Qué tendrá que ver el Everest con las subastas judiciales, diréis algunos; pronto lo sabréis.
La respuesta a la pregunta que encabeza este artículo parece obvia pero no lo es en absoluto y, de hecho, seguramente sea la contraria a la que algunos de vosotros, legos en la materia, estáis pensando.
¿Serían más seguras las ascensiones? ¿alcanzarían la cima más alpinistas?
La respuesta es NO.
La ascensión no sería más segura, sino todo lo contrario y probablemente el número de personas que llegasen a la meta sería el mismo o probablemente incluso inferior al actual.
¿Y eso por qué?
Porque los días previos a la llegada al campo base son imprescindibles para la aclimatación en altura de los aspirantes a ascender el Everest y además les sirve para afinar su forma física en el entorno adecuado. O sea, que se ponen fuertes por el camino.
Y además se aclimatan.
La facilidad de poder llegar en tren hasta el mismísimo campo base solo conseguiría llenar éste de turistas blanduchos, desmusculados y sin capacidad de sufrimiento, que se vendrían abajo en cuanto tuviesen que respirar por encima de los cinco mil metros. La mayor afluencia de alpinistas, que obviamente sería innegable, no produciría un mayor número de ascensiones sino un mayor número de accidentes.
Algo así como un festín para cuervos.
Los aspirantes a alpinista no serían otra cosa que carne de cañón.
Los alpinistas de siempre seguirían ascendiendo casi con normalidad excepto por el hecho de que la mayor afluencia de novatos les dificultaría el camino.
Exactamente lo mismo que va a ocurrir con las inminentes subastas judiciales electrónicas.
Ignoro cómo se le habrá metido en la cabeza a la gente que el peligro en las subastas judiciales es la existencia de los subasteros profesionales y que son ellos quienes impiden la afluencia de otros competidores.
Eso es completamente falso.
Ese sería el problema en Argentina donde, por lo visto, los profesionales amenazaban a todo el que se acercaba a las subastas. Pero en España yo jamás he visto tal cosa, ni siquiera allá lejos, en los años ochenta, cuando un casi imberbe Tristán se acercó por primera vez a una subasta.
Lo que aquí ocurre, el motivo por el que los no-profesionales no se comen un colín, es simplemente que aterrizan en las subastas judiciales con el cuento de la lechera de que van a poder comprar a mitad de precio. Y claro, eso no es así, que para impedirlo estamos los subasteros, que antes de permitir que esa nueva competencia compre a precio de saldo ofrecemos el saldo +1.
Y ya está, no hay más.
Ese es el único y verdadero motivo del fracaso de los particulares que se acercan a este negocio.
Bueno, eso y también que como no tienen ni idea de cómo investigar una subasta se acaban metiendo en unos follones de órdago.
Y eso va a seguir ocurriendo ahora con las subastas online como ocurría antes con las subastas presenciales.
Pero a lo bestia.
Las subastas judiciales electrónicas van a atraer a mucho indocumentado sin experiencia y con la peregrina idea de que se van a enriquecer en dos días. Pero a menos que los legisladores eliminen de la ecuación la inseguridad jurídica, garantizando la transparencia absoluta en las subastas y entregando los pisos limpios de polvo y paja, sin cargas ni ocupantes, llave en mano y completamente libres de desagradables sorpresas, a menos que eso sea así, los nuevos novatos no van a ser otra cosa que carne de cañón.
Por otra parte carne de cañón perfecta para seguir alimentando la leyenda negra de las subastas en España.
Las subastas judiciales online atraerán a más postores, sí, pero también les arruinará.
Solo si el legislador reformara las subastas en el sentido apuntado más arriba -algo que no contemplo a medio plazo- muchas personas dejarían de cagarse en los pantalones y acudirían en masa a las subastas, haciendo subir los precios de adjudicación y beneficiando por igual a deudores y acreedores. Las viviendas se adjudicarían con descuentos de tan solo el diez por ciento, margen más que suficiente para compradores finales.
Lo que no es de recibo es que los juzgados continúen subastando viviendas inexistentes, con cargas que juegan al escondite, demandas subrepticias, falsos inquilinos y con los infinitos problemas que hoy existen y cuyo listado haría de estos párrafos un post eterno .
Si una empresa privada subastase un bien que solo existiese en la documentación (por ejemplo un cuadro de Picasso que ardió hace años) el escándalo sería monumental y alguien de Sotheby´s acabaría en la cárcel.
De un servicio público se debería esperar excelencia, no este despropósito actual.
Y tras cambiar las leyes en el sentido apuntado más arriba, lo siguiente debería ser jubilar a tantos jueces y secretarios judiciales incompetentes y ciegos para el interés ciudadano que no se dan cuenta de que hasta ahora no han sido otra cosa que fábricas de subastas sin postores.
Ellos y no los subasteros son las cabezas a cortar para que la cosa funcione.
Mientras esto no ocurra, las subastas electrónicas atraerán a más postores, pero las hostias que se llevarán serán tremendas.
Y os aseguro que no seremos los subasteros quienes se las demos.
A ver, opiniones, quiero muchas opiniones.