Esta crónica sobre el último módulo que sufrí-cursé este mes de marzo, está muy retrasada respecto a cuando ocurrió debido a que todavía no se muy bien como salí de esta, pero debido a la lección que se extrae de ella, se me ha instado a redactarla con toda la veracidad con la que ocurrió. Forma parte de la penitencia impuesta, por lo que no ahorraré chuflas y mofas sobre mi propia persona. Su extensión es muy similar a Guerra y Paz de Tolstoi, por lo que puedes pasar directamente al párrafo final que lo resume todo a la perfección:
Con las lecciones del coaching todavía fresquitas, y no habiendo pasado más de 5 meses de acople a los nuevos timmings de trading, trabajo más o menos constante, y con más chulería que vergüenza, aquí el primo que les cuenta este cuento se le pasó por su mollera que ya estaba de sobra preparado para adentrarse en futuros y derivados como quien se mete al mercadona a comprar yogures sin gluten. Ferrán, que pide informes de progreso, y que aunque no los pida los mercados le chivan como nos desenvolvemos, ya sabía que el menda lerenda, aunque muy empeñoso y currante a ratos pasajeros estaba verde como una pera limonera. Ferrán pasaba de mi, y dejaba que mi evolución tomara su tiempo, pero yo, impaciente como un niño de teta, no había semana que no le diera a Ferrán la murga y matraca con que tenía que darme el siguiente módulo de derivados. Fue tanta la tontuna invertida, y tanta la insistencia, que Ferrán accedió a darme el módulo… a regañadientes o eso parecía, y ya sabemos todos mis compañeros de penas y alegrías que con el señor Castillo lo que parece no es.
El ritual se repetía por tercera vez, y después de recogida en la estación, cafelito donde siempre, compartir experiencias , y nos vamos de seguido a la trading zone que tan buenos recuerdos me había dejado de las últimas veces. Como decía antes, este sobrado que les escribe se creía que el ritual era el mismo, pero no, el traje a medida esta vez era diferente, y el nivel de exigencia se puso enseguida al 100%..., y mira tu por donde, que toda la tranquilidad que tenía en un principio se desvaneció por completo y no ha aparecido hasta este justo momento. En verdad parezco tonto de baba porque una de las primeras cosas para las que se nos entrena es a tener una tensión constante (que no estrés) cuando nos enfrentamos al mercado. Pues bien, el lunes el chorreón de información, valoración de nuevos escenarios y herramientas era tan extenso, que la pobre experiencia adquirida por mi en los últimos meses no fue suficiente para soportar este nuevo escenario. Ya ese día la comida no me pasaba de la boca, y la sensación de que el mundo va al doble de velocidad de lo que tu puedas ser capaz de correr me dejó muy desorientado y tocado, recordando que sensaciones parecidas ya me ocurrieron cuando me invitaron al primer cigarrito de la risa marca Ketama güena. El día siguiente transcurrió con una dinámica muy parecida, y aunque le pusiera todo el empeño y estudio posible, se notaba por encima de todo que mi experiencia en mercados era exigua y rácana… insuficiente, y un peligro para mi propia integridad.
Creo que la mejor lección que he aprendido en mi vida ha sido en esa semana, y se puede resumir en una sola palabra: Consciencia. Esta palabra significa mucho más que el hecho de estar despierto y es en resumen honestidad completa. Consciencia para mi fue detectar antes de que fuera tarde mi debilidad. Consciencia fue el saber que un paso más no sería avanzar, sino retrocerder. Consciencia fue ser honesto con quien realmente importa, contigo mismo… Consciencia es saber lo justo y necesario que es esa colleja que llega a tu blanco pescuezo con cariño y mala hostia a partes iguales. Mano de santo y mejor que un orfidal antes de irse a la cama.
El cafelito del miércoles casi se convierte en brunch, porque la charla a pecho descubierto que mantuvimos Ferrán y yo fue de las largas. Ahí hubo mucha vergüenza torera, mucha mea culpa y una sola sonrisa, que ya adelanto que no fue la mia… Ferrán ya sabia que eso pasaría y dejó que me estampara con toda la violencia que da la falsa seguridad. Con todos mis cojones morenos le propuse a Ferrán que esa semana fuera de repaso y de entrenamiento de los módulos anteriores… naranjas de la china me dijo. Las decisiones se llevan hasta las últimas consecuencias, y si no te pasa como a Manolete, que si no sabes torear para que te metes. La Guantá es de recibo y merecida, a ver si voy a ser el más chulo de la guardería y voy a proponer reglas especiales. Lo que si me dijo, es que lo que quedaba de mañana iba a ser de repaso, pero de repaso a match 3, con lo que me daba media hora para meditar, focalizar debilidades y exponerlas… un único consejo: El resto de la semana iba a ser una pesadilla, aparentemente está todo perdido, por lo que la tranquilidad y la concentración era lo único que me iba a salvar… encomendarse a la suerte también era una opción.
Pues nada, respiración profunda, focalización y al toro. Día y medio por delante más un examen que se presumia como el de la agonía del cochino, pero bueno, vamos a echar el resto y hagamos un Gary Cooper en sólo ante el peligro, alma encomendada a los reyes Magos, a Santa Gemma Sandunguera y a San Cucufato bendito.
El respetable se puede imaginar el resto de semana que pasé, los adjetivos se quedan cortos, y el sueño no era una opción, por lo que la cafeína, la taurina y cojoncina rulaban que daba gusto.
Aprobado estoy, apurado como un rasurado de maquinilla de 20 hojas. Y el factor suerte tiene aquí un 60% de culpa del aprobado. Suerte, si, esa suerte que hace que los mercados se alineen a tu favor aún no mereciéndola, esa suerte que te hace creer que eres un fenómeno pero que te confía para luego quitártelo todo. De eso soy consciente, y aunque los números de la nota no mientan (Ferrán tuvo que echar mano de calculadora científica de esas que tienen tropecientos decimales), la sensación que me quedó no es que tuviera una flor en el trasero, sino que podría ser la próxima biosfera de la humanidad junto con el amazonas. A muchos compañeros les dije que había suspendido, pero fue más por una cuestión de dignidad personal y sobre todo de respeto a Ferrán. Mi aprobado lo debo ratificar cada día, por que la suerte se da una sóla vez, y menos mal que mi cabeza la tengo amueblada y se que el trabajo a realizar será el doble, porque si no, sería el aprobado más caro de la historia. Ferrán se quedó con ganas de suspenderme, pero sus números no mentían, y la justicia a la que el se encomienda y de la que es fiel servidor hizo que me indultara cuando merecía descabello y vuelta al ruedo con los monosabios de consortes.
Una cosa que os afectará a los que vengan después a los cursos: Gracias a mi gran bocaza, a mi potra y a otra experiencia que tuvo con otro compañero por no ser comedido, Ferrán está muy mosqueado y con ganas de sangre, por lo que la exigencia en los cursos y en el examen será sometida a una revisión total para que no vuelva a pasar lo que pasó. Siento de verdad ( y aquí ya me pongo con la seriedad apropiada) que los que vengáis paguéis el pato por mi culpa.
Pues nada, resumiendo pondré una frase que me dijo un jefe que tuve hace tiempo y que resume perfectamente todo el ladrillo que he escrito … “A la opera se viene cagao”.