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LA PARADOJA DEL TIEMPO. La distinta preferencia temporal en los jóvenes y viejos.

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

Jaime Gil de Biedma, "No volveré a ser joven"


Para los economistas el refrán "más vale pájaro en mano que ciento volando" expresa una verdad (casi) general. La de que puestos a elegir entre consumir un bien hoy o consumirlo en el futuro, (casi) siempre (casi) todo el mundo optará por la primera alternativa. Y los "casi" se introducen para dar cuenta de situaciones especiales en las que es frecuente que los individuos prefieran retrasar algún tiempo el momento del consumo para alargar en la imaginación la satisfacción que se estima se va a obtener. Un ejemplo que habitualmente se pone de esta situación es el caso en que un individuo recibe el "premio" de pasar una velada romántica con alguno de los miembros de la pareja globalizada de moda, Angelina Jolie o Brad Pitt, según cuáles sean sus "preferencias" sexuales. Si a los individuos se le da la opción de elegir entre disfrutar de un "premio" así hoy o en un futuro (por ejemplo dentro de una semana), no sería infrecuente que muchos quizás la mayoría se decantasen por esperar, prefiriendo hacerlo en un futuro "para así tener tiempo de paladearlo" mentalmente por anticipado. Pero incluso en estos casos tampoco se llevaría la dilación de la experiencia real muy lejos. El "preparase psicológicamente para la experiencia" puede llevar un cierto y breve tiempo, pero pasado el mismo la urgencia del disfrute de la experiencia se impone.



La preferencia por la satisfacción presente frente a la que se disfrutará en el futuro es variable entre los distintos individuos, que serán correspondientemente más o menos impacientes, por variedad de motivos. Esa preferencia por el presente explica, además, el hecho de que los individuos exijan ser compensados si han de renunciar a una satisfacción hoy, de modo que sólo estarán dispuestos a hacerlo si, a cambio, puedan disfrutar de una satisfacción más elevada en el futuro. Los economistas denominan así "tasa subjetiva de preferencia temporal" a la relación formal en que se expresa esa exigencia de compensación, es decir, la tasa a la que se estará dispuesto a renunciar a un euro de consumo hoy en términos de más consumo mañana, o sea qué cantidad de más habrá de recibir un individuo mañana para que esté dispuesto a renunciar a un euro de consumo hoy. La tasa subjetiva de preferencia temporal expresa implícitamente la valoración o la importancia que el futuro tiene para un individuo. Aquellos individuos que valoren mucho el presente se definirán por tener una tasa subjetiva de preferencia temporal muy elevada, pues exigirían una elevada compensación por renunciar a una satisfacción inmediata. Si un individuo se atuviera estrictamente al carpe diem horaciano o al "no future" de los punkies de hace unos años, ello significaría que para él el futuro no contaría nada en absoluto. Su tasa subjetiva de preferencia temporal sería, pues, infinita. A cambio de renunciar a una satisfacción hoy por valor de un euro exigiría una cantiodad infinita en el futuro. Por contra, para aquellos individuos para los que el futuro es como el presente, es decir, tan pacientes que cuenta exactamente lo mismo el hoy que el mañana, no importandoles por tanto nada el que una satisfacción se disfrute hoy o en el futuro, la tasa subjetiva de preferencia temporal tendría un valor cero pues, a cambio de renunciar a una satisfacción por valor de un euro hoy, no pedirían nada más que una satisfacción por valor de un euro en el futuro.



Ya se ha dicho que la preferencia por el presente varía entre individuos, dependiendo de multitud de circunstancias. Pero sin negar esa diversidad hay que reconocer la presencia de algunas constantes. Y una de ellas, para mí la más llamativa, es que hay, en general, una clara diferencia entre las tasas de preferencia temporal de jóvenes y de viejos. Los jóvenes por lo general parecen ser más impacientes que los más viejos. Tienen más prisa, más ganas de "comerse el mundo", de disfrutar hoy y no dejarlo para mañana, que los más mayores que suelen ser, por el contrario, mucho menos impacientes, más moderados, o sea, en una palabra, tener tasas subjetivas de preferencia temporal mucho más bajas. Todavía me acuerdo a este respecto de la propuesta de "vivir de prisa, morir joven y dejar un bonito cadaver" que recorría como supremo desideratum los circuitos del rock en mi juventud, "ideal" de comportamiento que yo pensaba que tenía su origen en alguien que lo había llevado a sus últimas consecuencias: Jim Morrison, el cantante de The Doors, pero que parece que aparece en una obra de Truman Capote. Conforme fuera pasando el teimpo, la tasa de preferencia tempòral de un individuo iría disminuyenso. Habría quizás un momento difícil de identificar pero real en que, como señala en su poema Gil de Biedma, uno "se habría hecho" mayor, ese momento en que uino se da cuenta "que la vida va en serio", el momento en que se produciría la inversión en las tasas de preferencia temporal de modo que uno pasaría a tener una tasa de preferencia temporal mucho más baja que la media de los jóvenes. Uno se habría hecho viejo.



