El mundo económico está sufriendo todavía las secuelas de la Gran Recesión de 2008 y transformaciones importantes derivadas del proceso de globalización y de la reacción de muchas sociedades a dichos fenómenos.
Las medidas proteccionistas y la ralentización económica han impulsado los tipos de interés a mínimos con el objeto de impulsar la demanda y la economía. Sin embargo, las medidas de política económica convencionales no han dado los resultados esperados y el crecimiento económico ha tardado en despertar. Motivo por el cual, se han planteado alternativas no convencionales para estimular demanda como el Quantitative Easing o los tipos de interés negativos.
Estas medidas tampoco han dado el resultado deseado, por lo que en el imaginario económico han renacido otras ideas ya planteadas en el pasado para estimular el movimiento del dinero. Entre ellas, podemos destacar las propuestas por Silvio Gesell e Irving Fisher (stamp script) implicando el pago por una estampilla semanal por valor del 0,1% del valor del billete y que se adheriría al billete, actuando como un impuesto sobre la acumulación; o la propuesta de Marvin Goodfriend (magnetic stripes) vicepresidente de la Reserva Federal de Richmond incorporar bandas magnéticas a los billetes, para controlar aquellos que tenían movimiento y aplicar una tasa a aquellos inmovilizados.
Ahora, esta idea se ha visto plasmada en la intención de eliminar el dinero en efectivo por el dinero electrónico. Que persigue dos objetivos principales: dificultar la economía sumergida e ilegal; y un mayor control de la efectividad de la política monetaria.
Los efectos sobre la economía sumergida son obvios, ya que aunque siempre pueden surgir alternativas al movimiento de riqueza obtenida ilegalmente, como utilizar oro o diamantes, son menos líquidos y más fáciles de detectar. Por tanto, la eliminación del efectivo contribuiría a aflorar este tipo de actividades, contribuyendo a sanear las finanzas públicas a través del incremento de los ingresos, a reducir los elevados niveles de deuda que han acumulado muchos países, y/o alternativamente incrementar el gasto social.
En este sentido, es de destacar el caso de Dinamarca, país en que la utilización de efectivo se ha reducido significativamente, acompañándose esta tendencia de una reducción de la economía sumergida, del orden de un 31%, pasado entre 2012 y 2014 de 45.000 mill de kroner a los 31.000 mill. Suponiendo además este cambio un ahorro importante, ya que el coste de manejar efectivo es más del doble que manejar tarjetas de débito.
El segundo punto, la efectividad de la política monetaria vendría dada por la inexistencia de alternativas a la colocación del dinero privado, ya que los tipos de interés negativo se trasladarían a cuentas y depósitos, siendo la única posibilidad de evitarlos la inversión o el consumo, reduciendo la probabilidad de que la “trampa de liquidez” de Keynes impida estimular la demanda.
Recientemente, Kennet Rogoff, professor de economía y política pública de Harvard en su libro, titulado “The Curse of Cash”, alaba la sociedad sin efectivo, si bien indica que la retirada de efectivo debería producirse progresivamente. Pero sorprendentemente, entre las virtudes que anuncia de una sociedad sin cash, hay una muy llamativa, ya que argumenta que la eliminación del cash podría reducir la inmigración ilegal, no siendo necesario el control de fronteras, ni por supuesto el muro de Trump. Indicando incluso que podría llegar a suponer una labor humanitaria, favoreciendo a los inmigrantes ilegales, ya que no se les explotaría con sueldos miserables por debajo de los legales.
Rogoff acierta en el hecho de que no cobrarían salarios menores a los legales, el problema es que no percibirían ningún tipo de salario porque no habría ilegales, ya que serían incapaces de encontrar un trabajo, motivo por el cual indudablemente la inmigración se reduciría. Esto a su vez daría lugar a cierta contradicción, ya que se trata de reducir la inmigración en un país que está creciendo y que actualmente presenta una tasa de desempleo cuasi-estructural.
Pero además, a nivel global, si todos los países llevaran a cabo las mismas políticas proteccionistas, los posibles emigrantes serían condenados a vivir en su tierra en condiciones posiblemente miserables sin posibilidad de salir de dicha situación, por lo menos, mientras simultáneamente se mantuvieran barreras a sus exportaciones.
Por tanto, la sustitución del efectivo como medio de intercambio, teóricamente puede aportar grandes ventajas. El problema es que la eficacia de su aplicación depende de factores del entorno.
Inconvenientes de un sistema de pagos exclusivamente digital
A pesar de las ventajas aportadas por un sistema de pagos digital, su implantación presenta simultáneamente varios inconvenientes.
