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                                                 FERNANDO ESTEVE MORA

Don Antonio Machado conocía muy bien a los agricultores, a los campesinos. Los conocía de verlos, hablarles, oírles  y andar con ellos por esos campos dejados de la mano de  Dios, y por ello los  describe perfectamente en su bellísimo y profundo poema, Por Tierras de España, de su obra Campos de Castilla , que paso a transcribir por si alguien no lo conoce:


El hombre de estos campos que incendia los pinares

y su despojo aguarda como botín de guerra,

antaño hubo raído los negros encinares,

talado los robustos robledos de la sierra.

 

Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;

la tempestad llevarse los limos de la tierra

por los sagrados ríos hacia los anchos mares;

y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.

 

Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,

pastores que conducen sus hordas de merinos

a Extremadura fértil, rebaños trashumantes

que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.

 

Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,

hundidos, recelosos, movibles; y trazadas

cual arco de ballesta, en el semblante enjuto

de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.

 

Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,

capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,

que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,

esclava de los siete pecados capitales.

 

Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,

guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;

ni para su infortunio ni goza su riqueza;

le hieren y acongojan fortuna y malandanza.

 

El numen de estos campos es sanguinario y fiero:

al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,

veréis agigantarse la forma de un arquero,

la forma de un inmenso centauro flechador.

 

Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta

—no fue por estos campos el bíblico jardín—:

son tierras para el águila, un trozo de planeta

por donde cruza errante la sombra de Caín.


Por supuesto que, hoy, nadie se atrevería a escribir esto ni nada siquiera parecido. Se arriesgaría a una denuncia,a una condena judicial, a un "escrache" callejero, al ostracismo político y social. Malos tiempos estos para la lírica...y para la sinceridad. Porque, ¡Dios!,  ¡Qué increíblemente certera es la  descripción sociológica y psicológica del mundo de los agricultores españoles la que consigue Machado en este bellísimo e intemporal poema! Por ella, por él,  no han pasado los años. Y cualquiera que lo conozca, se daría cuenta que, el otro día, el domingo 20 de abril, ahí de nuevo estaban los mismos campesinos que retrataba Machado manifestándose en Madrid a favor de sus preferencias de siempre: a favor de  la extinción de los lobos y otras especies "ponzoñosas" o inservibles, a favor del uso de fertilizantes químicos nocivos, a favor de las talas abusivas de bosques, a favor de las plantaciones de eucaliptos y especies "útiles", a favor de la  desecación de lagunas y albuferas.... Sí, son los mismos. Aunque ahora vayan en 4x4 en vez de en mulos o vistan de verduscas cazadoras guateadas en vez de "pardos sayos".

No les culpemos por ello sin cristiana compasión. Como Machado tratemos de explicar su "alma fea". Su postura es,  quizás,  comprensible: sí, está claro, el campesino español odiaba  la Naturaleza en tiempos de Machado, y sigue odiándola hoy. Al igual que el minero odia el oscuro y asfixiante pozo en donde ha de ganarse la vida,  que el trabajador industrial odia la cadena de montaje, que el pescador  detesta el mar y el oficinista su oficina, el campesino ya sea agricultor o ganadero, no le tiene el menor cariño a la Naturaleza. Nada hermoso o bello ve en ella. Para él sólo es un "medio de producción". Sólo le sirve para sacar de ella el mayor provecho económico que pueda. Pero no es lo mismo. La Naturaleza no es y no puede ser tratada como un taller, una fábrica o una oficina. El maltrato a la Naturaleza, a diferencia al que se hace a una oficina o un taller, revierte sobre todos. Por la sencilla razón de que no es ajena a nosotros, somos parte de ella. Las actividades económicas en o sobre  la Naturaleza tienen  efectos sistémicos o ecológicos generales. (E incluso estéticos: ¿por qué los campesinos creen tener derecho a usar del campo como un  vertedero?). Pero eso de la Ecología le parece a los agricultores una de esas "pijadas" de la gente de ciudad.

Ellos "pasan" de ecologías. ya saben de lo natural  más que nadie, todo lo que se tiene que saber. Y es que, como señaló  Machado en otro poema, el campesino español  "desprecia cuanto ignora". Y , ciertamente, aunque viva en medio de la Naturaleza, el campesino  no sabe nada de ella. Nada sabe de sus ciclos. Es comprensible por otro lado, pues, recordemos, la Ecología es una ciencia recentísima. Empezó en el siglo XIX   y todavía nos asombran sus descubrimientos. Nos asombran y nos dan miedo pues los ecólogos nos advierten repetidamente que nuestra cerril, cerrada y reducida mentalidad campesina todavía anida en nuestras mentes, en las de todos, y nos hace ciegos a los efectos sistémicos de nuestras actividades que nos están conduciendo ineluctablemente a la catástrofe global. Lo que es inadmisible es que se digan que ellos son los que sí saben de la Naturaleza, que ellos son los auténticos ecólogos porque viven y se dedican a "explotar" directamente a la Naturaleza.  Ése es el problema del "alma" campesina que es miope, centrada en lo más inmediato e incapaz de ver el mundo con ojos abiertos, que por usar de la jerga económica no se da cuenta de la presencia de externalidades negativas generales de su comportamiento.

Por ello, como economista, me ha parecido enormemente bien que el mercado, tantas y tantas veces culpable de las destrucciones  ecológicas, a veces sorprendentemente funcione en la dirección ecológica y económica correcta.

Veamos. Como es de sobra conocido, los derechistas gobiernos de la Región de Murcia y de la Comunidad de Anadalucía son gobiernos que presumen de cercanía o sintonía con las preferencias de los campesinos machadianos de ayer y de hoy. O sea, y por decirlo claramente, están siempre a favor de tolerar y amparar cualquier destrozo de la Naturaleza si ello les llena las cuentas corrientes de esos sus electores. El destrozo irreparable de las costas mediterráneas, de los humedales y de los bosques de las zonas donde mandan son ejemplos evidentes de esa defensa de los "propietarios" de la Naturaleza y de ese odio a la Naturaleza en sí que caracteriza a VOX y al PP. Los últimos ejemplos de este comportamiento generalizado lo están siendo la defensa de las prácticas agrícolas en los entornos del Mar Menor y de la "joya de la corona" ecológica española, el Parque Nacional de Doñana.

Pues bien, nada parecía poder oponerse a este comportamiento naturicida de los gobiernos murciano y andaluz. Por supuesto no  el débil por impotente y cobardica gobierno de Madrid... hasta que, afortunadamente,  ha aparecido el Mercado. El mercado en la forma de empresas como ALDI, LIDL,  y otras, que han advertido claramente y por escrito que dejarán de comprar productos agrícolas de esas zonas si en su producción se ha usado métodos naturicidas, cono el uso abusivo del agua de Doñana. Los economistas han hablado sin cesar de la capacidad del mercado para promover una asignación eficiente de los recursos. Lo que eso nos está mostrando es que el Mercado tiene, también, una muy benemérita capacidad docente.

Y es que, está claro, con los campesinos, como bien ellos saben, la letra (ecológica) sólo con sangre (económica) entra. ¡Ojalá esa actitud docente de ALDI y LIDL se extienda a otras empresas! Si no, no habrá manera
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