Hemos tenido la burbuja inmobiliaria que se llevará por delante el dogma de que el ladrillo nunca baja. La burbuja de los colocadores de subprime a comisión, que ha desnudado de su investidura sagrada a las agencias de calificación. La burbuja de liquidez producida por montañas de dinero barato, que produjo valoraciones absurdas en casi todos los activos. Y por supuesto la burbuja del carry trade de la que hablamos hoy.
Todas las burbujas antes descritas y las habidas durante los siglos anteriores, producen invariablemente los mismos resultados en la especie humana:
- - Inmersos en una situación absurda y carente de toda lógica, el público llega a acostumbrarse y a encontrar las razones por las cuales la burbuja debe de prolongarse hasta el infinito.
- - Cegados por las ganancias fáciles y los pocos avisos de peligro que ocurren cuando hay una tendencia desbocada, la gente pierde la noción del riesgo hasta llegar a convencerse de que no existe en absoluto.
- - En ningún momento les parece extraño que se puedan comprar duros a 3.50 pesetas, y nadie se pregunta quién pierde las 1.50 pesetas que ganan ellos (en teoría sin ningún riesgo) y por qué el tonto que las pierde, es tan tonto que las deja perder.
- - A nadie le parece raro que los que de verdad son profesionales y conocen el mercado implicado en esa burbuja estén haciendo precisamente lo contrario de la mayoría. Léase la venta de todos los inmuebles del Santander, junto con todas las acciones de las inmobiliarias.
- - La avaricia permite convencer fácilmente al público y venderles la moto. Ni siquiera se cuestionan que el vendedor de la moto se lleva un buen bocado en comisiones que alguien tendrá que pagar, y que si realmente esa operación no tuviera ningún riesgo la haría el que la está vendiendo en vez de tener que trabajar ocultando la verdad desnuda a los clientes.
- - Y por último, la gente se monta en la burbuja en el momento menos oportuno, sin ninguna estrategia preparada por si algo falla, y sin haber consultado el tema con ningún profesional que domine el asunto. ¿Podría ser que no consultaran porque inconscientemente sabían que les diría que no lo hicieran y lo que querían era hacerlo de todos modos?
Los grandes profesionales que practicaban el carry trade con un acceso directo al mercado forex, y con unos conocimientos profundos del mercado, también le han sacado provecho.
La peor parte se la han llevado los que no tenían conexión directa con el mercado, ni la más mínima agilidad para deshacer el entuerto en medio minuto. Aunque lo peor de todo era que ni remotamente pensaban que podía explotar la burbuja, por ello mis advertencias de hace un año del excesivo riesgo en relación al escaso beneficio de esa operación ni siquiera eran tomadas en cuenta.
Durante años, los millones de personas que vendían yenes para comprar con ese dinero otras divisas con un interés mayor, presionaban diariamente la cotización del yen a la baja. El estrangulamiento del crédito que ha obligado a los hedge funds a desapalancarse, junto con los reembolsos de los clientes asustados por la crisis, y disgustados por los malos resultados de unos fondos que creían blindados ante las bajadas de las bolsas, ha producido en estos fondos ventas obligatorias por valor de miles de millones. Estas ventas han hundido a todos los mercados hasta niveles absurdos e ilógicos, pero nadie sabe si pueden seguir bajando, pues no hay datos de las ventas obligatorias que pueden quedar pendientes.
Paradójicamente, el producto de todas esas ventas de renta variable, renta fija, metales preciosos, materias primas, etc. iba destinado a comprar yenes para devolver los préstamos con los que se habían financiado esas compras. Por tanto, los únicos dos productos que han subido en los últimos tiempos aparte de los bonos han sido el Yen y el Franco Suizo.
Es imposible saber hasta donde puede llegar la bajada masiva de precios de todo lo que existe, y la subida paralela de estas dos divisas producida por compras millonarias de estas monedas para la devolución de los préstamos carry traderos. Cuando se limpie el apalancamiento en estos productos a nivel global habrá terminado, pero eso no creo que lo sepa ni la madre del ministro japonés de economía.