Y aquí surge la paradoja. pues uno podría pensar que quienes debieran tener tasas de preferencia temporal más elevadas debieran ser precisamente los más viejos y no los jóvenes por la sencilla razón de que estadísticamente a los más viejos nos queda mucho menos tiempo por delante que a los más jóvenes, por lo que lo lógico para los que somos más viejos sería tratar de aprovechar mucho más el tiempo, disfrutar cuanto antes de las satisfacciones en el presente porque, simplemente, nos quedan menos "presentes" en el futuro. Nuestro lema debiera ser algo asi como "vivir lo más rápido que se pueda y dejar un cadáver cuanto más desgastado mejor" pues el tiempo se nos va de las manos. Por el contrario, quienes debieran ser más pacientes a tenor del envidiado largo futuro que todavía les aguarda debieran ser los jóvenes, sus tasas subjetivas de preferencia subjetiva debieran ser por ello más bajas y su lema consecuentemente debiera rezar algo así como "vivir tranquilos y.... a cuidarse" pues tienen todavía tiempo de sobra. Pero somos los viejos los que nos cuidamos, los que dejamos de atrevernos a experiencias mínimamente arriesgadas, los que preferimos vidas aburridas y monótonas. En suma, las tasas subjetivas de preferencia temporal son más bajas en los viejos que en los jóvenes, pero debieran ser por contra más elevadas.



Sólo se me ocurre una explicación para esta paradoja, y no estoy muy seguro de que sea, ya no digo cierta sino meramente adecuada. Se trataría de considerar el tiempo desde la doble perspectiva de stock y flujo que usa la Economía para calificar y clasificar cualquier variable. El que los viejos tengamos tasas de preferencia temporal más bajas, o sea que valoremos más el futuro que los jóvenes se explicaría porque nos fijamos en el tiempo como variable stock, como un "algo" que tenemos, y claro, conforme nos hacemos mayores menos tiempo nos queda, el stock de tiempo disponible se nos va reduciendo, y la respuesta es que, al ser más escaso el tiempo que nos queda por delante, lo valoramos más siguiendo la habitual lógica económica que relaciona el valor de algo con su escasez relativa. Por el contrario, los jóvenes tendrían un stock de tiempo tan grande que su valor sería, correspondientemente, mucho más bajo. Valorarían, pues, el futuro menos que los viejos. Sus tasas de preferencia temporal serían, pues, más elevadas.




Esto por lo que respecta a la consideración del tiempo como un stock, pero es que el tiempo también puede concebirse como un flujo, que es como lo percibimos cotidianamente, como algo que se nos escapa de las manos queramos o no. Por mucho que nos cuidemos no podemos alargar mucho el stock de tiempo que nos queda por delante porque no podemos disminuir el flujo del tiempo. Cada día que pasa es un día menos y no se puede hacer que los días dejen de pasar o que pasen más despacio. Y desde esta perspectiva del tiempo como flujo, lo lógico es llenarlo de contenido, o sea no renunciar a "cargar" cada milímetro de espacio disponible en esa cinta transportadora que nunca se detiene que es el tiempo, de cosas, afectos, vivencias, y más aún cuando se ve que el "rollo" de cinta que queda aún por desenvolver cada vez tiene un diámetro más pequeño. En consecuencia la tasa subjetiva de preferencia temporal, cuando el tiempo se considera como flujo, debiera ser para los más viejos mucho más elevada que para los jóvenes, pues carece de sentido dejar para mañana las satisfacciones que puedes disfrutar hoy si cada vez te quedan menos mañanas. En otro de sus poemas, Píos deseos al empezar el año, Gil de Biedma expresa esta perspectiva al modo de los poetas, o sea, de esa forma tan verdadera a la que nunca puede optar los argumentos teóricos, señalando el riesgo de confiar en el futuro como lugar de las satisfacciones pues, no nos engañemos, el reinado de éstas está en la juventud:

Pasada ya la cumbre de la vida,
justo del otro lado, yo contemplo
un paisaje no exento de belleza
en los días de sol, pero en invierno inhóspito.
Aquí sería dulce levantar la casa
que en otros climas no necesité,
aprendiendo a ser casto y a estar solo.
Un orden de vivir, es la sabiduría.
Y qué estremecimiento,
purificado, me recorrería
mientras que atiendo el mundo
de otro modo mejor, menos intenso,
y medito a las horas tranquilas de la noche,
cuando el tiempo convida a los estudios nobles,
el severo discurso de las ideologías
-o la advertencia de las constelaciones
en la bóveda azul...
Aunque el placer del pensamiento abstracto
es lo mismo que todos los placeres:
reino de juventud.
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