La aplicación del término “globalización” es muy amplia debido a los diferentes ámbitos que abarca, tales como el político, económico, social y cultural. Es por ello que si buscas una definición para este término, seguramente encontrarás varias según el ámbito al que se haga referencia.
En el mismo diccionario de la Real Academia Española existen cuatro definiciones, y tres de ellas están orientadas a los diferentes ámbitos que te he mencionado. Una de ellas extiende el término al ámbito propio de las instituciones sociales, políticas y jurídicas hacia un plano internacional. Otra de ellas hace mención a la difusión mundial de modos, valores o tendencias que fomenta la uniformidad de gustos y costumbres; y la última, define el término globalización como el proceso por el que las economías y mercados, con el desarrollo de las tecnologías de la comunicación, adquieren una dimensión mundial, de modo que dependen cada vez más de los mercados externos y menos de la acción reguladora de los Gobiernos.
Sintetizando la idea, podríamos decir entonces que la globalización es un proceso de desarrollo de comunicaciones e interdependencia entre las distintas naciones del mundo, en los ámbitos político, económico, social y cultural.
En el ámbito político, la globalización se materializa en la creciente influencia que ejercen los actores a nivel global (ej.: la ONU, la Unión Europea, empresas multinacionales, etc.) en las políticas y decisiones adoptadas por los gobiernos nacionales. Y al igual que cuando hacemos nuevas amistades, esas influencias pueden ser positivas o negativas. La influencia que ejercen los actores a nivel global sobre los gobiernos nacionales puede ser positiva si por ejemplo, se trata de promover el respeto por los derechos humanos, el desarrollo sostenible, la lucha contra la corrupción, o la justicia social. Pero también la influencia que ejercen esos actores globales puede ser negativa desde el momento en el que generan desestabilización en los países sobre los que influyen, e intereses encontrados.
En el aspecto positivo, la globalización política ha promovido un incremento en la cooperación e intercambio entre gobiernos y organizaciones a nivel mundial. Gracias a ello, se han logrado importantes tratados y acuerdos entre países para afrontar los problemas globales como el cambio climático, la inseguridad o la pobreza, dado que de otra forma, los gobiernos no podrían afrontar esta problemática de forma aislada.
En el ámbito económico, la globalización comprende tres aspectos representativos. Uno de ellos es el aumento del intercambio comercial de bienes y servicios entre países. El otro aspecto es la disminución de barreras ante los flujos de capitales e inversiones globales, y el tercer aspecto a destacar es el incremento de la movilidad de la mano de obra.
Un claro ejemplo del incremento de la libre movilidad de mano de obra gracias a la globalización, es lo que sucede en la Unión Económica Europea; dentro de la cual no existen fronteras para los ciudadanos del bloque económico que quieran residir y trabajar en cualquier otro país de la Unión. Y más allá de los límites de la Unión Europea, gracias a los avances tecnológicos y especialmente de las telecomunicaciones, muchas personas encuentran más oportunidades laborales al poder teletrabajar para empresas radicadas en países distintos de donde éstas residen, a miles de kilómetros de distancia.
Por lo tanto, gracias a este fenómeno de la globalización económica se abren las puertas del mercado global, para que las economías se puedan beneficiar al ampliarse la magnitud del mercado, y poder colocar allí sus productos y adquirir otra mayor variedad a precios más competitivos. Eso a su vez, reduce las desigualdades, fomenta la especialización, y fortalece los tejidos industriales entre otros beneficios.
En el ámbito social, la globalización ha ido integrando de forma paulatina las diferentes sociedades, y ha desarrollado hábitos y estilos de vida común. Este fenómeno incide en todas las facetas de la vida humana, tales como la institución de la familia, el trabajo, la religión, el arte, la educación, e incluso la personalidad.
Es evidente que los estilos de vida de las personas han evolucionado, y las sociedades son más exigentes. Como consecuencia del desarrollo de las telecomunicaciones, los ciudadanos saben cómo se vive en otros países, y eso repercute en los reclamos que hace la sociedad a sus gobernantes. No es casualidad que muchos gobiernos autócratas y autoritarios, restrinjan información a sus ciudadanos clausurando ciertos medios de comunicación, restringiendo el acceso a ciertas páginas web, limitando el uso de internet, monopolizando y estatizando medios de comunicación; lo que en definitiva se reduce a filtrar la información que reciben sus ciudadanos, a fin de evitar que éstos exijan estilos de vida diferentes y que suelen incluir mayores libertades ciudadanas.
