Es difícil negar la importancia de la evolución de los precios en la economía. Debemos tener en cuenta que los precios representan los ingresos, la valoración y la situación de las empresas, y también los gastos de los consumidores. Por otra parte, analizando los distintos precios, analizamos la situación de cada uno de los mercados.
A pesar de ser una de las variables más importantes, (O por ser), es una de las variables donde nos encontramos con más interpretaciones sesgadas y análisis absurdos de todo tipo.
Si nos damos cuenta, el mayor absurdo lo hemos encontrado en la actuación del BCE y el consenso relativo a sus actuaciones. En el post de “¿Qué va a hacer Trichet?”, he tratado de hacer una exposición de la evolución de las políticas monetarias del BCE; que básicamente se resume en que entre 2005 y 2008, el BCE transmitía la necesidad de luchar contra la inflación. Curiosamente, cuanto más luchaba contra la inflación, mayor era esta. En ese período, (sobre todo en el 2008), ya se percibía la necesidad de una bajada de tipos, que según todos los análisis del momento, sería causa de una situación de hiperinflación. Todos conocemos la realidad de la situación final, ya que cuando en julio de 2008, el BCE abandonó, (por que ya era la situación insostenible), la política de subida de tipos; en lugar de la tan temida hiperinflación, lo que nos encontramos fue con el desplome a partir de septiembre de los precios.
A finales de 2008 y comienzos de 2009, con los tipos en mínimos, lejos de encontrarnos con hiperinflación, nos hemos topado de sorpresa con el fenómeno de la Deflación, (recordemos que lo que se supondría era la hiperinflación). En esta situación, hemos iniciado una carrera para negar la deflación que llegó a niveles absurdos. Entonces hemos conocido que la bajada de precios, no era deflación sino que se llamaba desinflación. En el post “Deflación y Cahondeos”, he tratado de exponer lo absurdo de tal cambio. En algún momento surgió la idea de que la deflación sería cuando el IPC anual fuese negativo durante seis meses consecutivos. Lo cual resumiendo significa que el proceso de bajada de precios, lo reconoceremos cuando los precios sean inferiores a 18 meses antes. Es fácil, verlo, ya que realmente si el IPC interanual es negativo en enero de 2010, significa que los precios tienen que ser inferiores a los de enero de 2009, (lo cual indica que en algún punto intermedio los precios han comenzado a bajar); dado que no vamos a diagnosticar deflación hasta que ocurra tal incidencia durante seis meses consecutivos; es fácil determinar que algo falla.
Por supuesto, la situación llegó al nivel de surrealismo cuando la nueva circunstancia se produjo. Al final tuvimos más de seis meses de IPC negativos. En todo caso, la respuesta fue que “Estamos lejos de la Deflación”. Por tanto el Post tuvo un titulo sencillo: “Deflación; ayer cachondeo, hoy surrealismo”. No se puede entender de otra forma una situación en la que tras más de seis meses de IPC interanual negativo, (definición técnica que se nos facilitó), resulta que se negaba la situación.
El caso es que en todo este panorama, pese a acumular fallo, tras fallo, a nadie se le ocurrió cambiar el diagnóstico y analizar lo que está pasando, lo cual no deja de ser un poco curioso. Entiendo que cuando las teorías comúnmente aceptadas, (frase que nunca puede faltar), fallan estrepitosamente, debemos buscar, detectar e identificar los errores.
Y en este sentido en torno a este concepto han existido varios y muy llamativos; lo cual es la consecuencia lógica de todo un esquema dogmático completamente alejado de la realidad. Uno de las ideas más generalizadas es aquella de considerar la inflación como el impuesto del pobre; lo cual es una frase tan buena a nivel de marketing, como falsa; en el post de “Sentencias Gump; la inflación es el impuesto del pobre”; ya trataba de explicar que realmente la inflación no es más que la subida de precios en una economía, lo cual implica la pérdida de valor de la moneda. El resumen es sencillo; la pérdida de valor del dinero, afecta al que tiene dinero, (y cuanto más dinero, más afecta).
