A veces debemos recordar que existe una distinción entre bienes privados y bienes públicos. La distinción es relativamente sencilla. Un bien es privado si el consumo de ese bien priva de su consumo a otras personas. Los bienes públicos son aquellos bienes en los que el consumo de cada persona no evita que las demás personas también los consumen.
O sea que cuando me compro un coche, o me como una barra de pan, implícitamente estoy impidiendo que otra persona compre ese coche, o coma esa barra de pan.
En cambio cuando uso el alumbrado público o una carretera, no estoy impidiendo que otras personas disfruten de ese bien.
Esta distinción entronca claramente con el concepto de mercado, ya que la propia existencia de un mercado implica que el consumo de un bien sea excluyente, (además de otras características como el propio concepto de escasez, entendido en sentido amplio: no es posible un mercado para un bien infinito).
Normalmente se acepta que sea el mercado el que debe asignar los recursos para producir estos bienes privados, a la vez que se ha de encargar de su valoración y distribución. El mercado surge por tanto de la conjunción de personas interesadas en producir estos bienes, así como en personas interesadas en demandarlos, de tal forma que unidos ambos parámetros obtenemos el precio y la cantidad producida de estos bienes, la forma de producirlos y en general, lograríamos distribuir eficientemente los recursos de los que dispone la sociedad para conseguir la mayor satisfacción colectiva.
Por supuesto, todo el mundo entiende que la función del sector público ha de ser como mínimo velar por que se cumplan determinadas reglas en los mercados, (técnicamente se llama evitar “fallos de mercados”), así como ocuparse de proveer a la sociedad de los bienes públicos, ya que estos bienes no podrán ser valorados o intercambiados en un mercado; el ejemplo típico es el alumbrado publico, que todos queremos, pero que si pagásemos por el nos encontraríamos con la paradoja de que nadie querría pagar por él ya que pretenderíamos que el coste lo asumiese nuestro vecino, (que por otra parte no podría evitar que nuestra calle estuviese iluminada). La única posibilidad es que estos bienes sean asumidos por el sector público, que a su vez será el ente que reparte el coste entre los ciudadanos.
Como en toda distinción, evidentemente existen casos que son claros, y existen determinados bienes y servicios que quedan en una zona gris, de forma que al final nos encontraremos con que dependiendo donde pongamos la línea divisoria, un bien será público o privado. Los ejemplos de estas situaciones están básicamente en la educación y en general con los mecanismos de protección social como pensiones y sanidad. En la cultura anglosajona, se entiende como bien público un nivel muy básico en ambos, de forma que se considere privado el hecho de conseguir un nivel aceptable de prestaciones en cada uno de ellos.
En la cultura europea, sin embargo, la definición de bien público es mucho más amplia, de tal forma que se tiende a facilitar un nivel mucho mayor para estos ámbitos, de tal forma que el campo privado queda para completar prestaciones pero desde un nivel superior.
Por tanto hay determinados servicios que pueden ser considerados tanto como públicos como privados, ya que si bien en puridad son completamente privados, la cultura del país impone que sean considerados públicos, como se ve por ejemplo en España donde vemos la sanidad como algo universal, algo como el aire, que no puede ni debe escasear, de tal forma que en este sentido se ha convertido en un bien público, de forma que la sanidad privada tendrá que ofrecer algo distinto a cobertura sanitaria, por ejemplo la rapidez.
Pero bueno, hoy hemos desayunado con la propuesta de fomento de privatizar la infraestructura del AVE. Aquí el problema es que tenemos un mercado inventado. A diferencia de cuando un bien privado se convierte en público, donde realmente detraemos bienes de mercado, en este caso el proceso es completamente distinto. ¿Por qué?. Pues básicamente porque se crea un mercado en el que además los proveedores, son los clientes de forma que generan unas cuantas interferencias, en los despachos. Por ejemplo, cuando construimos un parking, para que sea rentable se eliminan aparcamientos de la superficie, de forma que al final lo que conseguimos es que tendremos que pagar un importe superior por aparcar. Cuando crean una autopista, tenemos que asumir que la carretera alternativa no va a ser mejorada, de forma que por buscar el negocio, se va a tratar de hacer más pesada la carretera, incluyendo la presión en radar, la no reparación de puntos negros…
Y ahora queremos hacer lo mismo y yo me pregunto si realmente el contribuyente gana o pierde.
por que contratamos al sector privado?.
¿financia las obras?, últimamente no.
¿asume los riesgos?. No porque luego los sobrecostes los paga el estado.
¿reduce costes?. Pues no, por que realmente tenemos que pagar contratas, subcontratas, auxiliares y demás, (incluyendo todos sus beneficios y sus comisiones).
¿aprovechamos que una empresa dispone de maquinaria o ingenieros para repartir entre varios clientes?. Pues no, porque no hay nadie mas en el pais que haga vias de tren o carreteras.
¿Cuándo privatizamos el servicio de recogida de basuras y obligamos a contratar trabajadores, comprar los camiones y adscribirlos a determinado ayuntamiento a cambio de un pago teórico, no estará pagando el estado un beneficio por un servicio que podría prestar directamente?.
Por no hablar del caso extremo que ocurre cuando pagamos entre todos las infraestructuras y luego privatizarlas y que se lleven tres los rendimientos, mientras nos clavan por usar lo que hemos pagado.