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Diez razones para un estado catalán.

243 respuestas
Diez razones para un estado catalán.
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Las cuñas publicitarias del PP conta el estatuto catalán...

http://play.cadenaser.com/audio/20060214csrcsrnac_7.Aes

http://play.cadenaser.com/audio/20060214csrcsrnac_8.Aes

http://play.cadenaser.com/audio/20060214csrcsrnac_9.Aes

http://cadenaser.com/ser/2006/02/14/espana/1139878221_850215.html

"En las cuñas radiofónicas, existían varios modelos diferentes. En unas se reproducían conversaciones de gente de la calle explicando algunas de las consecuencias que podría tener el pacto y el contenido del Estatut de Catalunya, como era el hecho de que una andaluz que se tuviera que marchar a Catalunya a vivir se vería obligado a escolarizar a sus hijos en un colegio en el que sólo se hablara catalán. Los mensajes de Javier Arenas decían así:

Hola, soy Javier Arenas, estamos recogiendo firmas para solicitar al presidente del Gobierno un referéndum sobre si consideramos conveniente que España siga siendo única nación y que todos los ciudadanos tengamos los mismos derechos. Tú tienes la palabra.

Hola, soy Javier Arenas. Hoy están en riesgo la solidaridad y la igualdad de derechos entre los españoles. Por eso, voy a trabajar con todas mis fuerzas para hacer valer la Constitución y para que los andaluces recibamos la financiación y las inversiones que necesitamos.

En uno de los protagonizados por gente de la calle, aparecía una conversación entre un hombre y una mujer, acerca de la educación de sus hijos si se mudaban de Andalucía a Catalunya.

Hombre: ¿Sabes que si nos vamos de Andalucía a Catalunya nuestro hijo tendrá que estudiar en catalán?
Mujer: ¿Cómooooo?
H: Lo que oyes: que en Catalunya es obligatorio estudiar en catalán, y no se puede en español, que es la lengua de todos.
M: ¿Y por qué?
H: Porque Zapatero lo consiente, y Chaves lo apoya.

Había otra que más o menos decía:

“¿Sabes que ahora las comunidades más pobres son las que dan el dinero a las ricas?”. La explicación era la siguiente: "Si Catalunya tiene 3.000 millones en inversiones, Andalucía necesitaría 4.500 millones para estar a su altura", a lo que contestaba el otro personaje: "¡Que somos un millón de habitantes más! ¿por qué no nos lo dan?".

Todas las cuñas terminaban con el siguiente mensaje, leído por un locutor:

"El pacto de Zapatero con el nacionalismo catalán perjudica a Andalucía, y Chaves no hace nada por remediarlo. Por una Andalucía de primera en la España constitucional".

"Pero no solo fue en Andalucía, en Aragón se hizo una campaña parecida:"

https://youtu.be/KBucYEG6H8E

#242

Re: Diez razones para un estado catalán.

para poder hablar bien alto del honorable pujol
para poder cobrar el 3% sin que la justicia y la guardia civil nos perturben
para dejar de hablar en castellano idioma que solo lo hablan 400 millones de personas
para tener a un Mas veinte años mas ejemplo al igual que su partido de una gran moral libre de toda corruptela
para hacer catalanes a los messi e iniesta
para no perder nunca con el Barca la liga catalana
para que los niños sigan viviendo en la ignoracia historica y cultural
para no conocer a ningun rey salvo nuestro emperador Jordi Pujol
por ti y por mi a los demas que se fastidien....
por todo ello viva la republica cataluña

#244

Re: Que la historia os juzgue, canallas.

Bueno, yo creo que nunca se ha intentado todo cuando hay un problema a resolver. Dicho eso, no creo que la responsabilidad sea al 50%, aunque ninguna de las dos partes la tenga al 100%.

El silencio es hermoso cuando no es impuesto.

#245

Re: Diez razones para un estado catalán.

Los ciudadanos de Cataluña están convocados a elecciones el próximo domingo para elegir el Parlament. Son unas elecciones autonómicas trascendentales porque influirán notablemente en la evolución de la cuestión catalana, que atraviesa una coyuntura incandescente, y porque constituirán una piedra de toque para la evolución de España, su Estado y su sociedad como un conjunto cohesionado, armónico y viable.

