Así de claro se expresaba Bill Miller en el año 1993, con un Dow Jones en 3.435 puntos. Han pasado desde entonces casi 14 años y el Dow Jones está 12.515 puntos (hay que reconocer que, aunque es probable que sin querer, el tío "lo clavó"). Esto supone un rentabilidad compuesta anual del 9,67% sin dividendos. Lo más curioso es que esto lo dijo en pleno máximo histórico de la época, después de haber subido a un ritmo del 16,13% anual (sin dividendos) durante la anterior década.
En un sólo párrafo Miller nos explica por qué hay que estar en renta variable, por qué la renta variable está condenada a subir a largo plazo y por qué es absurdo hacer market timing (con análisis técnico o con cualquier desviación del análisis fundamental). Puede haber momentos de crisis económica. Puede haber burbujas. Pero, al final, las Bolsas siempre reaccionan al alza. El que haga cualquier tipo de market timing perderá dinero por el camino y, probablemente, se quede fuera cuando llegue el gran movimiento.
Como inversores, sólo tenemos dos obligaciones:
1. Comprar cuando las valoraciones son atractivas. Si tenemos unos conocimientos financieros elevados podremos invertir en determinadas empresas o, si por el contrario, nuestros conocimientos financieros son limitados, podemos comprar participaciones de algún fondo indexado (mejor un ETF). Ver el artículo anterior sobre "La imbatibilidad del S&P 500".
2. Mantener nuestras inversiones a largo plazo. Que no nos importen los próximos 2.000 puntos. "El tiempo es el mejor amigo de las buenas empresas", dijo Warren Buffet.
¿Dow Jones en 100.000? Es sólo cuestión de tiempo. ¿Hacia dónde irá el mercado? Pues, la verdad, yo no sé qué pasará durante los próximos 5.000 puntos. Pero los próximos 87.500 serán hacia arriba. ¿Cuándo? Pues con un 10% de rentabilidad anual (sin dividendos), tardaríamos unos 22 años en alcanzar los 100.000.
Esto es invertir. Todo lo demás es especular.