A finales de 2011 Banco Mare Nostrum (BMN) realizó una emisión de bonos convertibles en acciones, con un nominal de 150.000 € por bono. Como en el caso de las demás cajas de ahorros y bancos que emitieron participaciones preferentes, obligaciones subordinadas y bonos convertibles, la razón era que la entidad debía mejorar sus ratios de capitalización y solvencia, muy dañadas tras el estallido de las burbujas inmobiliarias y de crédito y de la crisis financiera. Ahora bien, mientras el resto de entidades dirigieron directamente sus emisiones a sus clientes minoristas, BMN dirigió su emisión a inversores profesionales; esta decisión, que en principio es correcta porque se trata de productos que sólo se deberían vender a profesionales, sin embargo parece sorprendente en el marco del esperpento que fueron estos años de crisis porque los mercados mayoristas estaban prácticamente cerrados para las entidades financieras españolas, ya que los inversores profesionales conocían la delicada situación en que se encontraban y no querían arriesgar su capital en ellas. Por ello, BMN no pudo completar la venta de los bonos que había emitido y se tuvo que quedar con los bonos sobrantes, que a continuación colocó a sus clientes con las mismas prácticas seguidas por el resto de entidades: incumplimiento de la obligación previa de evaluar a sus clientes (test de idoneidad); no se entrega información precontractual; recomendación de inversión fundamentada en la elevada retribución del bono, con ocultación de que con su compra se pasaba de ser acreedor ordinario de la entidad a garante de su solvencia ya que se estaban aportando los ahorros de los clientes a sus reservas de capital.
Con tales antecedentes, el Juzgado de 1ª Instancia nº 21 de Madrid ha dictado la sentencia de 4 de septiembre de 2018 que anula la compra de dos bonos por parte de los miembros de un matrimonio.
La emisión de BMN tiene además la peculiaridad de que los bonos debían convertirse en acciones que todavía no habían sido emitidas, por lo que era imposible calcular el valor que podrían tener en Bolsa una vez que se emitieran, a pesar de lo cual ya se establece en el momento de la emisión el precio al que se iban a entregar a los clientes. Es conocido que BMN demoró la emisión de las acciones más allá de lo previsto en la emisión de los bonos y que, en contra de lo previsto en el folleto, no llegó a sacarlas a cotizar en Bolsa por su pésima situación, que sólo se solucionó con su reciente fusión con Bankia.