Editoriales anteriores

Más demagogia (22/09/2015)
Elecciones críticas (20/09/2015)
De fracaso en fracaso (19/09/2015)
El domingo no se decidirá —contra lo que pretenden sus convocantes— la independencia de Cataluña y la consiguiente ruptura con España, el país del cual es cofundadora en la historia, cómplice en las grandes apuestas y punta de lanza de su modernización. Pero el resultado condicionará el futuro. Lo deseable es que esta crisis acabe suponiendo un impulso para los proyectos creativos de convivencia y fortaleza comunes de la nación catalana y la nación de naciones española, que los hay, pese a la parálisis temporal que aqueja a las distintas élites gubernamentales. Pero existe un gran riesgo también de que suponga un duro revés para ambos, porque, de imponerse los partidarios de la segregación, seguirán planteando sus retos con mayor holgura.

Por eso todos los ciudadanos deben acudir a las urnas: todos. No solo aquellos que se han movilizado en los últimos años tanto por factores lógicos (la frustración de la crisis, los impulsos de recentralización) como por la permanente agitación del poder más próximo y sus terminales. También deben sentirse involucrados los insatisfechos por cualquier motivo pero que confían en los valores de la cohesión y la solidaridad; aquellos que son conscientes de que, en un mundo cada vez más abierto y difícil, sumar multiplica la fuerza y restar la divide. Todos debemos recordar hoy que los lazos vertebradores no son solo económicos sino también interpersonales y emocionales con los otros ciudadanos de España… y que todos, por tanto, nos jugamos mucho.

Quienes se dejen tentar por la abstención corren el riesgo de que su futuro lo decidan otros
Quien, confiando en que el desafío no va en serio, se deje tentar por la abstención, se arriesga a que su futuro lo decidan o configuren otros que sí van en serio, a por todas y sin importarles la burla a la legalidad, a la mayoría social y al Estado común.

Son unas elecciones clave. Pero no son un plebiscito. A los convocantes y a los que suelen minusvalorar la legalidad como ortopedia extraña y no como cauce que a todos vincula para superar el estado de selva, conviene recordarles que un plebiscito versa sobre una única cuestión; no opta sobre distintos programas con propuestas de distinta índole; debe ser convocado por quien ostenta la competencia (en España, el Gobierno central y no la autoridad autonómica); se organiza según reglas muy tasadas (y con condiciones, preguntas y mayorías reforzadas tanto de quorum como de votantes, si trata cuestiones básicas); se rige por mayoría (en su caso, cualificada) de votos populares y no de escaños; debe arrojar un resultado claro e inequívoco, y este, sea la convocatoria consultiva o vinculante, debe destilar efectos inmediatos, operativos u orientadores.

Ninguna de esas condiciones se cumple ahora, por lo que la elección carecerá de la legitimidad que otorgan los referendos. No dotará de respaldo a cualquier estrategia que quiera conculcar el ordenamiento legal constitucional y estatutario. La inexistencia de reglas de juego para la lectura plebiscitaria exhibida por el titular de la Generalitat consagra el arbitrismo y la inseguridad jurídica en su interpretación y atenta contra la limpieza del juego. Artur Mas puso primero el listón en mayorías muy amplias, superiores al 60%, luego confundió votos y escaños, y finalmente fía la mayoría a una combinación imposible de escaños de dos listas.

Son unas elecciones muy importantes, pero no son un plebiscito. No podrán respaldar cualquier cosa
Este asunto es capital: es la suma de dos listas contradictorias e incompatibles, la suya propia y la de los radicales antisistema, en todo distintas —sustancialmente en el sistema económico y la pertenencia a Europa—, incluso en la orientación, cadencia y modos del único punto que las aproxima, la independencia. Son diferencias que aportan un elemento nada menor para la lectura de los resultados, la elección del próximo president y la coherencia del Ejecutivo que debe administrar un momento tan crucial de la historia de Cataluña.

Sólo en un sentido estas elecciones podrán leerse como plebiscitarias: para quienes les otorgan valor de referéndum, si los electores de la lista segregacionista que pretende ser unitaria no alcanza siquiera la mitad más uno de los votos, el proceso habrá embarrancado. Porque si uno no puede imponer a los demás sus reglas, sí debe al menos asumir las propias del proyecto que lanza. Nada que reprochar, sin embargo, a que el vencedor interprete los resultados como un respaldo a seguir trabajando por sus objetivos, siempre dentro de la legalidad.

#246

Re: Diez razones para un estado catalán.

