Las predicciones en los Mercados Financieros están muy relacionadas con las predicciones meteorológicas. El tiempo atmosférico es prácticamente impredecible pero se puede deducir la evolución más probable y con eso es con lo que nos quedamos. Lógicamente, cuanto más corto sea el plazo de predicción más asegurado estará el resultado del estudio predictivo. Predecir el comportamiento de un activo, sea de la índole que sea, a largo plazo, es el sueño de cualquier inversor. Y digo a largo plazo porque en el corto, los diferentes métodos que existen, tanto técnicos como fundamentales, logran muy buenos resultados usando datos del pasado en sus cálculos.
Para predecir el tiempo atmosférico el meteorólogo usa gráficos de isobaras, gráficos de la dirección del viento, fotos que le proporcionan los satélites y todo sustentado por la propia ciencia de la meteorología. En los Mercados Financieros se dispone también de gráficos que muestran la evolución de un activo en todas sus facetas, existiendo multitud de indicadores técnicos que ayudan a construir un escenario estratégico, se dispone de figuras chartistas que se repiten constantemente en el tiempo, se usan informes del valor intrínseco de la empresa, así como un análisis de expectativas presentes y futuras, llevando a los analistas a predecir la evolución de un activo asumiendo un mínimo error en el cálculo. Pero claro, la dirección del viento puede cambiar en cualquier momento, sin avisar, entonces la predicción se va al traste con todo el estudio. Esta es la razón por la que cualquier inversión, por mínima que sea, debe de tener un control permanente por parte del inversor doméstico e institucional. Por lo tanto, el ahorrador-inversor, si quiere llegar a buen puerto con sus inversiones, debe de limitarse a analizar los hechos y datos que tenga a su alcance y así poder anticiparse, lo más posible, a los cambios de tendencia asumiendo que cualquier cambio en el Mercado se traduce en un punto de inflexión en la tendencia calculada inicialmente. Ante este cambio, se debe de reaccionar de inmediato ya que la predicción inicial ha sido modificada por causas exógenas que no existían inicialmente pero que estaban previstas por si ocurrían.
El analista bursátil no es futurólogo, es realista y predice el más inmediato de los futuros. Es curioso: cualquier entrevista a un analista por los medios de comunicación siempre incluye la misma pregunta: ¿qué hará la Bolsa? El analista, si es hábil, contestará que no sabe pues, si da una respuesta de evolución, sabe de sobra que tiene que dar explicaciones en el caso de que se equivoque. Si acierta, siempre puede decir que ya lo había dicho antes y será un sabio. Pero, de éstos, hay muy pocos. Será un necio el que quiera ganarse a los inversores prediciendo la evolución de un valor a largo plazo. ¿Sabemos el tiempo que hará, por ejemplo, el día de nuestro cumpleaños al año que viene? La única información fiable que tiene el inversor es el pasado que, como sabéis, son los datos más fiables que existen pero aún así, no nos aseguran la evolución futura.
La Bolsa, como un todo, no puede ser en ningún momento predecible pues el análisis se hace por cada activo. Y se hace por cada activo porque cada uno es un mundo, cada uno muestra una evolución totalmente diferente que si analizamos todo el conjunto. Esto que digo lo tienen muy claro los profesionales. Estudian, por ejemplo, un índice para luego meterse de lleno a estudiar cada valor que lo compone y así obtener los resultados esperados asumiendo, claro está, los errores impredecibles y que siempre cuenta con ellos.
Al analizar un valor bursátil, la aproximación hacia la fiabilidad del análisis en muy grande en el corto plazo. Pero según se distancie el análisis en el tiempo, se distancia, en la misma proporción, la evolución real que está realizando el valor analizado llegando al punto, que la predicción hecha a priori, no tiene nada o poco que ver con la evolución real que ha experimentado el valor a lo largo del periodo del tiempo tomado como estudio del análisis. ¿Esto es preocupante? No. No pasa nada. Analizamos el valor a corto plazo y recogemos los frutos recibidos ya sean buenos o malos. Lo de siempre: tener siempre control exhaustivo de la evolución de nuestra inversión.
El analista bursátil no es futurólogo, es realista y predice el más inmediato de los futuros.
En mi opinión, la mejor forma de predecir el comportamiento de los Mercados es usando el análisis técnico y chartista pues, se logra así un estudio basado en la comparativa con el pasado pero siguiendo la evolución de la tendencia del valor en cuestión. No olvidemos que la tendencia es y tiene que ser, nuestra amiga pues nos llevará de la mano en todo momento. Ir en contra de ella es ir en contra de uno mismo y, en definitiva, de nuestra inversión.
Sabemos que el Mercado es soberano, lo sabe y conoce todo y, por si fuera poco, tiene memoria y es capaz de repetir milimétricamente las figuras que se han ido formando con anterioridad.
Por supuesto, el análisis fundamental también es necesario estudiarlo antes de incluir un valor en nuestra cartera. Pero insisto, todo está en los gráficos. El análisis fundamental y técnico no están contrapuestos, son diferentes en cuanto al modo de analizar, pero, en cualquier caso, son complementarios.
En resumen, no se puede entrar en un valor a la ligera. No todo lo que baja, sube: puede seguir bajando. La decisión del momento de entrada en el valor es decisiva para la evolución de nuestra cartera. Las tomas de decisiones de inversión en una compañía no deben ser fruto de una corazonada o de un comentario que nos haya hecho un amigo, deben ser causa de un estudio pormenorizado tanto de la compañía en cuestión como de la evolución que ha llevado y está llevando en el Mercado.
El Mar de los Mercados Financieros está lleno de tiburones, deseando la carne de los incautos inversores domésticos que entran y salen del Mercado por intuición y sin ningún tipo de análisis que avale las decisiones tomadas. Los tiburones no tienen escrúpulos y… el Mercado, tampoco.