuya economía ha sufrido un accidente de crítica gravedad, haciéndola subir por las nubes. Hasta tal punto que el Banco central de Japón (BoJ) ha sido el primero en intervenir vendiendo yenes y comprando dólares y euros a destajo en plena alarma radiactiva nacional. Tan sólo un par de días después, el G7 se ha apiadado de la situación japonesa y ha echado un cable monetario para desinflar el Yen contra € y $ (y en ese río revuelto,
casualmente el Euro aún se ha encarecido más respecto al dólar). Y es que la guerra de divisas es eso, una
guerra Darwiniana en la que no se duda ni un instante en hacer leña del árbol caído. Nada de
hoy por ti y mañana por mi. Se trata, lamentablemente, de
o tú o yo. Y a río revuelto, ganancia de devaluadores.
P.S. Como vergonzosa anécdota, deciros que hoy en día aún la mayoría de analistos hablan de "fortaleza" del Euro cuando éste sube y sube, hasta el infinito y más allá. El problema es que el más allá cada vez lo tenemos más cerca de Grecia, Portugal, Irlanda y España. Como dijo Humphrey Bogart en Casablanca, "We'll always have Paris"...
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