Hugo Chávez y Nicolás Maduro, Fidel y Raúl Castro, Rafael Correa, Evo Morales, Dilma Rousseff... Pablo Iglesias. «Si Bolívar viviera hoy y pudiera ver lo que ha ocurrido» en los países latinoamericanos, sostienen el intelectual chileno Axel Kaiser y la politóloga guatemalteca Gloria Álvarez en «El engaño populista» (Deusto, 2016), «su depresión probablemente lo llevaría al psiquiatra». Los dos expertos desmontan en su libro las políticas de la ola populista que en los últimos años han «arruinado» la región.
La corriente bolivariana que manda en Latinoamérica no pertenece a la tradición de izquierda, dicen Kaiser y Álvarez, son puro populismo. El líder de Podemos, como los presidentes a los que ha tomado como modelo, «ha promovido deliberadamente un gran engaño, que es el de prometer bienestar para todos con ideas y proyectos políticos cuyo resultado no puede ser otro que la destrucción de las posibilidades de progreso y las libertad de los ciudadanos». Los pilares del «socialismo del siglo XXI» son cinco.
El «Pueblo» contra el «antipueblo»
El líder populista distingue en su discurso el «pueblo» del «antipueblo», y él es quien encarna el «pueblo». Los autores del libro mantienen que esta dualidad «fomenta el odio en la sociedad dividiéndola entre buenos y malos», y recuerdan el lema del Che Guevara en 1967: «El odio como factor de lucha».
Una vez establecido quién es el enemigo, «el segundo paso consiste en eliminar la libertad económica», siempre dentro de una «adoración febril del poder del Estado, su motor último». Según Kaiser y Álvarez, el populismo es estatista y, «más allá de la complejidad de las comparaciones, ideológicamente, gente como Mussolini, Hitler, Stalin y Mao estuvieron en la misma trayectoria de un Chávez, Perón, Castro, Iglesias». El fascismo y el nazismo están inspiradas en gran parte en el socialismo marxista, argumentan los dos politólogos.
El líder «salvador» frente a los otros
La culpa de todos los males la tienen los otros, ya sean los ricos, los «gringos», el capitalismo o la CIA. El político populista siempre es la víctima y se presenta como el «salvador» que pondrá «fin a la conspiración conjunta de las oligarquías nacionales y los perversos intereses capitalistas internacionales».
Kaier y Álvarez explican que este complejo surgió hace varios siglos con el filósofo Montaigne, con la idea de que «el mercado es un juego de suma cero donde lo que uno gana se debe a que otro lo pierde».
Una idea, la de culpar a otros de los propios errores, que ha sido desarrollada por sucesivos autores a lo largo del tiempo y «sigue estando tan viva como nunca». Es una característica esencial de los populismos latinoamericanos.
Paranoia antineoliberal
«El«neoliberalismo» es una especie de genio maligno que amenaza con sumergirnos en las tinieblas para siempre», escriben en «El engaño populista». Chávez en Venezuela, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, Kirchner en Argentina...
Todos han señalado al «neoliberalismo» como causante de las desigualdades y ofrecen el socialismo del siglo XXI como salvación. No saben que el término, acuñado en 1932 por el intelectual alemán Alexander Rüstow, hacía referencia a un camino intermedio entre el capitalismo y el socialismo.
En su origen, el «neoliberalismo» estaba «más cercano al mundo socialista que al mundo propiamente liberal». Según los autores del libro, el uso populista del «neoliberalismo» es una trampa para justificar moralmente su «indefendible ambición de poder». Los números demuestran que los ingresos de los pobres son diez veces mayor en los países con más libertad económica que en los que esta queda restringida: «No es lo mismo ser pobre en Suiza que en Venezuela».
«Destruir la democracia desde dentro»
Si el socialismo clásico aspiraba a derrocar el orden burgués a través de la revolución violenta, el populismo «pretende llevar adelante su programa autoritario aprovechando los mecanismos electorales para destruir la democracia desde dentro».
Según su lógica, quienes se oponen a las decisiones de las mayorías gobernantes son «golpistas o antidemocráticos». Kaiser y Álvarez se detienen en Pablo Iglesias, «el más leído y escrito entre la nómina de populistas actuales», quien declaró que la democracia «es el movimiento dirigido a arrebatar el poder a quienes lo acaparan (el Monarca o las élites) para repartirlo entre el pueblo». La idea de democracia del líder de Podemos es «aquella que propusiera el verdugo Maximiliano Robespierre en tiempos de la Revolución francesa».
Cuando el secretario general de Podemos dice que la democracia solo es posible si desaparecen los privilegios de la clase dominante en favor de la mayoría desfavorecida, en realidad está diciendo que «la democracia equivale al socialismo, es decir, a la redistribución igualitaria de la riqueza», dicen los politólogos. Advierten de que Iglesias usa el concepto de democracia como una «mascarada, una verdadera farsa para avanzar proyectos populistas que buscan apariencia de legitimidad popular».
«Igualdad en la miseria»
El discurso populista, influenciado por el marxismo, se articula a partir de la igualdad material. Pero los propios líderes socialistas vulneran sus principios: Fidel Castro, con un patrimonio de 900 millones de dólares, es uno de los políticos más ricos del mundo. «Siempre es una élite la que reemplaza a otra», advierten Kaiser y Álvarez: «A lo sumo se puede decir que el populismo socialista ha logrado cierta igualdad, pero una igualdad en la miseria». La consecuencia de este igualitarismo es la corrupción: Transparencia Internacional sitúa a Venezuela al nivel de países como Haití y Corea del Norte.