Las elecciones del domingo, cuyo carácter plebiscitario es ilegítimo, vienen precedidas por fenómenos distorsionadores, como ciertas advertencias dramáticas —unas, racionales; otras, exageradas— pero tardías, y los contrarios blindajes espurios denunciando sin fundamento un discurso del miedo. También hemos asistido estos días a la impostura intelectual de convertir la reivindicación probablemente mayoritaria de celebrar un referéndum —algo que acabará ocurriendo— en un sucedáneo del derecho de autodeterminación (aplicable solo en casos de países coloniales o sometidos a genocidio), el derecho a decidir (inexistente en Constituciones democráticas). La manipulación se ha extendido hasta convertir ese derecho inexistente en un clamor por la independencia. Este deslizamiento aparentemente ingenuo conlleva efectos perversos: la confusión de los ciudadanos, su abusivo recuento en beneficio del secesionismo, la exclusión de quienes no comparten ese supuesto “sueño”. Si a todo ello se le añade un calendario de separación exprés, estamos en presencia del famoso procés, al que todo buen catalándebería presuntamente apuntarse.

Editoriales anteriores

A los ciudadanos de Cataluña (I) (24/09/2015)
Más demagogia (22/09/2015)
Elecciones críticas (20/09/2015)
Más allá de estos lamentables avatares, nos encontramos ante una votación que no será la estación final de este problema. Sea cual sea el resultado, la solución a la cuestión catalana solo puede obtenerse por aplicación de métodos estrictamente democráticos, sobre todo el diálogo y la negociación.

Puede entenderse el reparo de quienes observan en la apuesta por el diálogo un cierto voluntarismo ingenuo y se preguntan con razón: pero, negociar, ¿sobre qué? ¿sobre la independencia? No es desde luego la mejor opción, en términos democráticos, porque se trata de la fórmula más extrema y menos susceptible de cuajar amplias mayorías; y porque resultaría irreversible, pues es difícil recomponer aquello para cuya ruptura se sembraron semillas de disensión y recelo, cuando no de odio. Tampoco en términos económicos, por cuanto la sinergia de las dinámicas cohesionadoras añade mucho más al conjunto que la suma de sus elementos originarios.

Un escenario de ruptura es incompatible con el necesario proceso de reformas en profundidad
Descartada esa salida maximalista y lesiva para los intereses de todos, la mejor opción sería abrir camino a una reforma del Estado, no solo para que los catalanes se sientan más cómodos en él (un objetivo sensato), sino para que beneficie a todos los españoles. Desde estas páginas hemos defendido una reforma constitucional en sentido federal, en la que se delimiten las competencias de cada nivel de gobernanza, se reconozcan los hechos singulares y se denomine a cada territorio según su peso y preferencias, manteniendo siempre la igualdad básica de derechos sociales para todos los ciudadanos; una reforma en la que se articulen sistemas de coordinación federales (Senado); en la que las altas instancias del Estado demuestren la riqueza del plurilingüismo incorporando progresivamente su práctica normal; y en la que se repartan elementos de capitalidad según el modelo alemán, más en sintonía con nuestro país que el francés.

Esta reforma es el objetivo en el que el desarrollo de Cataluña pueda encontrar el mejor acomodo. Pero las exigencias formales —consenso y calendario— dificultan tenerla disponible en un plazo deseable. Una de las posibilidades sería desarrollar con carácter previo un nuevo estatus —plasmable en un acuerdo entre los partidos o en una enmienda ad hoc de la Constitución— que permitiera a los ciudadanos de Cataluña ver reconocido su carácter nacional. Ese paso serviría para ratificar que las competencias del autogobierno de Cataluña no son invadidas, para cotejar que su contribución (justa) a la caja común y a la solidaridad interterritorial conlleva un retorno equitativo que no les haga perder posiciones en la clasificación de la financiación per capita, y para que su lengua sea asumida como parte del patrimonio común.

Los beneficios de ser más y estar juntos nos hacen mejores en lo político, lo económico y lo emocional
Todo esto puede caber en múltiples propuestas o fórmulas, y sería bueno que el referéndum pendiente (en todo el territorio: constitucional; o en parte de él: estatutario) acabe celebrándose sobre ellas. Pero todas esas fórmulas son contrarias a un escenario de ruptura. Este periódico prefiere invitar a los ciudadanos de Cataluña a impulsar y presionar para hacer posibles las reformas indicadas, en primer lugar, acudiendo a votar, y haciéndolo por las distintas formaciones que se declaran contra la ruptura. Porque los beneficios del ser más nos hace a todos más fuertes; y los de estar juntos nos hace mejores, no solo en términos económicos, políticos o estratégicos, sino también familiares, culturales y emocionales. Son valores tan potentes en sí mismos, tan superiores a su negación, que ni siquiera hace falta resaltar los inconvenientes que causaría su ausencia.

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