La Historia no se repite, pero rima.
Mark Twain
Es una verdadera lástima que los seres humanos no vivamos 500 años. No porque fuéramos a ser más inteligentes, sino porque estaríamos curados de espantos. Las habríamos visto de todos los colores… Y seríamos unos completos descreídos. Seria tiempo más que suficiente para caerse y levantarse un montón de veces y para desconfiar y mandar al carajo a todos los pillos que quieren aprovecharse de nosotros en tiempos de crisis. Empezando por la casta política que nos gobierna, claro está. En ese mundo ideal sabríamos que cuando las cosas se ponen feas todos los gobernantes reaccionan de un modo parecido y que la mayoría de las recesiones económicas comparten ciertos patrones y desenlaces predecibles cuya identificación puede ayudarnos a ponernos a buen recaudo. Aunque tengo serias dudas de que la Gran Recesión pueda “monitorizarse”.
Últimamente el ambiente geopolítico y económico está muy caldeado. No es que avecine tormenta, es que se aproxima un huracán de magnitud 5. La situación es muy compleja y novedosa. Como historiador que soy, miro hacia atrás y me cuesta encontrar algún momento parecido a éste. Siempre nos quedará el consuelo de que a los polinesios de la isla de Pascua les fue peor… Pero francamente, nunca antes en la historia de la humanidad hemos padecido tantas crisis en una sola. Nuestro mayor problema radica en que los recursos naturales del planeta empiezan a escasear; fenómeno que está encogiendo la economía y obliga a casi todos los gobiernos a endeudarse hasta límites insospechados. Para colmo de males, el calentamiento de la Tierra se está acelerando y Occidente padece una profunda crisis demográfica debido al envejecimiento de la población que no tiene precedentes.
Tal como yo lo veo, estamos experimentando el segundo o el tercer embate de una monumental recesión cuyo final no se vislumbra al final del túnel. Siento ser tan pesimista, pero es que tengo la sensación de que estamos inmersos en una espiral económica descendente que nos supera y de la que nos va a costar mucho salir. Es la típica crisis de final de superciclo; un tipo de crisis que sólo se da muy de vez en cuando, cada varios siglos. Por eso decía que si viviéramos 400 o 500 años al menos tendríamos una referencia de lo que está pasando porque ya “lo habríamos vivido”. Aunque no es el caso… Desgraciadamente para nosotros, nuestros dirigentes y banqueros centrales todavía creen que esto será pasajero y proceden sin comprender que estamos al borde del abismo. Si hablaran un poco más con los historiadores, sabrían que crisis semejantes han provocado la caída de imperios y civilizaciones legendarias. En la antigüedad tenemos varios ejemplos de ello. A veces el colapso se debió a la incidencia de desastres naturales imprevistos que provocaron la desintegración de la sociedad (estoy pensando en la peste negra que machacó a Europa a mediados del s. XIV. Aniquiló a la mitad de la población y se desencadenó una brutal contracción económica que acabó con el esplendor del Renacimiento Medieval). En cambio, en otras ocasiones el caos se extendió cuando los recursos proporcionados por la agricultura no pudieron satisfacer las necesidades de una población y un Estado sobredimensionados –las dos cosas al unísono-.
Éstas últimas son mis supercrisis de ciclo preferidas. Que no os cuenten milongas, todo empieza y acaba en la agricultura. Si las cosechas son generosas la sociedad prospera y viceversa. A mediados del s. XVI el crecimiento demográfico europeo sufrió un brusco parón a causa del estancamiento de la producción agrícola. Y a partir de entonces todo lo que podía ira mal, empeoró. El mundo agrario no consiguió salir del abismo y durante los primeros 50 años del s. XVII la población menguó a causa de las guerras y de la reaparición de la peste bubónica. El declive se sintió en todas partes, sobre todo en Alemania. Las naciones que supieron adaptarse a los cambios y reinventarse, salieron adelante. Aunque ése no fue el caso del Imperio Español… Tras la Guerra de los Treinta Años –un conflicto que podría compararse por su virulencia con la I Guerra Mundial-, tuvo que ceder a Francia el cetro del dominio continental.
