Retomo los artículos de Peter Lynch con una curiosa observación sobre el mejor momento de comprar determinado tipo de acciones. Desde que llevo invirtiendo en bolsa he oído y leído artículos de todo tipo. Unos hablan del rally de final de año porque las expectativas de los gestores sobre el nuevo año venidero siempre son superiores y toman posiciones de cara a no perdérselo. Otros dicen que los finales de año son bajistas porque los gestores y particulares venden aquellas compañías que mantienen en pérdidas para poder conseguir créditos fiscales. Otros, ante el mismo ejemplo anterior, consideran que lo que se produce es precisamente un rally alcista por esas ventas “obligadas”. Después también tenemos el efecto enero tras el rally de navidad, que dice que, si la bolsa sigue subiendo tras una navidad alcista, el resto del año también será alcista. Otros consideran que los veranos son habitualmente bajistas porque la gente está de vacaciones y no quiere tener disgustos mientras tanto. Y otros, no se si los mismos de las teorías anteriores u otros distintos, dicen que los octubres son bajistas porque todavía se mantiene en el recuerdo el crack del 29, que sucedió un 29 de Octubre.
Suficientes teorías por hoy, ¿no? Pues no, todavía quedan más, como la que dice que en todos los finales de trimestre los grandes fondos de inversión e instituciones suelen vender sus acciones en pérdidas para poder eliminarlas de los balances que han de presentar a sus accionistas o bien para obtener créditos fiscales, algo así como lo que provoca el rally de fin de año que ya no se si es para arriba o para abajo. O la que dice que los primeros días de mes suelen ser alcistas porque es el día en que se producen las aportaciones automáticas de las personas que han cobrado su nómina al final del mes anterior.
Ya, por último, y para no aburrir más, está la archiconocida frase “Sell in May and Go Away”, augurando que las acciones empiezan a caer a partir de mayo, y que, por ende, el momento de comprarlas debe situarse entre Mayo y Octubre (existe incluso un indicador que marca el día límite en el que no se deben comprar más acciones, llamado indicador de Halloween), cuando al parecer las acciones comienzan de nuevo a subir.
Muchas de estas teorías vienen de analistas técnicos en cuyas operaciones a corto plazo el momentum tiene mucha más importancia que en operaciones a largo plazo. Por ejemplo, para un especulador que pretende llevar una operación de compra/venta a 30 días le resulta importante saber si estadísticamente Octubre es un mes bajista y Noviembre alcista, porque su apuesta será comprar en Octubre y vender en Noviembre, muy posiblemente apalancando al infinito el 3-4% de diferencia que pudiera existir “históricamente" entre la misma acción en un mes u otro”. Pero para un verdadero inversor a largo plazo, que quizá pretenda permanecer 10 o 15 años poseyendo una buena compounder, el comprar un 3% o un 4% arriba o abajo poco le va a importar cuando en ese periodo tenga opción de multiplicarla por 2 o 3 veces.
Aún así, no falta la teoría de uno de los mejores inversores de la historia, y que por eso mismo merece la pena escuchar. Según él, es algo conocido que a final de año las acciones de pequeñas compañías suelen caer, para revivir después en enero, pero existe otro patrón de comportamiento en acciones mucho menos conocido por el público en general, y que él denomina “Second-half effect”. Esta teoría se aplica únicamente a grandes compañías de calidad, y dice que los mejores momentos para encontrar buenas oportunidades en grandes compañías de crecimiento (nombra entre ellas Home Depot, Johnson&Johnson, Gillette, PepsiCO,… recordemos que este artículo lo escribe en 1994) comprende desde primavera hasta verano, ya que son los propios gestores de fondos quienes hacen subir los precios durante el tercer y cuarto trimestre, y todo ello sin que haya ningún cambio en los fundamentales que lo justifique.
Nos preguntaremos por la causa que provoca este efecto. Pues bien, según palabras textuales de Peter Lynch, “una de las tendencias naturales de los administradores de fondos es comenzar el año viviendo en el presente, pero luego comenzar a anticipar el futuro tan pronto como la nieve se derrita”. Por si sus palabras no fueran del todo explicativas, a lo que se refiere es a que son los propios analistas o gestores quienes, con su propia psicología, provocan movimientos de precios en una u otra dirección. En los meses de invierno, cuando aún no se han presentado los resultados del último ejercicio completo, los gestores tienen su mente puesta únicamente en el presente de esos datos, manteniéndose cautelosos sin llevar a cabo ningún movimiento. Como consecuencia de ello, los precios caen y se generan buenas oportunidades de compra. Pero tan pronto como esos resultados son publicados allá por verano, los gestores comienzan a pensar en el futuro, tratando de pronosticar los resultados que conseguirá la empresa en el siguiente ejercicio. Como es bien sabido, los gestores y analistas normalmente son más positivos que negativos acerca del futuro, augurando mayores ventas que en el ejercicio anterior. Este hecho hace que esas acciones en cuestión, en vista de lo que van a ganar en el siguiente ejercicio, de repente parezcan baratas, provocando que mucha gente las compre. Como consecuencia, su precio aumenta. Lo mejor de todo es que esto se produce sin que nada haya cambiado en sus fundamentales.
Conviene recordar que el “Second-half effect” sólo se produce en las acciones de crecimiento de grandes compañías, donde sus ganancias son crecientes pero estables. Jamás pretendamos aplicar esta misma teoría a acciones cíclicas donde sus ganancias son volátiles de un año a otro.