Pero desde luego, el problema más grave es que en algún momento nos encontramos con una situación en la que identificamos completamente el IPC con la inflación. La inflación es la subida de los precios producidos por una economía, mientras el IPC recoge los precios de los bienes consumidos por los particulares. Desde luego existe relación entre el IPC y la inflación, ya que el IPC recoge algunos de los precios de los bienes vendidos en nuestro país. Sin embargo, debemos tener en cuenta que una gran mayoría de los precios de las empresas españolas no están simplemente recogidos en el IPC. En el Post de “límites en el PIB y el IPC. Los valores finales no pueden reflejar la cascada” traté de explicar que todas las variables en cascada, simplemente no dan información sobre lo que ocurre en los casos intermedios. Lo que significa esto, es que a pesar de que la inmensa mayoría de las empresas españolas estén reduciendo precios, (Deflación), este fenómeno jamás aparecerá reflejado en el IPC.
La identificación de IPC e inflación, nos lleva a otro gran error, que es considerar el IPC como una medida del poder adquisitivo de los consumidores. En este sentido en el post “El IPC como medida del poder adquisitivo” he tratado de señalar tres grandes fuentes de error, a la hora de identificar el IPC para analizar nuestro poder adquisitivo. Por un lado, debemos tener en cuenta que en la construcción del IPC estamos considerando una cesta de la compra fija, (necesario, para analizar la evolución de los precios). El caso es que cuando entramos en crisis, el consumo real, no se corresponde con la cesta, por lo que tenemos un primer error. Por otra parte, el IPC tampoco recoge variaciones en los precios de vivienda y gastos financieros, (con toda lógica, ya que no son bienes de consumo); y por supuesto, se tiene en cuenta el “efecto calidad”, que afecta al resultado. El IPC es por tanto una de las medidas del poder adquisitivo, pero no sirve por sí solo, sin tener en cuenta los aspectos que el IPC no recoge.
Otra de las grandes relaciones que no se suelen cuestionar es la relación entre la competitividad y los precios. En este caso el post, lo he titulado “competitividad y precios. Grandes incógnitas”. En este caso el problema es más peliagudo, porque en este caso, seguimos acumulando errores, a los ya mencionados. Por un lado, nos encontramos con que al usar el IPC, estamos analizando aspectos claramente no comparables. La competitividad ha de ser nuestra capacidad de competir con empresas foráneas, y es muy difícil analizar si una empresa Española puede colocar sus productos en Londres, mirando el precio del pollo en Alcobendas. El IPC son los precios de los productos en los supermercados Españoles, y desde luego no tiene nada que ver con las posibilidades de las empresas en el exterior. En todo caso, la capacidad de subir precios, no tiene porque suponer automáticamente pérdida de competitividad, sino más bien al contrario.
En base a estos errores y desviaciones, yo tengo claro que hace bastante tiempo que estamos en deflación, situación que es negada hasta limites insospechados, (ya sea intencionada o inintencionadamente). Sin embargo, aunque sea negada, la situación provoca una serie de efectos en la economía. ¿Estamos en inflación o deflación?. Pues es tan fácil como saber cuales son los efectos de una u otra situación; imaginemos que nos ponemos delante de un coche y desconocemos cual es el pedal del freno y del acelerador. Pisamos un pedal, y comprobamos lo que ocurre. Si el coche acelera, es que estamos pisando el acelerador; ¡fácil!, ¿no?.
Pues en esta situación, tenemos que saber los efectos de la deflación sobre la economía, (los de la inflación serían los contrarios). Para ello he puesto dos post; uno que podríamos decir que es un poco más técnico, en el sentido de que trato de describir de una forma sencilla los efectos que se producen, y que he titulado: “Deflación, (o como se llame ahora), tipos de interés y otros efectos”. El otro es en término de fabula tratando de describir como la deflación lleva a una empresa al desastre y crea los famosos activos tóxicos; este lo titulé: “De Borja, Lolo y otras especies”.
Y en definitiva llegamos pues al post que denominé: “Discusión entre inflación y deflación”, que básicamente sirve de compendio para tratar de explicar las razones por las que la inflación no ha venido cuando se suponía que venía, y porque con todo seguimos oyendo que se avecina un proceso de inflación.