Entendemos por tanto que un gestor de fondos, un broker, un banco de inversión, o un trader es optimista cuando espera que los precios de los valores de los mercados financieros suban en el futuro. Y desde luego, eso, en un mundo completamente racional nos llevaría a pensar que compraría esos valores, de tal forma que al final subirían de precio.
El proceso contrario, se da en un pesimista, que espera que no se revalorice lo suficiente, o incluso caiga de valor. En este caso, el proceso que se esperaría es que estas personas traten de deshacerse de los valores, de forma que provocan bajada de precio, al poner los valores en el mercado.
Si agregamos, lo normal es que convivan en el mercado optimistas y pesimistas, y lo lógico y lo que se puede esperar es que si los primeros son mayoría, habrá muchas personas interesadas en comprar valores, de tal forma que los precios tienen que subir por la más elemental formulación de la ley de oferta y demanda. Desde luego exactamente el mismo razonamiento observa para el caso contrario, en el que exista mayor número de pesimistas que optimistas. En este caso el precio tenderá a bajar.
Sin embargo, a pesar de que pocos podrán discutir este proceso, lo cierto es que existe la teoría de la opinión contraria que nos explica que cuando el optimismo es extremo, estamos ante un cambio de tendencia. O sea que en situaciones de optimismo máximo, el precio baja, y en situaciones de pesimismo máximo, el precio sube.
Está claro que la teoría de la opinión contraria es un completo absurdo, que sin embargo tiene una gran ventaja: ¡se cumple!.
En referencia a este proceso, también deberíamos recordar que lo normal es que cuanto más alto sea el precio de un valor, menos personas creen que ese valor puede revalorizarse. Es decir, que todos hacemos un análisis, (consciente o no), del precio al que puede llegar un activo. Cuanto mayor sea el precio actual del activo, menos personas creen que en el futuro se pueda revalorizar determinado activo. En consecuencia, también por un elemental razonamiento, el optimismo tiene que reducirse según se incremente el precio. De hecho esto no es más que el razonamiento que justifica que el sector financiero ajusta eficientemente los recursos disponibles, y desde luego este proceso es el que hace imposible las burbujas. El caso es que este argumento, más o menos elaborado, es el que sirve para negar la existencia de todas las burbujas, con frases que van desde el “los pisos valen tanto porque la gente puede pagarlos” (Álvarez Cascos), hasta las reiteradas justificaciones del precio de los commodities por el analista de turno.
Por supuesto, las burbujas son un fenómeno que es teóricamente absurdo en un mercado eficiente, (y por tanto en los mercados financieros, que teóricamente son el ejemplo de mercados eficientes). Como todos sabemos, esta teoría tiene un gran pero: ¡las burbujas existen!.
Desde luego es difícil entender que formulemos teorías, y luego comprobemos que la realidad es exactamente la contraria, y en lugar de analizar que es lo que pasa, pues seguimos aplicándolas como si nada, mientras surgen las teorías contrarias sin que nadie se preocupe de saber el “por qué”.
En este caso particular de la teoría del sentimiento económico, la realidad es que es completamente delirante. Usamos el sentimiento económico que mejora para justificar que los mercados financieros son alcistas, en base a un razonamiento claro, pero llegado un momento, cuando caen los valores, decimos que se ha llegado al máximo de sentimiento económico, para justificar la caída, y nos quedamos todos tan anchos sin explicar porque demonios con el máximo optimismo, resulta que la gente en lugar de comprar como locos, venden como locos.
Y como nadie parece preguntarse por la razón de tal absurdo, la realidad es que ocurre y es importante intentar encontrar explicación a ese fenómeno.
La primera aproximación a este fenómeno es desde luego tratar de cuestionar de alguna forma la elaboración de tal índice. Estos índices, normalmente salen de encuestas entre gestores, de tal forma que una de las explicaciones posibles es que simplemente se mienta.
Como no tiene sentido que los gestores sean optimistas, y no compren, (requisito imprescindible para que bajen los índices), una explicación puede ser que simplemente mientan en la encuesta.