1621 Se acabó la Pax Hispánica
En marzo de ese año, el rey Felipe III agonizaba en la cama por las fiebres que le provocaba la erisipela. En mi modesta opinión y a pesar de algunos capítulos oscuros de su reinado como fue la expulsión de los moriscos en 1609, fue un gran monarca. Mucho mejor que el vanidoso y militarista de su padre, el lunático Felipe II. Por eso no comparto la opinión de los historiadores modernos que dicen de él que fue “el primer rey de los Austrias menores”. No fue un gobernante “menor”, sino todo lo contrario. Lo que pasa es que este hombre heredó una situación macroeconómica desastrosa imposible de resolver. Sabe Dios que lo intentó, pero cuando la economía se desploma tras alcanzar el pico del superciclo no hay nada que pueda enderezarla.
Superciclos de la agricultura según Turkin y Nefedov
Para entender de que va todo esto, tenemos que retraernos al reinado anterior. Comparativamente hablando, el Renacimiento fue un periodo mucho más próspero que el Barroco. De eso no hay ninguna duda. Sin embargo el s. XVI no está exento de graves contradicciones cuyo análisis puede ayudarnos a entender lo que vino después. Hacia el año 1550 el crecimiento demográfico se detuvo porque la producción agrícola no daba para más. En realidad la población estuvo creciendo más allá de los recursos disponibles por un tiempo hasta que la situación se tornó insostenible. Es un patrón que parece repetirse una y otra vez a lo largo de la Historia. En aquella época el único modo de incrementar la producción era aumentando la superficie de los cultivos. Y eso es lo que se hizo. El problema llegó cuando el sistema alcanzó su límite físico y sólo quedaron los terrenos marginales que antaño se habían desestimado por su baja productividad y elevado coste. A partir de entonces la Tasa de Retorno Energética agrícola cayó y los precios del grano se dispararon. Asimismo, como no hay mal que por “mal” no venga… este proceso coincidió con un enfriamiento del clima que se prolongó hasta el final de la era moderna (la mini Edad del Hielo). En general las temperaturas cayeron 1ºC de media; aunque en los picos más bajos se han evidenciado descensos de hasta 4 y 5ºC. Huelga decir que ese frío arruinaba las cosechas y provocaba hambrunas terribles que afectaron muy negativamente al crecimiento demográfico.
El estancamiento de la población durante el reinado de Felipe II ralentizó la economía y perjudicó a los ingresos del Estado. A pesar la subida de los precios. Algo de eso tiene que haber porque España impagó su deuda por primera vez en 1557 y luego repitió en 1575. Este último default es de “juzgado de guardia”. Gracias a ciertas mejoras introducidas en la actividad minera a partir de 1570, la producción se multiplicó por 10; lo cuál redundó en un aumento considerable del dinero circulante que al gobierno le vino de perlas para costearse las guerras que mantenía contra medio mundo. Una especie de Quantitative Easing (QE) de la época. Y sin embargo, parece que no fue suficiente… La monarquía gastaba a manos llenas. No sólo tuvo que renegociar el pago de la deuda con la banca acreedora, sino que incrementó la presión fiscal y empezó a especular con el valor de la moneda; pues aumentó el nominal de las piezas.
Así pues, no es de extrañar que todas estas circunstancias terminaran con el paso del tiempo en una suba espectacular de los precios. Para entender lo que pasó me gustaría recurrir a Hayek. Él decía que la inflación es cómo verter miel encima de una mesa – una “mielda” que dirían los chinos-. El chorro se acumula en el centro y luego se expande hacia los bordes. De este modo cuando la plata de América llegaba a Andalucía, causaba estragos porque allí era donde se monetizaba. A partir de ahí, la onda inflacionaria perdía fuerza a medida que se alejaba hacia Castilla, Francia y más allá.