Y en el ámbito cultural, la globalización ha contribuido a homogeneizar las expresiones artísticas, los valores y las costumbres a nivel mundial. Muchas sociedades han adoptado costumbres provenientes de otros países, que en sus inicios hubiese sido impensable que se llegasen a popularizar. Sin ir más lejos, en nuestros años de historia de España, ¿cuándo hubiésemos pensado en llegar a festejar el famoso Black Friday, o la fiesta de Halloween?
A veces muchas costumbres foráneas, inicialmente pueden encontrar mayor o menor resistencia en las sociedades donde se intenta institucionalizarlas, pero tarde o temprano se terminan adoptando; lo que convierte a este mundo en una gran aldea global.
En la década de los 90`, cuando desembarcó por primera vez la firma de hamburguesas Mc Donald´s en China, ésta no estuvo exenta de inconvenientes y desafíos debido a las diferencias culturales y a las particularidades del mercado chino. Los menús de hamburguesas con patatas fritas inicialmente no tuvieron buena acogida entre los gustos locales; por lo que la empresa tuvo que adaptar sus menús incluyendo alternativas más alineadas con la dieta china, como productos de pollo y pescado, e incorporar sabores autóctonos. A su vez, la competencia con cadenas locales de comida rápida y establecimientos de comida callejera era feroz, y la percepción entre el público sobre el valor y el precio de la comida rápida también era diferente en aquella sociedad. Por otro lado, los hábitos alimenticios y comportamientos en la mesa de la sociedad china, eran muy diferentes a los hábitos y comportamientos de la sociedad americana. En China tienen diferentes prácticas en la mesa, como compartir platos entre varias personas.
A día de hoy, China se encuentra en la segunda posición del ranking de países con más establecimientos Mc Donald´s después de Estados Unidos.
Los comienzos de la globalización
Si a la hora de buscar una definición sobre el término “globalización” seguramente encuentres varias, lo mismo te ocurrirá si intentas ponerle una fecha concreta al inicio de este proceso.
Realmente hubo varios hitos en la historia de este mundo, que podrían considerarse como inicios de la era de la globalización. No obstante, muchos historiadores, sociólogos, politólogos y demás expertos en la materia, coinciden en que hubo dos fases en este proceso de globalización. La primera de ellas tuvo sus inicios a finales del siglo XV, en la que fue protagonista el Imperio español mediante su descubrimiento de América el 12 de Octubre de 1492, y como consecuencia de ello, la expansión de un proceso de transformación política y cultural en gran parte del continente.
Y la segunda fase del proceso de globalización se sitúa en la segunda mitad del siglo XX, la cual tomó impulso a partir del fin de la Guerra Fría.
Si bien algunas fuentes sitúan a la segunda fase de la globalización en el siglo XIX, como consecuencia de la Revolución Industrial, si comparamos las cifras de intercambio comercial a nivel mundial entre ambos siglos, claramente se observa un despegue de intercambios comerciales durante el siglo XX; y por ese motivo considero más adecuado establecer ese siglo, como el siglo de la segunda fase del proceso de globalización. Durante ese siglo es cuando comienzan a disminuir las barreras y dificultades comerciales, e incluso a reducirse los costos de transporte. Fue en ese período cuando se firmaron tratados y convenios de comercio internacional, como el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (Gatt, por sus siglas en inglés), el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés), la Unión Europea (EU) que entre otros aspectos, quitó aranceles entre los países que la componen, y la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Pero sin duda alguna, la llegada de la red de redes en la década de los 90` fue la mayor impulsora de ese intercambio comercial que ayudó a eliminar barreras de distancias y reducir aún más los costes, democratizando el acceso a muchos bienes y servicios que antes de su llegada, solo eran accesibles para grupos de consumidores mucho más reducidos.
