FERNANDO ESTEVE MORA
Repetidas veces en este blog me he referido al estudio de las causas de los conflictos violentos desde el punto de vista del análisis económico en la medida que las "guerras", dado que usan (y destrozan) valiosos recursos escasos son objeto natural y esencial de la Economía. Y, al así hacerlo, al reducirme a la perspectiva económica del asunto, he dejado sistemáticamente de lado lo que pudieran denominarse las causas jurídicas y morales de las guerras, o sea, aquellas que encuentran el porqué de las guerras en el comportamiento ilegal y/o inmoral de una de las partes que, en consecuencia, no tendría ni la "razón jurídica" ni la "razón moral" para usar la violencia. Piénsese en la actual guerra de Ucrania y en la más actual guerra de Gaza, ¿cuántas veces uno oye que sus sus "causas", sus porqué se encuentran en la inmoralidad y/o delictividad -si es que se puede utilizar este palabro- de uno de los contendientes?
Y es que, sinceramente, me parece que toda esa cháchara acerca de la legalidad internacional y las guerras justas me parece que es, las más de las veces, asunto del marketing, la propaganda y la "industria" de la comunicación, o mejor, de la persuasión. O sea, si no falsedad, sencilla y llanamente, sí vaciedad.
¿La prueba? Pues muy sencillo. Nunca ha habido ninguna guerra (ni la habrá nunca) en que alguna de las partes implicadas no se sintiese y lo dijese explícitamente asistida por el Derecho y la Moral. Siempre, siempre, todos quienes luchan en cualquier guerra creen que tienen de su parte la razón, entendida como lo legal y lo moral.
Y es que el Derecho parece ser en este campo tan flexible, ambiguo y dúctil que ninguna parte en un conflicto nunca encuentra dificultades en revestirse con sus galas. ¿Será por ello, quizás, por lo que a los ciudadanos occidentales no se nos deja por ejemplo que nos enteremos de la "propaganda" rusa, en el caso de la guerra de Ucrania, o de la de Hamas, en el caso de la guerra de Gaza?
Vale, se me puede decir. Quizás esto valga para el Derecho, que, a fin de cuentas, no puede ocultar que como en su origen todo derecho no es sino el del más fuerte, el más fuerte puede alterarlo o manipularlo a su voluntad, como se manifiesta descaradamente en las repetidas "violaciones" del Derecho Internacional que sistemáticamente se permiten los más fuertes cuando les conviene a sus intereses. Pero, ¿y la Moral? ¿Es acaso ta maleable como el Derecho Internacional? No lo parece. Para la Moral ser el más fuerte no te sirve para hacerte el bueno. Y si ello es así, ¿no habría siempre por tanto una "razón moral" que justifique a uno y no al otro en caso de guerra, y que haga justa y razonable el uso de la violencia por el primero y condenable el del segundo?
Quizás. Pero no deberíamos olvidar aquí a Max Weber quien en su pequeña pero profunda obra, La política como vocación, adjetivaba de "abyecta" la "utilización de la moral como instrumento para tener razón". O sea, la idea de que como somos buenos, nuestra causa es justa, tenemos razón y, en caso de conflicto, motivos para usar de la violencia caso de que "el otro", el malo, se resista o no se acomode a nuestros muy morales intereses.
Pero hasta ser "abyecto" es complicado, porque primero, antes de tener razón, uno ha de ser el bueno. Y, ¿cómo uno sabe que uno es de los buenos? Tres son los mecanismos por los que, en el caso de las guerras, los contendientes se ven a sí mismos como los buenos y, por ello mismo, cargados de razón y justificada su violencia.
El primero (no por nada, sino por empezar en uno de ellos) es lo que Ferlosio (don Rafael Sánchez) denominaba "fariseísmo moral" que nos suele aquejar, dado que el fariseísmo "consiste en construir el sentimiento de la propia bondad sobre la maldad ajena ('te doy gracias , Señor, porque no soy como los otros hombres....porque no soy como ese publicano', es, en efecto, lo que dice el fariseo de la parábola), lo cual es pura y simplemente una depauperación total de la propia conciencia, puesto que residencia, de modo carismático, la bondad en el sujeto mismo, y no en la eventual cualidad moral de cada acción".
