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Frase del día: persiguiendo oportunidades, uno acaba en mercados que conoce mal y dinero fácil lleva a tonterías.

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Frase del día: persiguiendo oportunidades, uno acaba en mercados que conoce mal y dinero fácil lleva a tonterías.
Frase del día: persiguiendo oportunidades, uno acaba en mercados que conoce mal y dinero fácil lleva a tonterías.
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Frase del día: persiguiendo oportunidades, uno acaba en mercados que conoce mal y dinero fácil lleva a tonterías.

A menudo se echa en cara a los economistas que no hayamos visto venir la crisis; o que, habiéndola previsto, no hayamos avisado. Es este uno de los pocos reproches que no nos merecemos, porque, incluso antes de que se gestara la burbuja inmobiliaria, ya era corriente la opinión, entre los que se ocupan de estos asuntos, de que los desequilibrios de los pagos internacionales no podían persistir por mucho tiempo: ya en el 2000, Alemania y China tenían unos excedentes de balanza corriente que no hicieron sino crecer hasta el 2007 (en aquel año suponían el diez por ciento del producto interior bruto en China, y el seis por ciento en Alemania), mientras que, en el platillo opuesto de la balanza, otros países como Estados Unidos y España presentaban déficits asimismo crecientes. Nadie sabía entonces que la crisis se encargaría de parar el proceso; sí se sabía que se trataba de un asunto a resolver. Vale la pena insistir en él, porque cuando haya pasado lo peor de la crisis el problema seguirá estando presente. Tomemos el caso español y el alemán como ejemplos: entre el 2000 y el 2007, España ha venido gastando, cada año, entre un4yun 10 por ciento más de lo que producía: la diferencia era, naturalmente, nuestro déficit por cuenta corriente, y ese déficit se canalizaba a través de préstamos de bancos extranjeros (en buena parte alemanes) a los nuestros; estos a su vez prestaban esos recursos a sus clientes, en parte para inversión, pero sobre todo para consumo (las viviendas son consumo, aunque las llamemos inversión porque duran muchos años); esos recursos completaban los generados por nuestra economía. En el mismo periodo, Alemania gastaba entre un 4 y un 7,5 por ciento menos de lo que producía, y esa diferencia la canalizaba en buena parte a través de su sistema bancario: eran nuestros prestamistas. En búsqueda de una mayor rentabilidad - quizá sin tener en cuenta el mayor riesgo-,recursos que hubieran podido ser empleados en Alemania iban a financiar el gasto en otras economías. Año tras año crecía nuestra deuda frente al exterior, y nuestros prestamistas pensaban estar haciendo un buen negocio. Hoy no están tan seguros. En este brusco cambio de humor intervienen factores diversos, entre los que el miedo, que es mal consejero, parece pesar más que el análisis (que, todo hay que decirlo, no es una guía infalible). El resultado: una imagen invertida de unos años de optimismo exagerado, casi irresponsable. La primera lección de ese desastre es bien conocida, y es para nosotros: el dinero fácil lleva a hacer tonterías. No se habla tanto, sin embargo, de la segunda lección, que va para nuestros prestamistas: la presión por colocar grandes sumas de dinero que han sufrido los países excedentarios tiene el mismo riesgo, porque, persiguiendo oportunidades, uno acaba por meterse en mercados que conoce mal, y por comprar instrumentos que aún conoce peor.
http://www.lavanguardia.com/economia/20110916/54216896431/la-crisis-del-ano-20xx.html Recomiendo la lectura del artículo completo de Alfredo Pastor que de hecho gano el premio Godó de periodismo

Se habla mucho de depositar confianza, pero nadie dice qué interés te pagan