La fábrica del mundo
Las barreras de distancias eliminadas por la globalización, se tradujeron en deslocalización de industrias por medio del traslado de sus procesos productivos hacia países con costes de mano de obra más reducidos, posibilitando de esa manera la reducción del precio final del producto. Esto hizo que más personas tuviesen acceso a diversos productos, beneficiando así tanto a los consumidores, como a las empresas productoras que vieron incrementar sus cifras de negocio.
A partir de la década de los 80`, comienza a ganar impulso el éxodo de empresas hacia China, especialmente en el contexto de la globalización y la apertura económica del país asiático; un éxodo que se intensificará en las décadas siguientes. A medida que China implementaba reformas económicas y abría su mercado al comercio internacional, muchas empresas extranjeras, atraídas por la mano de obra abundante y los costes relativamente bajos, comenzaron a establecer sus operaciones y fábricas en China.
El proceso se aceleró aún más en la década de 1990, durante la cual se bautizó al gigante asiático como “la Fábrica del Mundo”, y siguió durante principios de la década de 2000 con la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001. Esta adhesión facilitó el acceso de Occidente al mercado chino y aumentó las oportunidades para compañías extranjeras. Muchas empresas, especialmente de sectores como la industria y la tecnología, trasladaron parte de sus operaciones a China para aprovechar la creciente economía y el enorme mercado de consumidores. Y poco a poco se fue incrementando la cantidad de productos fabricados en aquel país, como así también la sofisticación de los mismos; hasta tal punto, que ciertas industrias y sectores clave de algunos países pasaron a depender prácticamente en su totalidad de la producción del país asiático.
Sin duda alguna esto facilitó especialmente a los consumidores occidentales, el acceso a más productos gracias a la reducción de costes, pero también incrementó la dependencia de Occidente de la producción china.
A día de hoy, aproximadamente uno de cada tres objetos que se fabrican en todo el mundo, provienen de China.
La desglobalización
Con los años, muchas zonas se fueron desindustrializando para ceder su fuerza productiva y sectores estratégicos al país asiático, el cual supo capitalizar y aprovechar esa oportunidad, hasta convertirse en la segunda economía del mundo.
Pero para entender el fenómeno de la globalización, es importante partir de la primicia de que ningún país es autosuficiente; por lo que al igual que en la vida misma, todos dependemos de todos… Y si se logra una cierta armonía en la que cada uno aporta lo que tiene o lo que mejor sabe hacer, entre todos se avanza mucho más rápido que si cada uno intenta remar por su cuenta. En una economía de libre mercado, donde la convivencia entre países es positiva y todos son parte del progreso, unos aportarán petróleo, otros cereales y alimentos, otros tecnología o conocimiento, otros servicios, y de esa manera las relaciones comerciales fluyen libremente.
Por lo tanto, la globalización funciona cuando las relaciones entre los países son positivas. Pero en cuanto se rompen relaciones, con romper un solo eslabón de la cadena comercial, es posible desencadenar una crisis global de mayor o menor envergadura según lo estratégico que sea ese eslabón.
La crisis sanitaria del COVID-19 sin lugar a dudas, marcó un antes y un después en la historia de este mundo. Durante la pandemia, los intercambios comerciales disminuyeron inicialmente por un problema de oferta, dado que ésta se redujo considerablemente debido a los contagios y las restricciones de la mano de obra; y posteriormente también se redujo la demanda, básicamente porque al estar confinados, ¡no teníamos muchas opciones en las que gastar el dinero!
Este hecho se evidencia en los datos del siguiente gráfico:
Pero una vez controlada la crisis sanitaria, también se observa un crecimiento espectacular del comercio mundial durante el año 2021.
Esa euforia duró poco tiempo, dado que en Febrero de 2022 se desencadena otra crisis de repercusiones globales, provenientes del conflicto armado entre Rusia y Ucrania. Y en el momento en que Rusia le corta el suministro de gas a Europa por su apoyo a Ucrania, la opinión pública comienza a plantearse una serie de cuestiones relacionadas a los riesgos de depender de un solo país para los suministros críticos, como en este caso son las fuentes de energía. Pero también ese planteamiento se extrapoló a otros suministros clave como la tecnología, desviando a partir de ese momento las miradas hacia China. ¿Qué pasaría si de un día para el otro, nos cortasen el suministro de todos los productos made in China? Para no tener que llegar a saber lo que sucedería realmente, las autoridades entendieron que lo mejor es ponerse manos a la obra, e ir reduciendo esa dependencia de ciertos países en aspectos clave como determinada tecnología, energía, industria farmacéutica, infraestructuras críticas, entre otros recursos. Y si alguno de estos recursos no se posee, mejor ampliar el abanico de proveedores, a fin de no depender solamente de un único proveedor.