- a) El principal podría ser la protección de la anonimidad, aunque en este sentido habría que matizar que no hay que identificar el control de los movimientos con el acceso a la información de dichos movimientos, siendo necesario para que esta separación sea efectiva una regulación estricta y un riguroso control de su cumplimiento.
- b) Otro problema podría ser la integración de aquellas personas más desfavorecidas de la sociedad, que no disponen de una cuenta bancaria. Este problema puede ser solucionado si se implanta una renta básica universal, como ya se está estudiando en algunos países , siendo pionera en este sentido Finlandia, donde se inició un estudio piloto este año.
- c) Un tercer problema, pero en este caso técnico, sería la resistencia de la red de pagos electrónicos a caídas o ataques cibernéticos.
- d) La eliminación del efectivo obligaría a tener toda la liquidez en cuentas bancarias. Y en una situación de tipos de interés negativos no existiría alternativa a la posibilidad de mantener el dinero en el calcetín o el colchón, produciéndose una pérdida de poder adquisitivo al aplicarse comisiones o tipos de interés negativos sobre tales depósitos. Esta situación contribuiría a una mayor eficacia de la política monetaria, pero a costa de la libertad del individuo, suponiendo un modo más de represión financiera.
Además, los ciudadanos quedarían expuestos al incremento arbitrario de comisiones bancarias (pudiendo producirse una cierta connivencia ente poderes político y económico), ya sea por mantenimiento de las cuentas, ya que sería necesario tener como mínimo una cuenta bancaria, o por utilización de los medios de pago electrónicos, ya que se crearía un mercado cautivo por decreto.
Todo ello es más grave si tenemos en cuenta que los tipos negativos han sido creados artificialmente por los bancos centrales y no representan una situación de mercado, suponiendo otro ejemplo de represión financiera.
Asimismo, los movimientos de capitales internacionales estarían más controlados, lo que puede ser bueno si se trata dinero ilícito. Pero en este sentido, tendemos a confundir que los movimientos de capitales no tienen su origen exclusivamente en actividades ilegales, sino que también forma parte de lo que se denomina globalización, en la que se incluyen también el libre movimiento de personas y bienes.
Pero dada la situación actual, en que el populismo y proteccionismo incrementa su presencia, se podrían imponer limitaciones al movimiento del dinero legal, lo que supondría una limitación de la libertad privada y una marcha atrás en la globalización.
Y el poner la marcha atrás en la globalización puede perjudicar la economía mundial, tal como explica Ruchir Sharma, analista jefe de Morgan Stanley aquí, en una visión histórica muy interesante; y a quien le interese una versión más cercana de mi cosecha la puede obtener aquí.
Como se puede apreciar, la política influye enormemente sobre la eficacia de la medida. La eliminación del efectivo implicaría un mayor control fiscal y los ingresos públicos aumentarían, lo que puede suponer importantes ventajas de cara a posibles reducciones de impuestos, reducir el volumen de deuda pública o destinar más fondos a gasto social.
De estos hechos se deduce que, para la implantación de una medida de este tipo, es esencial previamente la existencia unas instituciones plenamente democráticas, con una separación de poderes real, donde la corrupción sea inexistente o por lo menos mínima, con instituciones políticas, sociales y legales que protejan un verdadero estado de derecho, no solo con una justicia igual para todos, sino que también preserve los derechos de los ciudadanos. Ya que de lo contrario, la ausencia o debilidad de este tipo de instituciones sería contraproducente y facilitaría la captación ilegítima de riqueza por un pequeño grupo de población.
En este sentido, si analizamos la situación en España actualmente, la medida supondría un riesgo importante, dada la incompetencia demostrada en gestión, la falta de independencia de los distintos poderes del estado, la infiltración política en todas las instituciones y el grado de corrupción existente, algo superior a la media según transparencia Internacional (figura siguiente).
Figura.- STATISTA. El mapa de la corrupción mundial.
Por los motivos expuestos, es fundamental que antes de dar el paso hacia la sociedad sin efectivo, se debería impulsar un cambio hacia una democracia y estado de derecho "reales", con instituciones verdaderamente independientes y fuertes que obligaran a los políticos a responder de sus actos y defendieran a los ciudadanos de los abusos del estado.
Sin embargo, esta transformación democrática no parece que vaya a ocurrir, y de forma peligrosa se están tomando medidas que nos acercan a una sociedad basada en transacciones electrónicas, como es la limitación de los pagos en metálico que el señor Montoro redujo a 1.000 euros desde los 2.500 anteriores, aunque también es necesario indicar que no es el único país que ha adoptado este tipo de medidas.
