Título: La madre de todas las batallas
Autor: Daniel Lacalle
Editorial: Deusto
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Daniel Lacalle aborda el complejo panorama energético mundial de una manera certera, a partir de un análisis exhaustivo a la par que incisivo acerca de los retos y las variables que condicionan la situación histórica que vive el mundo respecto a su futuro energético, y tratando de "separar el grano de la paja" para que podamos entender mejor un mercado tan complejo y mitificado como el energético, del que nos aporta una visión global.
De esta manera, se analizan los distintos actores y sus estategias geopolíticas, así como las diversas variables a considerar y sus interrelaciones, para tratar de entender y predecir los desafíos a los que se enfrenta la industria.
Situación actual del mercado energético
Daniel Lacalle nos pone en situación analizando el contexto a través del cual se mueve a día de hoy el mercado energético. Su síntesis se basa en que en el mundo de la energía se está asistiendo en la actualidad a lo que podríamos definir como “La madre de todas las batallas”, en la que por una parte la tecnología y la seguridad del suministro se han convertido en las armas de los países consumidores, mientras que por otra, los recursos y el alcance global lo son para los productores. Daniel asegura que de esta gigantesca guerra que se está librando en el tablero mundial habrá un claro ganador: el consumidor.
De hecho, insiste en que no se trata de una batalla en que hay buenos (renovables) y malos (energías sucias). Se trata de una batalla entre bastidores que va a tener importantes implicaciones, tanto económicas como estratégicas.
La revolución energética
También trata extensamente la cuestión de la revolución energética, de la que piensa que debe ser barata, abundante y asequible. En este caso predice, haciendo un símil con la revolución que ha vivido la sociedad con internet, que habrá de nuevo ganadores y perdedores, ya que podemos encontrar “Googles energéticos” y “pet.coms energéticos”.
Esta revolución de la que hablamos necesita de tiempo, y aunque está avanzada, todavía se encuentra en su fase de proceso. El alarmismo desde el que se trata este tema, según Lacalle, es exagerado debido a motivos geopolíticos y de otros tipos (con un interés subyacente), que han propiciado una percepción generalizada de que hay escasez de reservas energéticas. En cambio, para Lacalle la realidad es bien distinta, y es que los carburantes son muy abundantes. Por poner varios ejemplos, las reservas de carbón dan para absorber la demanda actual durante más de 50 años, las de gas más de 100, y las de crudo, la materia prima de la que más se teme por su supuesta escasez, más de 50 años.
El futuro del petróleo
Hablando del petróleo, la revolución de la energía supone, según Lacalle, el fin de las teorías del pico del petróleo y del mismo fin del mundo. Es evidente para el autor que la producción de petróleo se encuentra en la actualidad más abundante y diversificada que nunca. Así, la demanda mundial de petróleo llegaría a su pico en el año 2020, debido a un ahorro derivado de la eficiencia, que compensaría con creces el aumento de la demanda. De esta manera, llegados al año 2035, la demanda mundial podría haber descendido 13 millones respecto a la actual.
Si miramos las cifras, desde el nacimiento de la industria petrolífera hasta nuestros días se han producido aproximadamente un billón de barriles, mientras que se alberga otro billón y medio más entre reservas probadas y probables. Otros cinco billones se presuponen existentes pero inalcanzables con los precios y la tecnología actuales.
Sin embargo, el autor no ve en ello un problema de finitud, y su tesis gira entorno a una sustitución paulatina por tecnología más eficiente que evitará el dramático desenlace que le supone al fin de la edad del petróleo.
El petroleo como cabeza de turco
Por tanto, para Lacalle el petróleo no crea las crisis, sino que debido al exceso de crédito y de masa monetaria se disparan los precios de las materias primas muy por encima de los fundamentales. Por tanto, el precio del petróleo es una consecuencia, no una causa.
De ahí surgen los comportamientos de los gobiernos consumidores como “free riders” respecto a la OPEP, a la que echan la culpa de la inestabilidad, cuando en realidad están sacando mayor beneficio que los propios productores, debido a los impuestos implantados a sus ciudadanos. Todo esto demuestra que el problema está en que los gobiernos consumidores han creado una especie de dependencia a los impuestos del petróleo, ya que necesitan dichos ingresos para conseguir el equilibrio presupuestario y deudor.