Este año parece que nos toca reforma fiscal y por tanto, nos tocan cuatrocientas mil opiniones al respecto; y como siempre nos toca repetir hasta el infinito la palabra bonita que oculta la realidad para generar la opinión favorable para el engaño; nada nuevo bajo el sol.
En este sentido, todo analista que se precie debe opinar sobre la reforma fiscal proponiendo reducir los impuestos favorables al crecimiento y basando la consolidación en aquellos impuestos que tengan un carácter neutral respecto a la actividad. Es decir; se nos cuenta que se deben hacer para el bien común, lo cual no significa otra cosa que los que lanzan este mensaje no quieren decir: “nos importa un pimiento todo pero tenemos una lista de impuestos que hay que bajar y otros que hay que subir”.
Como todo esta perversión en el discurso esconde un aspecto cuando menos patético. ¿En que se resume este discurso?. Pues no importa absolutamente nada, salvo el hecho de que los impuestos sean visibles. Si salimos a la calle y preguntamos a quien sea cuantos impuestos se paga; todo el mundo contestará mirando su IRPF y casi nadie sabrá lo que paga en concepto de impuesto sobre hidrocarburos. El gobierno acaba de introducir un impuesto sobre los gases fluorados, y en el colmo de la sinceridad ha manifestado que dado que este impuesto no irá en las facturas, los consumidores no tendremos porque enterarnos ni de que lo pagamos.
Por un lado es obvio y notorio que es más sencillo que haya protestas y reticencias contra aquellos impuestos que se ven, mientras que raramente habrá protestas contra aquellos impuestos que no se ven. Y por el otro lado, esto permite que se pueda hablar de bajadas de impuestos, mientras se sube la recaudación tanto en general, como en la parte de colectivos en particular.
Por ejemplo De Guindos ha manifestado que no es cierto que la consolidación haya caído en la clase media, sino que ha caído en las clases altas que son las que realmente han sufrido sus impuestos. Y esto lo dice, olvidando que la recaudación en impuestos indirectos es la que ha subido espectacularmente y que los impuestos indirectos tienen como característica principal la regresividad. Lo que permite deducir que esta afirmación ya que en realidad son las clases altas las que han visto subir los impuestos más claramente, pero queda lo invisible.
En este sentido también me gustaría recordar que recientemente se ha obligado a las compañías de telecomunicaciones (las últimas que quedaban publicitando sus precios sin IVA, con la excepción de las eléctricas, agua y similares que directamente no publicitan precios y como mucho hablan de porcentajes de descuento sobre algo) a informar de sus precios con IVA.
El problema es que siguiendo este razonamiento, nos podemos encontrar con que los engaños son neutrales si son realizados con la siguiente calidad; o más concretamente nos encontramos con que por mucho que haya impuestos que se vean o no, el problema al final es la regresividad del sistema, la cantidad de tributos que paga cada colectivo de personas, la renta disponible de las personas, y aún por encima la transparencia y confianza, que difícilmente mejora cuando tratando de ocultar ciertas cosas, se busca generar confianza con engaños.
En todo caso aclarar al que piense que la neutralidad se refiere a que los impuestos indirectos son los que afectan menos a la selección de productos a consumir, (y producir), está en un craso error, debido a dos motivos fundamentales. Por definición los impuestos indirectos son aquellos usados para incentivar o desincentivar, (es decir, alterar la decisión), el consumo de los distintos bienes, lo cual es lo contrario a la neutralidad. Por otra parte, el impacto sobre los precios de los bienes gravados depende de cada uno de los bienes y de su elasticidad. Por lo que el impuesto sobre el IVA genera unos efectos automáticos sobre la selección de los bienes a adquirir, aspecto importante porque de esta forma se determina quien soporta el coste.