Eres vieja, gorda y fea: no me enseñes tu cuerpo
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POR
JAVIER MELENDEZ MARTIN
21 ENERO 2016
Cine, TV y Animación desnudez gorda harold y maud obesidad vejez
Un argumento de película de directores viejos verdes: un verano, un anciano —puro hueso— conoce a una muchachita con un rostro angelical y las carnes firmes que podría ser su nieta.
El viejo es profesor universitario, escritor o pintor. Nunca es un albañil jubilado o un hombre con una triste pensión no contributiva. Y por supuesto, el viejo nunca es un lector de prensa deportiva en el hogar del pensionista. El viejo lee en francés y ruso y toca el piano. El viejo es el alter ego del guionista y el director que está a tres pasos de chochear y quiere darse un homenaje visual.
La muchachita es una alumna o admiradora o mecanógrafa o modelo de artista; delgada y con los pechos como melocotones, y dispuesta a todo. El viejo tiene una villa lejos del mundanal ruido y la chica está dispuesta a complacer al anciano. ¿Quién podría molestarlos? (La intriga debería ser otra: ¿quién limpia y recoge el caserón? ¿La chica? El viejo no, desde luego).
Estas películas tienen diálogos sobre la apreciación del momento, sobre paladear la belleza y aprovechar las últimas tardes. Y mientras el viejo habla del emperador Adriano y de Monet, clava los ojos en la entrepierna de la muchacha y sus pechos bañados en sudor y la repasa de abajo arriba mientras se ducha. Sea como sea, el guionista-director de turno se las apaña para que la actriz aparezca media película en pelotas o con shorts y calcetines largos de colores. Recordemos que es un argumento de verano. Que sea un verano con mucho bochorno parece fundamental para la trama.
A media película, la muchacha se mete en la cama del pintor o escritor —por pura admiración de la mente maravillosa del anciano, parece ser—, se deja sobetear y se coloca encima del viejo (no sea que él se rompa con ciertos movimientos pélvicos).
Por qué ella es jovencita y él viejo, y no al revés
Estas películas de viejo y muchachita pasan desapercibidas en las redes sociales. De ellas se habla en pequeños círculos de entusiastas que anotan estar extasiados con una «reflexión del arte sobre el arte». Sobre estas películas rara vez encontramos comentarios como «qué asco me da el viejo» o «la escena de sexo me da arcadas». ¿Por qué no encontramos estos comentarios negativos? Quizá una razón es que los críticos de cine y los que han pagado la entrada son hombres. A las espectadoras estas películas las deja indiferentes. Porque la alumna, la modelo, la risueña mecanógrafa «está de pan y moja», como dirían los señores de otros tiempos, y el protagonista es un viejo pellejo.
El hipócrita argumento del viejo y la muchacha
Si lo pensamos bien, estas películas de viejo y alumna o modelo son hipócritas. Si realmente quisieran enseñarnos que la belleza está en todas partes, la señorita debería tener o ser lo que el grueso de la sociedad considera inaceptable: obesidad, una piel seca o con manchas, un rostro con una evidente asimetría… Y quizá treinta o cuarenta o cincuenta años más. Porque no nos engañemos, si el pintor viejo fuera una pintora vieja y la chica un muchachito, es probable que los críticos cambiaran lo de «canto a la belleza» por «la exposición de la frustración de una anciana». Así que mientras ellas están frustradas y calientes, ellos son catadores de belleza.
La vieja de ‘El Resplandor’
Una de las escenas más conocidas de El resplandor es la de Jack Nicholson/Torrance abrazando y besando a una jovencita recién salida del baño que segundos después se convierte en una anciana decrépita. Kubrick sabía que la anciana provocaría asco (más a los hombres que a las mujeres) y hasta miedo (intensificado por la música).
A Nicholson no le importa abrazar a un fantasma de buen ver, pero huye despavorido cuando es una mujer ajada. ¿Quién siente pena por esta mujer de carnes caídas y el cuerpo lleno de manchas? Es una clara degradación del cuerpo femenino cuando se sale de los cánones. En este caso, es un cuerpo viejo.
La oscuridad en Harold y Maude
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La idea de que una anciana y un jovencito mantengan relaciones sexuales resulta repulsiva para muchos espectadores. De ahí que Harold y Maude siga siendo una rareza aunque se estrenó en 1971.
Si lo pensamos bien, la relación entre Harold y Maude solo es posible porque comparten placer por todo lo relacionado con la muerte. El protagonista puede resultar antipático y no está bien de la cabeza. De manera que su gusto por Maude es más propio de una mente perturbada que de una mente sana. Esto resta valor a la idea de mostrar como «normal» la relación entre ambos personajes.
Algo pasa con Mary… y la vieja que toma el sol
Otro ejemplo de degradación del cuerpo desnudo de una mujer anciana lo encontramos en Algo pasa con Mary: un espía de Mary espera verla desnuda a través de los prismáticos, pero en su lugar, y para su disgusto, ve el torso con arrugas y los pechos caídos de una anciana. El chiste funciona para una parte de los espectadores porque el mirón «recibe su castigo». Si la sociedad considerara el cuerpo de la anciana simplemente como un cuerpo, al margen de consideraciones estéticas, el chiste no tendría efecto.
¿Por qué el cuerpo desnudo de un anciano conmueve a la piedad, a la pena y el de una mujer de la misma edad provoca asco a muchos? Parece que una mujer no tiene derecho a descansar de la opinión ajena ni llegada a edad avanzada. Una opinión que muchas mujeres jubiladas fomentan: «Pepita está más estropeada que yo».