El impacto de la subida de los precios en la economía castellana fue catastrófico. Encareció los costes de producción autóctonos y favoreció la importación de manufacturas extranjeras que eran mucho más baratas y de una calidad similar –el descenso del número de telares de los gremios a largo de las décadas da fe de este fenómeno-. Como consecuencia de todo esto, se produjo una monumental deslocalización industrial del sur de Europa hacia países como Holanda e Inglaterra. Luego, esas naciones aprovecharon sus superávits comerciales para desarrollar su industria y sus respectivos sistemas monetarios. Y por supuesto, para guerrear contra los Habsburgo.
Esta dinámica perduró hasta el final de los días del Imperio. Sumió a España en la estanflación y obligó a Felipe II a subir los impuestos cada vez que caía la recaudación fiscal. Gran parte de la burguesía consiguió evitar a Hacienda mediante la compra de títulos nobiliarios que le eximían del pago al fisco. En cambio, para los campesinos se abrieron “las puertas del infierno”; muchos tuvieron que malvender sus tierras para pagar las deudas contraídas o, siquiera, para poder alimentarse. Otros emigraron a las ciudades. Lo cuál devaluó todavía más los salarios… Finalmente, Felipe II celebró su vejez con el impago soberano de 1596; el más duro de todos, ya que conllevó quitas y una brutal subida de la “prima de riesgo”.
Así que ya veis, está es la situación que se encontró Felipe III tras su coronación. El país estaba en recesión, la corrupción y la evasión fiscal campaban a sus anchas, los prestamistas le pedían intereses del 70% y la industria nacional era una sombra de lo que fue. Aunque tal vez lo peor fuera la emigración del campo a la ciudad; pues eso empeoraba la TRE agrícola y empeoraba las condiciones de vida del común de los españoles. Con estos antecedentes, el rey tenía muy poco margen de maniobra. Firmó la paz con los ingleses y decretó una tregua de 12 años con los holandeses. Se sacó de la manga una nueva moneda con menor contenido de plata, el vellón imperial, y cruzó los dedos… La inflación escaló hasta el 90 o el 100% y ni así pudo evitar el impago de 1607. ¿Pero que más podía hacer? Es fácil juzgarlo a toro pasado.
En cualquier caso cuando su hijo llegó al trono en 1621, los Grandes de España creyeron que había llegado el momento de pasar a la acción. Y vaya si lo hicieron…
2014 ¿Se acabó la Pax Americana?
Y aquí estamos! Casi 400 años después. Lo que está pasando en 2014 huele a remake de lo que la humanidad vivió en 1621. Y Obama bien podría ser una versión coloreada de Felipe III. O de Felipe IV –espero que NO…-.
Bueno, lo primero que quiero decir es que ya estamos en la fase descendente de esta crisis supercíclica. Seguramente empezamos a caer en 2008, pero ahora todo se está acelerando. Si en la historia moderna el artífice de ese desplome fue causado por el peak agrícola, ahora el responsable es el zenit del petróleo. Por otro lado, ambos períodos comparten dificultades climáticas y la aparición de enfermedades incontrolables que diezman a la población sin misericordia. Me refiero al ébola, por supuesto. Son las cosas que pasan cuando la gente no tiene nada que comer… Pensar en ello. Asimismo, en un extraño giro del destino en China acaban de poner en cuarentena a toda la ciudad de Yumen, de unos 100.000 habitantes, porque un hombre de 38 años ha muerto debido a… ¡la peste bubónica! Seguramente es una gilipollez, pero yo creo en las señales del destino.
