En estos días, me ha sorprendido la promoción de una conocida marca de cerveza negra, que ofrece a sus clientes la posibilidad de entrar en el sorteo de un viaje al espacio, ofrecido por la compañía Virgin Galactic.
Por supuesto, lo llamativo de la promoción me lleva a teclear en Google las palabras “viaje espacio virgin”, y sin ninguna dificultad, pasamos a obtener información sobre el premio, e incluso su valor.
El viaje en cuestión se trata de un vuelo suborbital, que tendrá un precio de 200.000 dólares, (poco más de 142.000 euros). Lo cual es un precio bastante inferior al importe de un piso en cualquier ciudad española.
Es cuando entonces nos damos cuenta de lo que significa progreso real y lo que significa una burbuja.
No hace muchos años, la posibilidad de viajar al espacio estaba vetada por los ingentes costes que suponía incluso a la mayor parte de los estados del mundo. Sin embargo, el progreso ha provocado algo que hace unos pocos años era completamente impensable: “la existencia de viajes comerciales al espacio en los que un elevado número de personas pueden acceder a esta experiencia”.
El progreso es esto exactamente, conseguir productos para que los ciudadanos puedan acceder a nuevas metas.
También podemos mirar otros ejemplos, y pensar en un coche de hace 15 años que tranquilamente consume el triple de combustible que un coche actual. En este caso, comprobamos que el progreso, implica que para hacer los mismos kilómetros, los mismos desplazamientos estemos usando la mitad de los recursos de los que disponemos.
Esto es progreso, y estas actuaciones han de ser las que debemos potenciar, apoyar y generar.
Sin embargo, ha pasado algo curioso. Que se observa muy bien con el ejemplo de la gasolina. Todo lo que se genera de progreso en la utilización de los recursos, (todo lo que ahorramos en litros de consumo), no ha servido para que las personas nos beneficiemos, sino que simple y llanamente, ese ahorro ha sido usado por un sistema financiero, (completamente globalizado), para mediante el sistema de la especulación no sólo absorber estos excedentes, sino que de hecho el procedimiento ha sido de tal magnitud que han empeorado el resultado para la sociedad.
De esta forma se explica que si bien, hacer hoy un kilómetro cuesta menos litros de gasolina, o poner la comida en la mesa nos cuesta menos hectáreas de terreno y menos trabajadores, el coste para cada persona es significativamente superior en relación a lo que esta persona puede generar para la mayoría de los casos. Dicho de otra forma, aunque el bien o servicio, o la necesidad satisfecha sea más barata midiéndolo en recursos, el precio a pagar es sensiblemente superior.
Esto explica que hace 20 años, un viaje espacial equivalía a un número casi incalculable de viviendas, hoy resulta que es más barato viajar al espacio que comprar un apartamento en cualquier área metropolitana de España.
El progreso es que cada vez más personas puedan acceder a mejoras, jamás podremos entender el progreso en una situación en la que pasemos de que hace 20 años, un sueldo pagaba una vivienda y sostenía una familia, a una situación en la que dos sueldos no lleguen para pagar una vivienda de forma generalizada. Lo curioso de ahora es que las viviendas, (al igual que el kilómetro recorrido), son más baratas en términos de horas de trabajo, y de recursos invertidos.
Todo esto nos lleva inequívocamente a la conclusión de que existiendo el progreso real en nuestra sociedad, existe una gran desviación en la valoración de los activos y recursos de la economía. De esta forma, los precios de los recursos necesarios para sobrevivir están claramente sobrevalorados, el precio del recurso trabajo claramente minusvalorado y ese desequilibrio está afectando al sistema económico de forma dramática, porque entre otras cosas, no se debe olvidar que el fin último de cualquier sistema monetario se encuentra en la valoración de los recursos y productos de una economía, completamente necesario para una correcta asignación de estos, siendo esta la clave del desarrollo.