Dicho de otra forma, una posible explicación para la aparente contradicción entre lo que opinan en la encuesta y las decisiones tomadas, es que traten de mentir, asumiendo que tienen la cartera rebosando de valores y miedo al derrumbe, de forma que traten de crear un sentimiento favorable para deshacerse de los activos que tienen.
Esto podría explicar también la aparente contradicción de que a medida que los induces suban el optimismo sea mayor. Al final, cuanto más arriba se encuentre un determinado valor, mayor ha de ser el esfuerzo para tratar de demostrar que puede subir más, y desde luego es difícil no imaginar que ese esfuerzo incluya, además de análisis e informes cada vez más agresivos, ciertas alteraciones de la realidad. Es decir, hay que lograr convencer del optimismo con cada vez más fuerza.
Lo cierto es que zanjando la contradicción mediante el “se miente”, o “se manipulan las encuestas”, o similares, nos encontramos con otras incoherencias. De esta forma, en primer lugar, tenemos que entender que el incentivo de mentir no es tan grande como parece, ya que el coste de “errar”, lo asume el que miente, mientras el beneficio lo asume todo el mundo. O sea, que cada una de las personas que manifiesten optimismo, cuando realmente piensen que los mercados van a caer, está claro que van a cargar con la cruz de un error. Dada la feroz competencia entre los gestores, parece difícil pensar que van a realizar cualquier medida que tiene tal asimetría de costes y beneficios a nivel individual. Asumiendo que el optimismo sea fruto de un engaño, estaríamos asumiendo automáticamente que un gran número de gestores estén decidiendo mentir individualmente para conseguir un beneficio conjunto, lo cual sería ciertamente extraño. A cada gestor con acciones, (y que piense que van a caer), le interesa que los demás piensen que van a subir, pero le interesa decir que van a caer (para ser de los pocos que aciertan). Por tanto ninguno tiene incentivos en mentir.
Por otra parte, realmente tampoco explica la teoría de la opinión contraria, en los mercados bajistas. Incluso aceptando que puedan tener interés en una espiral ascendente, lo cierto es que sólo los bajistas pueden tener interés en una espiral descendente. Lo cierto, es que por definición a la mayoría les interesa alcista, (a todos interesa coger partes de una tarta cada vez más grande), por lo que es muy difícil pensar que los gestores, dicen que su mercado va a seguir cayendo. No parece por tanto probable que exageren adrede una caída del mercado. En este caso, la única explicación sería la de las manos fuertes que traten de tirar los mercados, para comprar barato y luego vender caro. Aunque evidentemente esto explique determinados movimientos, jamás podría explicar un sentimiento económico mayoritario, porque desde luego la voz y voto de las manos fuertes, queda muy diluida en el total de gestores.
Por estas razones, está claro que la paradoja no se puede explicar en base a un acto intencionado o deliberado, (por lo menos no en la mayoría de los casos). Claro que una vez llego a la conclusión de “porque no es”; tocará una explicación del “porque es”.
En fin, dado que el error intencionado no me parece muy probable, lo que tenemos que explicar es porque las expectativas de subida o bajada de precio se incrementan de acuerdo a la tendencia hasta llegar a un punto en el que siendo máximas, los mercados cambian súbitamente de tendencia. ¿Cómo es posible que cuanto más se acerque al cambio de tendencia, más gestores se equivoquen?. No deja de ser irónico que un gestor pesimista a 10.000, sea optimista a 12.000, y luego se vuelva a los 7.000.
Esto sólo se puede explicar por los sistemas de valoración usados, y la gran preponderancia del análisis técnico y los modelos autorregresivos. En el post sobre si la bolsa anticipaba la economía, ya hice una pequeña reflexión sobre este punto; limitándome a exponer que es difícil entender que los mercados anticipen la evolución del futuro, limitándose a mirar datos pasados.