En los últimos tiempos el número de fariseos morales que se atreven a serlo públicamente ha crecido espectacularmente. Lo son, por ejemplo, todos los políticos occidentales y todos los que les apoyan que se justifican a sí mismos y a sus actos como moralmente buenos en la maldad (real o supuesta, en eso no me meto) de los rusos y, más concretamente, de Vladimir Putin, acudiendo así a la muy peculiar lógica de que dado que Putin es malo, ello me convierte a mí, que me opongo a él, en bueno.
El segundo mecanismo es muy simple, y es el de considerarse a sí mismo como "el pueblo elegido" por la autoridad moral superior, o sea, por Dios que es quien últimamente expende el mayor certificado de bondad posible.
El problema, como resulta obvio, es que dado que Dios es una creación humana, no es por ello nada extraño que un pueblo no pueda hacer uno para el que sea el "elegido", o sea, que se merezca el usar de la violencia si ello conviene a sus intereses convirtiendo ese comportamiento en guerra justa o santa, lo que para el caso es lo mismo.
A veces, la patente de corso de moralidad asociada a ser "pueblo elegido" da origen a curiosas situaciones en caso de enfrentamiento entre dos "pueblos elegidos". Así, es de lo más curioso que tanto el pueblo judío (encarnación de la "raza judía") como su victimario cuando la II Guerra Mundial, el pueblo alemán (encarnación de la "raza aria") se veían a sí mismos como pueblos elegidos. Pues bien, como dice Bernard Berenson (historiador del arte de origen judío lituano) en la entrada del 2 de enero de 1943 de su diario Rumour and Reflection:
"Curioso cuán fieles son los Nazis al patrón Israelita. No sólo son ellos el pueblo elegido, no sólo tienen ellos el derecho exclusivo a pisotear a todos los demás y a disponer de sus territorios siguiendo al pie de la letra los modos expuestos en el Hexateuco. Tampoco deben casarse entre ellos, un Nazi no puede hacerlo con un Judío o un Polaco, ni finalmente con nadie cuya sangre no pueda demostrarse científicamente Teutona. Finalmente, y como pasó con Judíos de los Ghettos en siglos posteriores, a quienes no se les permitía leer nada que no estuviese en Hebreo o acerca de asuntos no religiosos, los Nazis no deben leer nada escrito por un judío y, para asegurarse de que no lo hagan, todos los escritos de Judíos han de darse al fuego...Desde Ezra a nuestros tiempos, esta exclusividad excluyente Judía fue cada vez menos debida menos a un sentimiento de superioridad, ciertamente no en las formas dominantes en este mundo, sino más bien a un miedo a la contaminación.."
Ni qué decir tiene que este "mecanismo" es de importancia capital a la hora de entender el comportamiento del Estado de Israel cuando este está gobernado por puritanos y fundamentalistas judíos, un estado religioso, para el que el Antiguo Testamento bíblico en el que un dios de la guerra como Yaveh concede a su elegido pueblo judío el derecho a invadir y hacer la guerra a todo pueblo que ocupe la Tierra que les ha Prometido actúa como clara justificación moral a sus actos por muy inhumanos que estos sean o por mucho que violen el Derecho Internacional.
(Y no sólo el Derecho Internacional, sino el más elemental. Me pregunto si en el comportamiento en Gaza del Estado de Israel, matando indiscriminadamente población civil incluyendo a niños no influirá la actuación de Yaveh en aquel vergonzante episodio en que decide matar, como medio de persuadir al faraón, a unos inocentes, los primogénitos de las familias egipcias. De tales barros mentales vienen estos lodos infernales)
No me extenderé más sobre las similitudes de lo que Berenson denomina el "patrón israelita" a otros pueblos también elegidos por sus respectivos dioses como, por ejemplo, se ven a sí mismos muchos fundamentalistas musulmanes. Y, en alguna medida, ciertamente más reducida, esa idea de "pueblo elegido" sigue estando presente como substrato en la mentalidad de muchos norteamericanos que, desde la colonización por parte de los puritanos del Mayflower, se han visto a sí mimos tocados con la gracia de actuar como deseen por ser intrínsecamente buenos.