Pero a pesar de todos los inconvenientes que supone una sociedad sin dinero en efectivo, las tendencias parece que irremisiblemente se dirigen hacia ese modelo de transacciones. El informe de “World Payments Report 2016 de Cap Gemini y BNP Paribas estima que las transacciones globales que no implicaron efectivo creció hasta los 426.300 milll de $ en 2015 (figura siguiente).
Figura.- Cash is on its way out but what will replace it?
La figura muestra como el mayor volumen de transacciones que no se llevan a cabo en efectivo se producen principalmente en Norteamérica, y como el volumen de transacciones global ha evolucionado entre los años 2011 y 2015 de 306,3 a 426,3 miles de millones de $, lo que supone un incremento del 39,17%.
Indudablemente la utilización de sistemas electrónicos de pago entra dentro de la libertad individual de cada uno. Sin embargo, es previsible que la tendencia de una cada vez mayor penetración de estos sistemas de pago provocará la exclusión progresiva del efectivo, lo que dará lugar a que llegue un momento en que la excusa para eliminarlo definitivamente sea que prácticamente ya no se utiliza, y entonces ya estaremos atrapados. Por tanto, la conclusión es que, en cierto modo, nosotros mismos estamos cavando nuestra propia tumba.
Esta transformación no está ocurriendo solo en los países desarrollados, y en la India se ha llevado a cabo recientemente un “experimento”, en que el primer ministro indio Narendra Modi, eliminó el 86% del dinero en efectivo de la circulación con objeto de enfrentarse a la corrupción, lo que sumó al país en el caos.
Los resultados de esta iniciativa se muestran en un estudio de All India Manufacturers' Organization, que indica que en las micro y pequeñas industrias indias se ha producido una pérdida de empleo del 35% y los ingresos se han reducido un 50% en un periodo de tiempo de un poco más de un mes posterior a la implantación de la medida. Consecuencia de que la mayoría de las transacciones se realizan en efectivo. Estas medidas, al mismo tiempo, reducen el crecimiento y se acompañan de deflación, al reducir la masa monetaria en circulación y como consecuencia la demanda.
La situación de la India podría extrapolarse a lo que podría ocurrir en otras economías poco desarrolladas, ya que evitar la economía sumergida minorista puede agravar la situación de los más desfavorecidos, cuyo trapicheo quedaría reducido al trueque, mucho más complicado.
Sin embargo, también hay que reconocer que la situación de la India no es extrapolable a los países occidentales desarrollados, donde los medios de pago electrónicos están mucho más desarrollados, lo que ha facilitado la progresiva sustitución del dinero en efectivo por las transacciones electrónicas (figura siguiente). Y además el proceso se ha llevado a cabo de forma voluntaria por los ciudadanos, siendo los países nórdicos europeos pioneros en este tipo de iniciativas.
Figura.- BLOOMBERG. Scandinavias Disappearing Cash Act
De hecho, hoy en día, Dinamarca, conjuntamente con Noruega, es uno de los países con menor volumen de monedas y billetes en circulación, habiéndose reducido significativamente desde 1991, en que el efectivo y los cheques eran responsables del 82% de las transacciones hasta alrededor del 20% que suponían en 2015.
Resumen y conclusiones
La sustitución del dinero en efectivo como medio de pago puede ser una medida efectiva, aflorando la economía sumergida y disponiendo el estado de más recursos para reducir impuestos o financiar gasto público.
Sin embargo, las bondades de esta iniciativa serán visibles siempre y cuando se cumplan una serie de requisitos, tales como el mantenimiento de la privacidad de las transacciones, y sobre todo, de la existencia de instituciones con calidad democrática, que sean fiables e independientes del poder político y que velen por la integridad del sistema y preserven un estado de derecho real. No siendo en este sentido suficiente la igualdad ante la ley, sino que la ley sea justa y reconozca los derechos y libertades de los ciudadanos en distintos ámbitos esenciales y los proteja de los abusos del estado.
En España, el problema probablemente surgirá del hecho de que el orden de las cosas sea el inverso al adecuado: primero se eliminará el dinero en metálico y después, con suerte, se realizarán estos cambios tan necesarios para evitar los riesgos derivados del control público de todos los fondos de todos los ciudadanos.
Por este motivo, en nuestro país, la apuesta por la efectividad de la eliminación del cash parece más bien una utopía, dando lugar más probablemente a que el ciudadano se vea desprotegido al mismo tiempo que se favorece la corrupción por las élites, pudiendo desembocar, en el caso más extremo, en la tiranía de unos pocos.