Y este quizás sea el mayor problema que nos encontramos actualmente con organismos, políticos, expertos y analistas, que conducen (o intentan adivinar cual es la curva que viene), mirando por el espejo en lugar de enfocar al parabrisas.
Lo cierto, es que el uso masivo de estos métodos de análisis, explican perfectamente porque el optimismo se acelera a medida que la tendencia se consolida, hasta llegar a un punto en el que simplemente encontramos el limite que no hemos visto (por mirar hacía atrás), en el caso de un mercado alcista, o a una intervención masiva por parte de las autoridades en el caso de un mercado bajista.
Lo vemos en la vivienda con aquello de “las casas siempre suben”, lo que ha explicado el que subiesen hasta el infinito. Curiosamente, cuanto más altas estaban las casas, mayor era el porcentaje de personas que defendían “las casas siempre suben”. También lo vemos en “La energía barata se ha acabado”, y además las previsiones de precio de petróleo son mayores cuanto mayor sea el precio. Y lo vemos en las cotizaciones de las acciones, de tal forma que hace 10 meses mucha gente dudaba de que se pudiese volver a 10.000, y hoy oímos con total naturalidad el 14.000.
Lo cierto, es que al final llega un límite y de repente todo se derrumba, Por supuesto, en el momento anterior al derrumbe el optimismo es máximo. Sin embargo, es difícil entender que exista una relación causa-efecto, sino más bien que es lógico que cuando empiezan a bajar las acciones, optimistas pasen a ser pesimistas, (la tendencia cambia, y en consecuencia, empiezan a cambiar opiniones).
El mismo proceso es en la bajada. Cuando los mercados son bajistas, lo lógico es que entramos en la dinámica de baja porque baja. Y continuará hasta que alguien intervenga o sinceramente que la bajada sea lo suficientemente importante para que determinados agentes pasen a ser optimistas.
Realmente, lo malo de las encuestas es que preguntan por impresiones de lo que va a pasar, y entonces está claro que están sujetas a errores, (incluso errores colectivos), de tal forma que la teoría de la opinión contraria, realmente nos sirve para demostrar que los participantes en el mercado, (y por tanto el mercado), comete errores a la hora de valorar las acciones.
De hecho, existe una creencia absoluta y desde luego basada en algo muy parecido a la fe, que nos dice que no volveremos a ver los mínimos de marzo. Pues lo cierto es que eso será cierto en el caso de que nos hayamos recuperado.
Incluso en el caso de que todas las inyecciones de liquidez, la eliminación del mark to market, las relajaciones contables, las bajadas de tipos y los mensajes generalizados de optimismo hayan tenido algo que ver con las recuperaciones de los mercados financieros, podemos creer que no volveremos a ver los mínimos de marzo, si consideramos que los gobiernos pueden mantener indefinidamente estos instrumentos y si consideramos que esto ayuda a la recuperación de la economía real en lugar de penalizarla.
Pero si creemos que la recuperación de los mercados financieros, algo tuvo que ver con la actuación sin precedentes de los gobiernos; y pensamos que los gobiernos no pueden sostener indefinidamente la situación; y pensamos que la realidad económica respecto a marzo es hoy peor, (ya que una ralentización de la caída dista mucho de ser una recuperación), la conclusión es que difícilmente se puede entender que los 12.000 en septiembre de 2008 sean una burbuja, y un año después con la economía peor, sean otra cosa.
Y si en marzo de 2009, los gobiernos tuvieron que intervenir por debajo de los 7.000, lo que está claro es que los mínimos serán hoy inferiores. Así de simple.
Ahora queda saber si me calificarían de optimista o pesimista. Y no es tan sencillo, porque desde luego soy pesimista, en el sentido de que nos queda mucho que sufrir, y desde luego optimista, porque realmente está claro que hasta que no se pruebe que solo hay una forma posible de recuperar el sistema financiero. Recuperar la economía, que es en lo que es eso que se supone financia el sector financiero y es eso que hacen cotidianamente las empresas y familias.