El tercer mecanismo que le sirve a las gentes como coartada moral procede de una curiosa extensión de las formas de comportamiento económico típicas de las economías capitalistas. Sería así el mecanismo de construcción de la bondad moral más reciente, históricamente hablando. La idea es también de Ferlosio, y sería la de que la bondad se ve como una suerte de capital, un capital moral que se acumula exactamente igual a como se acumula el dinero en el Haber de la contabilidad de una persona o de una empresa, capital moral del que, como del capital monetario, se puede "tirar" cuando se necesite como justificación de cualquier acto por muy inmoral que este sea. Dicho de otra manera, el capital moral acumulado por un individuo o un grupo le eximiría de responsabilidad moral hasta que lo agotase.
El capital monetario se acumula ahorrando dinero. ¿Qué haría de "dinero" en este mecanismo de acumulación del capital moral? Pues el hecho de haber sido víctima, de haber sufrido (véase para una explicitación de la "lógica", o mejor, de la ausencia de lógica, que subyace en esta acumulación de capital moral que Ferlosio denomina, el victimato, la siguiente entrada: https://www.rankia.com/blog/oikonomia/5229378-economia-venganza-victimato.) Pero no vale para acumular capital moral el mero hecho de ser víctima, sino que ha de ser uno víctima. Como dice Ferlosio:
"No hay que comparar las víctimas producidas por violencia humana y las víctimas de catástrofes naturales o de cosas como la carretera. No tienen nada que ver. La condición de víctima por violencia humana se transforma en un depósito de valor, en una especie de capitalización. El cristianismo está convencido de esa idea, de la víctima como generadora de valor moral".
Y aquí sin duda es el pueblo judío el que, en nuestros tiempos, tendría más capital moral acumulado "gracias" a las iniquidades cometidas por los nazis contra ellos antes y durante la II Guerra Mundial. O sea que, hablando en términos contables, el pueblo judío habría acumulado t tras la II Guerra Mundial un saldo moral acreedor (en correspondencia a las 6000000 de víctimas del Holocausto). Ciertamente que, desde entonces, a consecuencia de los desmanes que cometieron los sionistas en Palestina desde que allí se instalaron, ese capital moral habría ido disminuyendo conforme las víctimas que habrían causado se hubieran ido apuntando en el Debe de su contabilidad moral, pero dada la magnitud de sufrimiento acumulado por el pueblo judío todavía el saldo moral le sería positivo, todavía les quedaría a los judíos (y al Estado de Israel que díce representarlos) un capital moral para seguir haciendo tropelías una buena temporada, hasta que su saldo moral sea negativo, hasta que se convierta en un Deudor moral (a la vez que, obviamente, y a la inversa, el pueblo palestino hoy sería quien estuviese acumulando capital moral para "financiar" futuros atentados terrorista)
Resulta evidente también que, como manda la contabilidad por partida doble, todo saldo acreedor ha de venir compensado por un saldo deudor. O sea que si los judíos disponen de un capital moral acumulado, si su saldo moral es (todavía) acreedor, otro u otros han de tener un saldo moral deudor. Lo tiene obviamente Alemania que todavía no ha logrado desprenderse de la deuda moral en la que le hizo incurrir el régimen hitleriano. Y también es deudor Japón e Italia. Pero también lo son, en menor medida, Francia y los demás países occidentales que no hiciesen lo necesario para impedir el Holocausto. Pero...¡qué locura! ¡qué estupidez que los juicios morales que justifican el uso de la violencia los dicte en último término la Contabilidad!
Tras todo lo dicho, tras ver los mecanismos que usamos para hacernos los "buenos" y así justificar nuestras violencias, ¿resulta extraño que considere. como dije al principio, que todas las reflexiones y opiniones basadas en el Derecho, la Moral o la Etica a propósito de los conflictos violentos y que tanto abundan estos días a cuenta de lo que está pasando en Gaza, me resultan cosa de propaganda y manipulación?
"Moral, moral, la única que querría uno ya tener a estas alturas es la del Alcoyano." (Ferlosio)