Una de los argumentos que leemos frecuentemente entre líneas y sobre todo en los comentarios de las distintas noticias, (en su gran parte usado por profesionales de la creación de opinión), es aquel que defiende que nos intervengan desde Europa, y más concretamente por Angela Merkel, para tratar de frenar el imparable incremento de la corrupción en España, y en general en otros países.
Este argumento se apoya en la evidencia de que la corrupción en determinados países, (no sólo España), ha llegado a tener unos niveles absolutamente intolerables, lo que hace que sea realmente difícil desarrollar un sistema económico sano. Por tanto, se parte de la necesidad de acabar con este esquema para intentar cualquier tipo de desarrollo económico, y entendiendo que la corrupción está más extendida en determinadas zonas, nos encontramos con la solución lógica: pedir que la gente de fuera nos solucione el problema.
Ahora bien, ¿tiene sentido pedirle a Merkel, o a la Unión Europea que acabe con la corrupción en España, Grecia o cualquier otro sitio?. Esta pregunta es clave, incluso aunque aceptásemos que estas instituciones no tengan estos problemas. Esto no es un tema baladí sobre todo teniendo en cuenta que en la UE se suponen con cierta frecuencia escándalos de lobbies, de todo tipo que presionan en un entorno ideal; lejos de los ciudadanos, con una estructura nada democrática y con un sistema que es absolutamente demencial, hasta el punto de que es difícil ni tan siquiera saber para qué sirven las instituciones.
No existen pocos indicios para entender que puede haber un problema grave en este sentido, sobre el que sin embargo poco o nada se hace; existen casos de parlamentarios y funcionarios de la UE que han sido cazados en todo tipo de prácticas (aceptar sobornos, ceder a presiones para cambios normativos favorables a determinados grupos, personas en el BCE implicadas en fraudes en los concursos para imprimir euros,…), y las consecuencias y las investigaciones han sido prácticamente inexistentes. En este sentido tenemos que entender que la corrupción en los organismos es mucho más difícil de ver cuanto más lejos de los ciudadanos esté la administración de referencia, lo cual provoca que en muchas ocasiones nuestra vista nos engañe, y nuestras ideas sean equivocadas. Es decir, tendremos a magnificar el problema que vemos e ignorar el problema que no vemos.
Pero ya digo que aún asumiendo esto, tendríamos que tener en cuenta un pequeño detalle: ¿Les interesa a los países que invierten en otros países que no exista corrupción en estos países?. Normalmente se habla de que la corrupción supone un freno a las inversiones que provienen de otros países, pero sin embargo esta afirmación contradice de forma salvaje la realidad, hasta el punto que existen demasiados casos en los que se comprueba que la relación es exactamente la contraria.
En este punto, es importante analizar las históricas relaciones entre Estados Unidos y aquellos países en los que sus corporaciones entran a invertir. ¿Ha existido algún caso en el que las inversiones de los fondos han logrado evitar o reducir la corrupción en los países objeto de las inversiones?. De hecho existen demasiados casos, como para comprobar que precisamente estaríamos ante una relación exactamente contraria que se da en muchos países y entornos a lo largo del tiempo. Desde el gobierno de Estados Unidos, (y ahora desde muchos otros), se han instado políticas y acciones que no serían admisibles si fuesen tomadas contra sus propios ciudadanos, (aunque en este punto parece que la situación también tiende a relajarse), dicho de otra forma. Determinados gobiernos usan las estructuras que sean necesarias para conseguir que en el resto de los países, las empresas puedan hacer lo que dentro de sus fronteras sería inviable.
En realidad tendremos que tener en cuenta que la aparición masiva de inversiones en un determinado país, incluye también la aparición masiva de intereses, que a su vez es el caldo de cultivo perfecto para la multiplicación de las corruptelas, de tal forma que los intereses generales de los ciudadanos, (normalmente difusos), quedan supeditados a determinados intereses particulares. Por esta razón, normalmente es mucho más fácil hacer negocios, (que no siempre significa desarrollar una determinada zona o país), en zonas donde las normas y el interés general sea más laxo; por otra parte el dinero y el poder incrementan la efectividad de estas tácticas. Por esta razón, bien sea en Latinoamérica, África, China o bien en las regiones periféricas de Europa nos encontramos con una combinación que se repite siempre a lo largo de la historia. Negocios de fondos extranjeros, apoyados por los países originarios de estos fondos, gobiernos débiles con estos, pero fuertes contra los ciudadanos, corrupción creciente y miseria global que acaba destrozando las distribuciones de la renta, generando un empeoramiento masivo del conjunto de ciudadanos y provocando en definitiva situaciones económicas insostenibles.
Esto deberemos tenerlo en cuenta siempre, cuando pidamos que desde fuera acaben con la corrupción, sobre todo porque, cuando menos, debemos tener en cuenta la posibilidad de que la corrupción en España, no venga del todo mal a los países a los que le pedimos que acaben con ella.