Editorial La Gaceta de los Negocios
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Una película ya vista
La secuencia de los acontecimientos que han rodeado el asunto de Eurobank se parece demasiado a otros casos anteriores como para que todas las administraciones convergentes en la supervisión tengan poco que alegar en su descargo. El sistema de negocio, la concentración de riesgos, las pantallas fiduciarias, las buenas palabras a los primeros perjudicados, las apelaciones a la normalidad y a la eficacia de los controles, por parte de los supervisores, todo forma parte de una película que ya ha sido proyectada muchas veces.
No se puede exculpar tampoco a los propios impositores que no encuentran extraño que una modesta entidad financiera pueda obtener extratipos de interés para sus depositarios muy por encima del mercado que, en España, goza de entidades de todos los tamaños con el denominador común de su eficiencia. Las llamativas ofertas de rentabilidad deberían hacer pensar a estos depositantes, pero también deberían excitar la curiosidad de los inspectores institucionales, porque ellos, mejor que nadie, saben hasta donde se puede llegar a retribuir normalmente al ahorrador.
Las instituciones insisten una y otra vez en que deben ser cautas, discretas y persuasivas, pero, por ejemplo, las tres mutuas catalanas implicadas en el caso Eurobank habían sido advertidas varias veces de su concentración de riesgos y no rectificaron. La víspera de su intervención, todavía se insistía desde el Gobierno catalán en que nada había que temer y que el conflicto sólo estaba en la entidad bancaria intervenida y en trámite de suspensión de pagos.
La queja de la falta de medios y de recursos para llevar a cabo la función inspectora está fuera de lugar en este momento. Una advertencia anterior, una solicitud de colaboración a otra administración, no menoscaban la competencia en la materia y, sin embargo, permiten servir al ciudadano adecuadamente, eliminar del mercado a los que no merecen concurrir a él y evitar gatuperios que minan la confianza en el sistema financiero.