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Conforme se acercan los tiempos de la gripe y de las elecciones sin duda que, una vez más, ya está agazapado y dispuesto a saltar a la palestra de los debates públicos el asunto de las listas de espera. Para el común de los periodistas y para el común de los enfermos no hay mejor indicador de la ineficiencia en la gestión del sistema público de salud que la existencia de listas de espera para acceder a la prestación de servicios médicos. La conclusión ¿lógica? está cantada: más inversiones en esos servicios donde hay esas colas, pues afín de cuentas la salud es lo primero, y las colas por definición son malas. No es por ello nada extraño que este sea un asunto en que los políticos velan y cruzan sus mejores armas dialécticas. Pero como economistas en ciernes deberíamos aplicar aquí también lo que ya sabemos de la teoría elemental de la demanda. Recordemos, en primer lugar, que la demanda de servicios médicos no es en buena parte de los casos totalmente rígida. A este respecto, y a nivel anecdótico se puede citar el hecho comprobado por todos los servicios de urgencia de que las entradas en los mismos caen en picado en los momentos en que se está retransmitiendo por televisión algunos de esos partidos de futbol que los periodistas no dudan en calificar como "históricos" o "del siglo", lo que hace dudar al menos un poco de la urgencia de la necesidad de la asistencia médica (si bien otra hipótesis explicativa sería que el futbol televisado tiene poderes terapeuticos). Ahora bien, si para muchos caso la demanda de asitencia sanitaria no es totalmente rígida, ello significa que es elástica en cierto grado, es decir que la cantidad demandada responde negativamente a alateraciones en el precio. Y, ahora, en segundo lugar, hay que tener en cuenta que el acceso a los servicios médicos públicos es gratuito en términos de precios explícitos (o sea, monetarios), por lo que en general ya sabemos que la cantidad demandada a un precio cero será muy elevada. Incrementar la oferta de forma que se abastezca la demanda a ese precio será con seguridad ineficiente, de donde se sigue que, si no se quiere cobrar por razones distributivas precios por acceder a los servicios médicos, la única forma en que se puede racionar eficientemente el acceso en esa situación será mediante el uso de precios implícitos, es decir, mediante el tiempo que los usuarios están dispuestos a perder para acceder a los servicios. Adicionalemente, tal forma de pago (en principio) penaliza diferencialmente a quienes más renta tienen pues el valor de su tiempo es mayor, por lo que el sistema de listas de espera sería no sólo eficiente sino hasta equitativo. Dicho de otra manera, las listas de espera no son sino la forma en que aparece indirectamente un precio que busca equilibar la demanda a la oferta.
Por supuesto que este es un análisis muy general y elemental, y habría que considerar cómo se administra o gestiona la cola. Ciertamente que utilizar un sistema en que se recibe asistencia por orden de llegada no sería el más adecuado, y por ello no se utiliza en los servicios de urgencioa donde los pacientes reciben una evaluación previa de su estado. Cierto, también, que bien puede ocurrir que la lista de espera sea demasiado larga y por tanto ineficiente. Pero, en general, habría que considerar las listas de espera como un indicador de eficiencia ¿0 no?
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