Llevo tiempo pensando en la evolución de ambas crisis y he llegado a la conclusión de que ésta va a ser peor. Gracias al petróleo la humanidad ha experimentado un desarrollo acelerado inconcebible incluso para Julio Verne. La gente no parece darse cuenta de lo importante que es… Es la argamasa que sostiene el tinglado de nuestra civilización. Desde que nos levantamos por la mañana hasta que nos acostamos por la noche, interviene en todo lo que hacemos. Es un regalo de energía superconcentrada que la Tierra ha madurado durante millones de años para que lo utilicemos con propiedad. Desde que empezamos a explotarlo hace 150 años todo cambió para siempre; causó una revolución en el sector del transporte, nos sumió en un estado de revolución industrial permanente y, sobre todo, permitió un desarrollo agrícola inaudito que ha permitido la multiplicación de la población mundial por 6 (fenómeno que incluye la tasa de urbanización más alta jamás registrada). Todo esto fue posible porque la TRE del petróleo era de 100/1; es decir, con la energía proporcionada por un solo barril de crudo podían extraerse 100 más. No debería sorprendernos pues que la TRE del capitalismo en su conjunto superara ampliamente la relación de 20/1 que obtuvieron las civilizaciones más prósperas del pasado. Con semejante regalo de la naturaleza la economía se expandió; generó riqueza, las finanzas prosperaron y se aceleró el crecimiento demográfico.
El petróleo fue el “ángel de la guarda” del capitalismo y, casi con total seguridad, será también su “ángel exterminador”.
Desgraciadamente el crudo se está acabando. Y lo hace muy rápido! Luego para que la producción total no decaiga, las compañías petroleras y los gobiernos de medio mundo están enzarzados en el mayor esfuerzo financiero de los últimos 100 años. En caso contrario nos sumiríamos en las “tinieblas”. Esto explica en buena parte la puesta en marcha de los QE –o sucedáneos de QE-, en Estados Unidos, Reino Unido, Japón, China o la propia Unión Europea. Necesitamos emitir deuda para rebajar los tipos de interés y aliviar la carga financiera de las petroleras y de las entidades financieras insolventes que arrastran sus cadáveres por los parqués. La banca no ha sido diseñada para enfrentarse a crisis de final de superciclo. No puede prestar porque la economía se encoge y los créditos se pierden en el “mar de la morosidad”. Por eso todos los gobiernos han acudido a su rescate. Obama ha gastado tanto en su mandato, como los 42 presidentes anteriores! Del mismo modo en que Felipe II quintuplicó las deudas a lo largo de su reinado. Claro que él no tenía banquero central… Aunque no sé si eso importa demasiado. Deudas son deudas y algo habrá que hacer con ellas; a pesar de que duerman en las entrañas de la FED, cuyo balance ha engordado un 600% desde 1990.
Digan lo que digan los políticos y las estadísticas manipuladas que proliferan por doquier, la estanflación ha venido para quedarse. Como los Austrias, intentamos arreglar este embrollo con la sobre emisión y manipulación de la moneda; expandiendo el crédito como un chicle porque tenemos la esperanza de que eso restablecerá la confianza y creará un “efecto riqueza” que fomentará el consumo y la recuperación económica. Es un bonito discurso… que yo no compro. No estoy muy seguro al respecto, pero parece ser que la expansión del crédito necesita la rebaja salarial de los trabajadores para salvaguardar la sostenibilidad de la deuda que está en poder de los bancos. En cualquier caso, es un fenómeno que observamos a escala global que nos retrotrae de nuevo a la pérdida de capacidad adquisitiva por parte del campesinado europeo a finales del s. XVI y durante todo el s. XVII. Por poner un ejemplo, según los datos que maneja la Oficina del Censo de EE.UU., la renta de los hogares norteamericanos cayó de 55.627$ dólares a 50.017$ en 2012. Así pues, mientras el coste de extracción del crudo se encarece debido a las leyes de la geología, disminuye el poder de compra de los ciudadanos.
Proyección extraída del blog de Gail Tverberg
¿Qué os parece amigos? Vienen tiempos de carestía y estanflación… Por eso los gobiernos incrementan la presión fiscal y los ricachones, como antaño, se las ingenian para escapar de las garras del Estado. Todas estas fusiones de compañías estadounidenses con multinacionales europeas tienen como objetivo reducir la carga impositiva (General Electric con la francesa Alstom; la farmaceútica Walgreens con la británica Alliance Boots, etc.). Cuando se consuma la fusión, la sede fiscal se traslada a Europa. De este modo el impuesto sobre los beneficios empresariales se reduce del 35% al 19%. Naturalmente, algunos gobiernos europeos se resisten a vender “las joyas de la corona” a multinacionales extranjeras que han engordado con el dinero de la FED. Ahí está el fracaso del asalto de Pfizer sobre la británica Astrazeneca… En cualquier caso, todo esto pone de manifiesto que la política de imprimir dinero va más allá de la famosa “guerra de divisas”. La recesión acecha y nadie quiere encontrarse con el pie cambiado en el próximo desplome de la economía.