Como consecuencia de la guerra entre Rusia y Ucrania, tanto la Unión Europea como Estados Unidos y el resto de países aliados, aplicaron una serie de sanciones a Rusia para aislarla del intercambio comercial global. Como alternativa, Rusia buscó cobijo en el gigante asiático para sustituir aquellos mercados perdidos tras las sanciones.
Por otro lado, Estados Unidos prohibió las exportaciones a China de chips de memoria avanzados y de su maquinaria para producirlos, dado que el mercado de semiconductores no solo tiene aplicaciones civiles sino también militares... Y si siguen así, ¡dentro de poco hasta nos quedamos sin Tik Tok! De esta forma, se limitaría a China el avance tecnológico en ciertas áreas que se consideran clave.
En cuanto al suministro de energía, desde que Rusia dejó de suministrar gas a Europa, ésta comenzó una carrera contrarreloj para acelerar el desarrollo de energías alternativas como la solar. Pero en su intento de potenciar la industria de paneles solares, se percataron de que casi el 80% de los módulos fotovoltaicos y paneles provienen de China, y ésta recientemente ha reducido los precios en más de un 50% debido a la sobreproducción y al incremento de existencias; lo que aleja las aspiraciones de Europa de alcanzar una producción de paneles solares de 30 GW de aquí al 2030. Y como si eso fuera poco, China está valorando la posibilidad de restringir sus exportaciones de tecnología necesaria para fabricar energía solar, a fin de fortalecer su industria. Y dejar de importar los suministros necesarios de China, encarecería sustancialmente los precios de la energía solar en Europa, reduciendo así las posibilidades de acceso a esa energía para su población.
A todo esto hay que sumarle el reciente conflicto armado entre Israel y Hamás, que no solo está afectando a la economía de Israel debido al desplome del consumo privado y al incremento de su gasto armamentístico, sino también a la economía global debido al encarecimiento de los costes del transporte marítimo por la crisis del Mar Rojo (consecuencia del conflicto armado), lo que deriva en escasez de suministros. Y como consecuencia de este conflicto geopolítico, se suman las sanciones impuestas a Irán por parte de Estados Unidos sobre redes financieras, personas físicas y empresas, por el apoyo de Irán al grupo Hamás.
Todos estos conflictos generan mayores divisiones y generación de diferentes bloques de países con enfrentamientos bélicos o comerciales, en un mundo en el que hasta hace poco se alentaba el intercambio comercial, la competencia del libre mercado y la innovación.
Aun así, es importante destacar que esta no sería la primera vez que las bases de la globalización económica se tambalean, dado que ciertos sucesos como la crisis financiera de finales de la década de 2010 también afectaron al comercio mundial; hecho que se puede apreciar en la primera de las gráficas expuestas en este artículo.
¿Y ahora qué?
Visto el panorama actual, según algunos expertos hay dos escenarios posibles que sobresalen del resto, y que desarrollo a continuación.
Una posibilidad sería que el proceso de desglobalización se limitara hasta donde hemos llegado, y que de aquí en adelante solo se limite el intercambio de tecnología crítica para la seguridad nacional de determinados países, y el resto del comercio siga su senda alcista.
Pero otro posible escenario sería que se acentuasen los bloques de países enfrentados, fragmentando así los flujos comerciales, y se volviese a desatar una nueva Guerra Fría, pero esta vez entre China y Estados Unidos.
En este último escenario no habría vencedores, sino todo lo contrario; dado que al suspender las colaboraciones en investigación científica y dejar de compartir conocimientos, se evitaría poder alcanzar soluciones globales a problemas globales.
Todo dependerá de las decisiones políticas que se adopten, que en algunos casos dependen de las decisiones que toman los ciudadanos en las urnas…
Todo dependerá de las decisiones políticas que se adopten, que en algunos casos dependen de las decisiones que toman los ciudadanos en las urnas…