Pendientes de Draghi y las urnas griegas.BCE se prepara para un plan de estímulos sin precedentes
La semana que viene el euro tiene de nuevo cita con el abismo. El jueves, en Fráncfort, donde se espera que el Banco Central Europeo anuncie una intervención sin precedentes para despejar la amenaza de una espiral deflacionista a la japonesa e impedir que la zona euro caiga por tercera vez en una recesión.
Para despejar esos riesgos, el presidente del BCE, Mario Draghi, se muestra dispuesto a realizar una compra masiva de deuda, a pesar de la resistencia de Berlín. El plan de Draghi se aplicó al comienzo de la crisis en EE UU y Reino Unido, sin ningún contratiempo político. Pero con la peculiar estructura del euro, la intervención monetaria puede provocar un choque, también sin precedentes, entre el emisor y el Gobierno de Angela Merkel. Los economistas alemanes más pesimistas anticipan incluso un conflicto institucional que podría poner en peligro la propia supervivencia del euro y de la UE.
Tres días después, el domingo, el eurodrama se traslada a Grecia, el país que en el año 2000 se incorporó con fórceps a una Unión Monetaria en la que sigue y seguirá como un cuerpo extraño imposible de asimilar ni de expulsar.
Los griegos acuden a las urnas con la sensación de que, quizá, esta vez puedan hacer tabla rasa con su clase política nacional y con la troika. Pero la incertidumbre del resultado y la ventaja en los sondeos de Syriza, una formación que plantea renegociar el rescate del país, vuelve a tensar los mercados, aunque no a los niveles de 2012.
Grecia, coinciden los analistas, ya no supone una amenaza sistémica para la Unión Monetaria. Pero por si acaso, todas las alertas están encendidas en Fráncfort, donde el BCE empezó a recibir la semana pasada las peticiones de los bancos griegos para acogerse a su programa de liquidez de emergencia ante una previsible falta de fondos. La retirada de depósitos por temor a un posible corralito, no alcanza los niveles de hace tres años, cuando la salida de Grecia del euro parecía inminente. Pero la inquietud podría ir a más y las entidades griegas se preparan para lo peor.
Los mercados internacionales, en cambio, confían en llegar al 25-E con el viento de cara, gracias a la esperada victoria de Draghi sobre sus rivales alemanes, que cuentan con el presidente del Bundesbank (Banco de Alemania), Jens Weidmann, como principal abanderado. Con el previsible voto en contra de Weidmann, el BCE parece dispuesto, por primera vez desde el nacimiento del euro, a seguir la senda de la Reserva Federal o el Banco de Inglaterra con un gigantesco programa de compra de deuda, denominado relajación cuantitativa o quantitative easing (QE).
“Es la medida contra la deflación más fácil de aplicar técnicamente pero [en la zona euro] se ha convertido en la más difícil de utilizar políticamente”, señala el economista Paul de Grauwe, de la London School of Economics, en su último análisis sobre el QE.
A Draghi, le ha costado casi seis meses de pelea, pedagogía y diplomacia llegar a la reunión del próximo día 22 con un programa de QE prácticamente imparable, a pesar de las incesantes objeciones políticas y legales planteadas por el gobierno de Merkel y por el presidente del Bundesbank, que acusan al italiano de preparar un rescate encubierto de los países de la zona euro en dificultades, como Francia e Italia, y de saltarse la norma del Tratado de la UE que prohibe al BCE financiar a los estados.
“Estoy bastante convencido de que lograremos hacer lo que hay que hacer sin salirnos de nuestro mandato”, apostaba Draghi en una entrevista publicada el pasado jueves en el diario alemán Die Zeit. Un día antes, el sibilino italiano recibía el respaldo del Tribunal de Justicia de la UE, que en un dictamen que desdeñaba las objeciones planteadas por una serie de profesores universitarios alemanes, cuyo recurso contra el primer programa de compra de deuda de Draghi (nunca activado) había sido aceptado con entusiasmo por el Tribunal Constitucional alemán.
El dictamen, que servirá de base a las futuras sentencias sobre ese recurso, defiende la competencia exclusiva del BCE a gestionar la política monetaria de la zona euro y pide a los tribunales que se inmiscuyan lo menos posible en la parte técnica de ese trabajo. “Esto equivale a una carta blanca para el BCE”, bramó Hans-Werner Sinn, presidente del instituto de estudios alemán IFO y firme adversario de las ideas de Draghi. Sinn prevé un “grave crisis constitucional dentro de la zona euro” si el Tribunal de la UE se empeña en contradecir al constitucional alemán y el BCE se embarca en un plan que, a su juicio, entraña un riesgo para los contribuyentes alemanes.
El choque de trenes, de llegar a producirse, tardará todavía, porque las sentencias del Tribunal europeo y del Constitucional alemán, potencialmente contradictorias, no se conocerán hasta dentro de varios meses. Para entonces, la compra de deuda probablemente ya haya alcanzado su velocidad de crucero y se podrá calibrar mejor si los daños temidos por unos o los beneficios esperados por otros se han materializado.