¿Y ahora qué?
Las cosas no van a mejorar. Eso seguro. En la caída habrá dientes de sierra que apuntarán hacia arriba y entonces nos sentiremos un poco mejor. Seguramente porque seguiremos imprimiendo dinero… Cómo hizo Felipe III cuando se sacó de la manga el vellón imperial. La pura verdad es que el mundo se está partiendo en dos bloques diferenciados que luchará a cara de perro por los escasos recursos naturales que nos quedan; los BRICS por un lado y Estados Unidos y la Unión Europea por el otro. Esta diferenciación entre deudores y acreedores no augura nada bueno. Y “se dice, se oye y se comenta” que los BRICS van a lanzar su propia moneda basada una cesta de divisas común a finales de año tras la reunión del G-20 en Australia (en la puesta en común para elaborar dicho certamen, por primera vez el grupo ha prescindido de “los consejos” del FMI y del Banco Mundial. Lagarde quería inmiscuirse pero el premier australiano la mandó a paseo…).
Es una mala noticia para el dólar. Mientras tanto, la administración estadounidense hace todo lo que puede para sacar adelante un macro acuerdo comercial con la Unión Europea y otro con los países del Área Pacífico que no termina de concretarse. El tiempo apremia y el peak del petróleo sigue agravándose –encuentro muy interesante que Repsol haya dado a entender que a lo mejor no invierte los 5000 millones de euros que obtuvo como compensación por la confiscación de YPF por parte del gobierno argentino… Todas las inversiones petroleras son muy caras; sobre todo si amenaza tormenta!-. La Gran Depresión volverá a las portadas de los periódicos. Y francamente, no tengo ni idea de cómo se las ingeniarán los políticos y los banqueros centrales para añadir más deuda a un sistema financiero zombi que parece haber alcanzado su peak.
O puede que sí… Los caminos del señor son inescrutables. Lo que sí es escrutable es lo que los norteamericanos están haciendo en Ucrania y en Oriente Medio. El apoyo militar y mediático que le han proporcionado a Israel en las matanzas de Gaza son una obscenidad que el mundo pagará muy caro. Las imágenes de niños muertos y huérfanos te desgarra el alma… La actuación de Tel Aviv en esto roza la histeria total. En fin, que cada cuál saque sus conclusiones. Por otro lado, lo de Ucrania es una estratagema para forzar la voluntad de la Unión Europea: ¿de qué lado estás?; ¿con nosotros o con los BRICS? Firma de una puta vez el dichoso tratado comercial… Putin lo sabe. Apoya militarmente a la guerrilla pro rusa para eternizar el conflicto y darle tiempo a los alemanes y franceses para que entren en razón. Sin embargo parece que no va a ser así… El gobierno de Kiev se hundirá en el caos porque si algo nos demuestra la historia, es que es imposible derrotar a una milicia que cuenta con el apoyo de una superpotencia extranjera. Luego, esta retahíla de sanciones mutuas entre Rusia y Occidente son un síntoma evidente de la economía global no va a ninguna parte. Ya pasó en el siglo XVII. Las naciones europeas de entonces abrazaron el proteccionismo para mejorar la balanza de pagos y, cuando esas medidas fracasaron, dirimieron sus diferencias en el campo de batalla.
Ahora no hay tanto proteccionismo. Es peor! Nos sancionamos entre sí. El tiempo dirá, pero tiene la pinta de que Obama ha tomado la senda de Felipe IV. Soplan tiempos de guerra. En Europa y ya veremos si en Asia también.
Un abrazo amigos/as!
P.D: Os prometo que el próximo artículo será terrible…