La dispersión en el comportamiento de índices, sectores, valores y países, esconde aspectos que van desde la forma de adaptarse y salir de la situación de la pandemia, hasta un cuestionamiento de lo que hasta ahora consideramos valores defensivos en las crisis.
Todo ello impregnado de un cortoplacismo que valora y evalúa negocios y empresas por sus resultados inmediatos y que corre el peligro de considerar que la actual situación se va a prolongar sine die, lo que conlleva también mayor volatilidad en función de las noticias médicas.
Este evento ha hecho mella en los analistas que ante esta mayor falta de visibilidad corren detrás de los precios para ajustar valoraciones al último dato de cotización provocando bajadas de valoración inimaginables, salvo que la actual situación haya venido para quedarse y eternizarse.
La eliminación de los buy-backs y los cortes o eliminación de dividendos han venido a reforzar esta tendencia añadiendo más incertidumbre.
Para más Inri, las compañías aprovechando la situación macro han disminuido el faro que para algunos analistas suponía, el que junto con los resultados empresariales, se emitieran guías para el comportamiento de los próximos trimestres.
Los inversores parecen abandonados por las empresas. Sin embargo, existen empresas que a pesar de tener grandes pérdidas en el corto plazo tienen un modelo sólido de negocio a poco que la normalidad vuelva. Aquí puede haber una oportunidad ya que son las olvidadas del mercado.
Las guías de resultados futuros brindaban hasta hora una sensación de control y acierto que reforzaba las tesis de los analistas, aumentando su confianza ante lo conocido. Además los CEOs de las empresas comunicaban unas previsiones de resultados que ayudados por la recompra de acciones, bajos tipos y expansión económica eran generalmente batidos en USA trimestre tras trimestre.
Cortoplacismo que impide evaluar negocios (en principio lo que cotiza a largo plazo en bolsa) en lugar de obsesionarse con acertar la cifra exacta de beneficios del próximo período. Aquí los inversores premiando el corto plazo también tenemos nuestra responsabilidad.
Uno se pregunta: si las empresas que conocen su negocio, no dan orientaciones de resultados para el próximo trimestre, ¿cómo lo van a dar los analistas que se basan principalmente en las previsiones de éstas?
Todo ello ante la desorientación general, más dispersión, menos certeza, y más volatilidad ante un mercado que ve como pesos pesados oscilan un 5-10% diariamente sin inmutarse, para gozo de los traders de volatilidad y de opciones, así como de los grandes bancos de inversión por donde pasan las ordenes.
¿Qué puede estar sucediendo?
Empecemos diciendo que en esta crisis el concepto de defensivo debido a su origen exógeno y al cierre masivo de fronteras cierto consumo y valores públicos no se han comportado como tales.
Lo defensivo ha sido el hardware, la tecnología-teletrabajo, y la sanidad en sentido amplio, así como las empresas más sólidas en otros sectores.
Veamos el comportamiento con otras crisis.
De ahí que algunos piensen si no será más adecuado algunas medidas como el Per de Shiller que normaliza la variabilidad, el ruido y la importancia de los resultados de corto plazo.
Pero claro estamos en un mercado disruptivo donde las trampas de valor, tanto provocadas por intereses espureos en las cifras contables como por la propia dinámica del progreso, están a la orden del día.
Si bien el largo plazo tiene sus ventajas a la hora de evaluar negocios, siendo la principal la de no tener que acertar exactamente la cifra de negocios y beneficios del próximo trimestre, requiere de mayor estudio tanto del negocio como de empresas de la competencia con equipos multidisciplinarios con modelos estadísticos que contemplen las alternativas posibles de crecimiento de los activos y rentabilidad tanto en ciclos económicos boyantes como menguantes.
La valoración de los intangibles y del capital humano en una empresa requiere nuevas formas de acercarse a la misma. La subsistencia de la empresa a largo plazo y su rentabilidad forman un todo pasando las ganancias actuales y su previsión para el próximo trimestre a tener menor importancia, al contrario de cómo estamos evaluando hoy un negocio.
La dispersión actual en las proyecciones del beneficio por acción y la falta de perspectivas macro en el corto plazo crea una mayor volatilidad, máxime cuando las empresas son incapaces de dar algún tipo de orientación.
Otro tema muy interesante es que la gestión de riesgos tradicional se ha vuelto menos útil en esta crisis dada su naturaleza, ya que las correlaciones se basaban en datos históricos que no contemplaban ni la paralización de la industria ni el cierre del mundo así como el cisne negro del petróleo. Fragilidad que nos debe hacer pensar en lo impensable y ser más humildes en nuestra capacidad predictiva.
Los modelos tradicionales están para medir la volatilidad y/o riesgo relativo frente a un índice. Los estrategas de la banca de inversión y los inversores se enfrentan a riesgos nuevos y desconocidos en su magnitud tanto desde un punto sanitario (apertura de fábricas, distanciamiento social) como geopolítico - incertidumbre.
Y es que aun comprendiendo que la volatilidad y las correlaciones varían con el tiempo, la velocidad del cambio ha sorprendido a casi todos. Las observaciones del corto plazo han demostrado su utilidad en estos meses pero lo principal ha sido el sentido común (analizando países, sectores, industrias) y el análisis fundamental. Flujos de caja libre por si se amplía la duración de la crisis, tan simple como olvidado por los modelos clásicos de gestión del riesgo de carteras.
Análisis clúster, algoritmos genéticos teniendo en cuenta factores hasta ahora no contemplados (distanciamiento social en su variedad de industrias, ocio, cadena de suministros).
Es aquí cuando los veteranos rankianos actúan y lo se por que me lo cuentan y compran negocios reales en lugar de papelitos y se lo digo porque me lo cuentan.
¿Y saben qué características tienen los que compran? Que a pesar de estar pasando dificultades son moderadamente optimistas y el próximo paso para evaluar a los analistas y gestores no será un test de conocimiento si no de inteligencia emocional. Comprar cuando te apetece vender casi siempre da en el medio plazo buenos resultados pero no todos lo hacemos.