Tengo un gran amigo que es físico. Cada vez que quedamos a tomar unas cervezas la conversación suele desembocar, entre otras temas, en si la economía puede considerarse o no una ciencia. Él siempre me dice que menuda disciplina científica, que premia con el Nobel a dos personas que dicen prácticamente lo contrario (Fisher y Fama, en 2013). Yo, que cuando quiero puedo ser muy demagogo, le suelo responder que para menuda, la física, que puede premiar con el Nobel a dos personas que se contradicen. Entre las más famosas: Einstein y Planck.
Y así empiezan las peleas, claro.
No voy a entrar hoy en discusiones filosóficas sobre si todo lo que usa el método científico es ciencia o si la economía sería más ciencia si no tuviera interferencias políticas o qué es y qué no una ciencia social. Las categorías las dejamos para los laboratorios, hoy quiero compartir una de mis principales ideas, que es mucho más práctica: las contradicciones son positivas. (O no).
Aplicado a mercados financieros, ser contradictorio es probablemente la única forma de hacer dinero de forma consistente. Y es que, sinceramente, no me importaría estar siempre equivocado si eso conlleva a cambio tener siempre razón.
Lamentablemente eso no es posible completamente. Pero sí en parte, y es una actitud sana, como hemos comentado muchas veces.
Por ejemplo, se puede ser contradictorio en la asunción del riesgo: ser conservador no significa no arriesgar nunca. Como dijo Gandalf (en la película) al aumentar la luz de su vara en Moria para contemplar la ciudad, a veces vale la pena arriesgar un poco más. Del mismo modo el inversor más arriesgado no tiene por qué estar siempre invertido. El mismo concepto de riesgo es contradictorio: si lo medimos a través de la desviación típica asumimos que la desviación positiva también es riesgo.
Se puede ser también contradictorio en las ideas. Tener determinadas ideas políticas o económicas, por ejemplo, pero saber cuándo podrían ser negativas o positivas para los mercados financieros. Al menos en el corto plazo. Y actuar en base a ello. Algo así como entender y asustarse con los riesgos del QE, pero mientras damos las órdenes de compra.
Y es que basándose en los riesgos sobre la recuperación económica, la incertidumbre política, el alto nivel de deuda, la depreciación de las divisas y las dudosas políticas monetarias llevadas a cabo los bancos centrales, uno podría haber estado en cash desde 2009, esperando el próximo gran crash. Supongo que muchos de los profetas del apocalipsis supuestamente seguirán cortos desde antes, incluso. Pero lo cierto es que desde entonces el mercado ha subido casi un +170%, con varios impulsos importantes para subirse.
Sinceramente, si el riesgo es perder la mitad de eso, lo prefiero antes que haberme quedado fuera de la fiesta. Y sobre todo, antes que haber perdido todo mi capital dos veces estando corto, para tener como dudosa recompensa un +50%, en el mejor de los casos, por un movimiento.
Suponiendo que haya encontrado un instrumento que me permita aprovecharme de una caída así sin que quiebre mi contrapartida. Lo que me recuerda a la película tan en boca de todos: The Big Short. Que mola mucho para pasar un rato y pensar un poco, pero que no define cómo funcionan las estrategias de gestión. Ya lo dije en otro post, mola mucho hablar de nuestra súper operación en la que ganamos un +1.000%, pero esto es una carrera de fondo. Lo demás para las charlas y para fardar con los colegas.
Si no eres capaz de arriesgarte a no ser el último tonto que entra en la burbuja, no vales para la inversión.
Evidente, estos dos últimos párrafos son matizables: si estás completamente seguro de que existe una burbuja, invertir en ella no es que sea cínico, es que es ir en contra de ti mismo, algo que tampoco suele funcionar. Pero si estás seguro de que existe una burbuja que dura casi 10 años, es el momento de replantearte si tus modelos de valoración estarán equivocados.
Aunque claro, después de 10 años en el lado equivocado, basta que te rindas para que el mercado se de la vuelta. Ese maldito mercado que te espía para quedarse con tu dinero.
De hecho, no a todos nuestros amigos de The Big Short les ha ido demasiado bien. Parece que predecir la crisis de las subprime es patente de corso para hablar de mercados. Parece que ahora además había mucha gente que lo sabía. Yo estaba dentro en aquel entonces y aunque veíamos que el mercado no paraba de caer, no conozco a nadie que tuviera ni idea de qué estaba pasando, al menos en toda su dimensión. Luego aparecieron de debajo de las piedras de Wall Street todos los profetas. Patente de corso, sí, pero para pasearse por el salseo de los mercados financieros.
En fin, que igual que cuando el mercado cae, intentar entrar en la tendencia contraria es como coger con la mano un cuchillo en el aire mientras cae, intentar ponerte corto en un mercado que sube es como coger con la mano un misil.
A veces paga ser una oveja. A veces paga ser contrarian. A veces paga ser value. A veces paga ser growth. A veces paga ser Global Macro. A veces paga el bottom up.
A largo plazo, paga ser escéptico. Y un poco cínico.
En resumen: tanto Fama como Shiller tienen razón, a pesar de decir algo contradictorio, del mismo modo que la mecánica cuántica y la relatividad también la tienen. Porque el ser humano, en su afán de explicarlo todo de forma ordenada, olvida el caos que hay en las cosas, y que no todo puede (ni debe) explicarse con una teoría unificada.
Trasladado a mercados financieros, el hecho es que son bastante eficientes. Muy eficientes, de hecho. Pero no siempre.
Tomás García-Purriños, CAIA
@tomasgarciap_p