Solo se admiten MILF
Solo en la última década el cine y el público ha admitido que una mujer «mayor» se enamore de un jovencito y sea correspondida. Pero hay imposiciones: la mujer mayor debe tener un cuerpo que podría competir con el de veinteañeras. Debe ser una MILF (Mom I’d Like to Fuck o Madre que me follaría). Mamá y no abuela. Los argumentos de MILF y jovencito se han multiplicado en el drama y la comedia: Michelle Pfeiffer (El novio de mi madre), Marisa Tomei (En la habitación), Kim Basinger (Una mujer difícil), Kate Winslet (El lector)… En cualquier caso, en estos argumentos la diferencia de edad es un tema secundario o realmente carece de importancia.
La veda la abrió Anne Bancroft como señora Robinson (El graduado) en 1967 (cuatro años antes que Harold y Maude). Aunque entonces la Bancroft tenía 36 años y Dustin Hoffman 30. ¿Hubiera admitido la crítica y el público de entonces a una señora con sus auténticos 50 años de entonces? El físico de Bancroft ha jugado a favor de la mitología de la película. Sin embargo, el físico de Ruth Gordon/Maude ha condenado a Harold y Maude al ostracismo aunque está en el puesto 49 de las mejores comedias según el Sindicato de Guionistas de Los Estados Unidos.
La MILF no debería ser vista como un reconocimiento de la mujer madura. El origen de la palabra es peyorativo (aparece por primera vez en American Pie, en 1999). Aquel término no hace más que crear un nuevo condicionante para las mujeres. Se ha llegado al punto en el que no ser una MILF pasados los 40 años está mal visto en según qué ambientes.
¿Cómo una gorda va a tener sexo?
Empire y el sexo que escandalizó a los espectadores
Vemos que la vejez, tan natural, provoca rechazo y asco cuando está asociada al cuerpo femenino. Si es joven la crítica viene por los kilos. El último escándalo llegó con Empire: Gabourey Sidibe/Becky abre el episodio sexto de la segunda temporada con una escena de sexo dentro de los límites de la televisión en abierto estadounidense. ¡Y con la ropa puesta!
Sin embargo, para una parte de la audiencia la escena fue «demasiado explícita», para otras, «nauseabunda» y no faltaron comentarios como «una mujer así no puede despertar pasión» o «es irreal que la gorda tenga sexo». No faltaron memes de vómitos y personajes famosos con caras de asco.
Gabourey Sidibe dijo a People que se sintió orgullosa y hermosa al realizar al escena y que no entiende el odio ante una escena de amor. ¿No está una parte de la mayoría de la sociedad idiotizada por la estética de la Barbie?
Hombretones hechos y derechos diciendo tonterías
Por todo ello, preocupa que personajes que debieran convertirse en un referente en cuanto a la aceptación de los distintos cuerpos, se convierten en difusores del odio a la mujer cuando no entra en determinados moldes. Lo hemos visto en los últimos meses: periodistas maestros de periodistas (dicen sus discípulos y aduladores) de medios conservadores parecen haber acordado en una barbacoa un argumento único, simple, contra mujeres que defienden ideas no conservadoras: «Son gordas y feas».
Uno se pregunta cómo es posible que estos hombres —son hombres— talluditos y algunos con dos o tres carreras usen como recurso argumentativo «son gordas y feas» y no sientan vergüenza. (Uno la siente, y mucho, de compartir el mismo país). «Gordas y feas» son palabras de matones de patio de recreo contra niñas vulnerables. «Son gordas y feas» es una réplica propia de profesionales de una ideocracia; aquella película donde cualquier imbécil incapaz de sumar con los dedos puede ser médico o periodista gracias a los cupones de un supermercado.
Que estos periodistas maestros de periodistas tengan fanáticos prueba las carencias de la educación y tolerancia españolas, también patente en las redes sociales durante las emisiones de espacios como Casados a primera vista. Este programa de telerrealidad depende y mucho de la parte más crítica de la sociedad respecto a cómo deben ser las personas por dentro y por fuera. Hay diferencias: de ellos se dice que son calvos o que tienen una barba fea; a ellas se las considera viejas o gordas y hasta orcos. Los comentarios que reciben ellos son benévolos en comparación con los comentarios que reciben ellas.
Con semejantes comentarios en las redes sociales, no extraña que haya un caldo de cultivo para que los periodistas maestros de periodistas no informen ni escriban artículos que den pie a la reflexión. A estos profesionales poco esforzados les cuesta poco conseguir el aplauso fácil del tonto, los corazoncitos en Twitter y los pulgares arriba en Facebook de lectores sin criterio. En cualquier caso poco cabe esperarse de estos profesionales que en más de una ocasión han descrito a la mujer ideal como «la mujer muy femenina y discreta» (entiéndase aquí discreta como boba o sin criterio propio) y por supuesto con un cuerpo de maniquí.
En el fondo, la misoginia se alía con el estereotipo: los periodistas conservadores y misóginos parecen pensar: «Si no podemos rebatir las ideas de las mujeres, hagamos que lloren». Una mente funciona bajo el influjo del estereotipo cuando considera que la mujer está obsesionada con los potingues y su cuerpo, y que las palabras «gorda y fea» la afectarán.
¿Para cuándo una mujer estará considera como una persona y no un trozo de carne que debe tener un tamaño y una presentación estándar —como si fuera una pieza de supermercado— y una fecha de caducidad? ¿Para cuándo una comedia romántica de una señora de 70 con un tipo de 30 años y que acabe con ambos en el Caribe? ¿Será posible mostrar a una mujer de 70 años o más desnuda sin que se busque provocar asco en el público? ¿Para cuándo periodistas hechos y derechos se comportarán como tal y no como matones de mala película de instituto?
POR JAVIER MELENDEZ MARTIN
Guionista.