El pescado está vendido en el sector energético y quien no lo quiera ver se dará de bruces con la realidad en unos pocos años. En este año tan loco han ocurrido muchas cosas. El auge del teletrabajo y del comercio electrónico potenciado con los confinamientos ha aupado a las TIC, la pandemia ha favorecido además el apetito inversor en salud beneficiando al sector Biotech también y el oro y otros metales preciosos han revalorizado sirviendo de valor refugio y de cobertura ante posibles escenarios inflacionarios. Pero de lo que no se ha hablado tanto es de que, si las renovables ya habían despertado el año pasado, en este directamente han explotado. Especialmente fotovoltaica, baterías de litio y otras tecnologías asociadas.
En el plano energético ha sido un año marcado por el hundimiento de la demanda que, sin embargo, no ha perjudicado la expansión de los planes de instalación de parques solares y eólicos. Ni tampoco ha obligado a detener los que ya estaban construidos. Esa doble resilencia, tanto en los parques ya instalados como en los nuevos proyectos, ha hecho decantar las cosas en el plano inversor de forma definitiva a mi entender. Estaba ya parcialmente decantado debido a unos rendimientos cada vez mejores y a una conciencia ambiental creciente respecto a la problemática del clima.
Pero tras la crisis directamente se ha convertido en una pura cuestión de supervivencia. Ahora ya está meridianamente claro que quien se quede atrapado en el sector fósil perecerá. Podríamos decir que los nubarrones en el horizonte se han disipado en gran medida.
Y esto así ha quedado reflejado en los mercados. A título ilustrativo he seleccionado cuatro ETFs de empresas del sector energético que nos ayudan a percibir como se ha movido el sector en los últimos 5 años y los sensacionales cambios que estamos viviendo en los últimos dos años. Básicamente estamos entrando en la fase acelerada de la transición energética.
Vemos por una parte dos tecnologías del viejo régimen energético, nuclear (NLR) y petróleo (XLE). La primera languideciendo miserablemente con unos retornos pobres para finalmente empezar a declinar tras el COVID. La segunda que ya arrastraba un declive creciente en 2019 hundiéndose estrepitosamente en 2020. En el campo renovable en cambio vemos como la eólica (FAN) que, en tanto que tecnología ya madura ofrecía ya cierto retorno estos últimos años. El pasado año empezó a repuntar y ha sido capaz en este de recuperarse totalmente del COVID y entrar en positivo con un retorno superior al 50% a YTD. Pero el caso más llamativo ha sido sin duda el de la energía solar (TAN). Venía de una travesía por el desierto, con retornos bastante negativos. Algunos venimos avisando y repitiendo una y otra vez que había que estar posicionado porque la tecnología tenía potencial disruptivo y una capacidad futura mayor que ninguna otra tecnología energética, cuando empezase la fiesta iba a explotar cosa mala. Pues ahí lo tenemos, en 2019 empezó dando los primeros avisos y este año ha sido quizá año de su despegue financieramente hablando.
Y esto solo acaba de empezar.
Mi impresión es que las tecnologías de renovables y de almacenamiento, (salvo Tesla y alguna otra escasa excepción) no han sido empresas muy mediáticas. Además han sido sectores, los de las energías alternativas, tradicionalmente denostados y con muchos intereses en contra de su despliegue por parte de las grandes majors que dominaban el viejo régimen. Ahora se han invertido las tornas y son las grandes empresas las que, desesperadas, tratan todas de subirse al tren aunque sea en los vagones de cola porque el que se quede atrás y lo pierda desaparecerá. Así vemos a petroleras invertir en parques fotovoltaicos, pintándose de verde, haciendo previsiones infaustas para la demanda de petróleo y metiéndose de lleno en el campo de la eólica flotante y del hidrógeno verde, tal vez los sectores donde pueden ser más competitivas.
Si el cambio de turno se produce tal y como pienso, mediante una curva sigmoide creciente sustituyendo al sector fósil en curva también sigmoide pero decreciente nos pueden esperar bastantes años de megatendencia alcista en ese sector. Honestamente pensé que la cosa tardaría algunos años más, tal vez hacia 2025 pero el COVID ha sido un booster, un acelerador de todas las tendencias que ya estaban ahí. Ahora todo se ha precipitado en un escenario de fuertes divergencias con sectores que pierden mucho y sectores que ganan mucho. Y aunque algunos cambios sean algo coyunturales podríamos decir que buena parte de ellos son más bien estructurales.
Nadie tiene la bola de cristal pero si tuviese que apostar tengo claro que técnicamente lo más probable es que entre la eólica y la solar se coman el grueso del pastel energético en los próximos años dejando fuera a todas las demas viejas techs salvo la hidráulica. El gas será la última tecnología fósil en desaparecer del mix y tal vez el petróleo vaya quedando como una tecnología de nicho a medida que penetra la electrificación y el hidrógeno verde en todos los sectores (ligeros y pesados respectivamente). El almacenamiento de respaldo vendrá algo después y terminará de matar los últimos rescoldos de gas natural que queden. Así, a corto plazo, las baterías de litio se verán muy aceleradas por el auge de la mobilidad eléctrica pero con el tiempo irán apareciendo otras soluciones más allá del litio.
Mi impresión es que todas las cartas ya están sobre la mesa y salvo pequeñas variaciones que no van a variar demasiado la imagen general, el pescado ya está vendido. Ciertamente la previsible victoria de Biden acelerará aún más la megatendencia pero como ya se ha visto, en caso de victoria de Trump la cosa tampoco cambiará mucho, solo iría algo más lenta.
¿Qué podemos esperar?
Las tecnologías clave ya están desarrolladas, solo queda recorrer unos años más de sus respectivas curvas de aprendizaje para que nadie pueda rivalizar más con ellas. El gran cambio a largo plazo vendrá por el lado de la disponibilidad de la energía, pasaremos de un mundo en donde esta es un bien escaso a uno en donde no lo será, en donde será habitual que muchos días sobre. En donde en consecuencia el coste de la electricidad será bajo con márgenes estrechos y generada por tecnología con muy bajos costes de capital y aún más bajos costes operativos. Si se creará mucho empleo construyendo toda esa infraestructura pero una vez construida irá prácticamente sola. Por tanto, si bien a corto puede no notarse al muy largo plazo será una tecnología claramente deflacionaria, especialmente cuando los fósiles y la nuclear sean borradas del mapa por los costes imposibles de batir de las nuevas techs. Puede parecer increible, pero esa energía sobrante permitirá plantearse cultivar en granjas verticales a menor coste, desalar agua a precio regalado o instalar industria electrointensiva en casi cualquier punto donde pegue fuerte el sol. Miren Islandia ahora, tiene la energía más barata del planeta y el consumo per cápita más elevado gracias a su mix (75% hidráulicoa + 25% geotérmica). Pues eso es lo que pasa cuando consigues que tu mix quede dominado por fuentes renovables. No en vano, las hidroeléctricas son hoy llamadas el maná del cielo, la energía más barata que hay. Pues ese maná terminará por cubrir casi todo el mix eléctrico en la mayoría de países obligando a instalar cables submarinos que mejoren la interconexión para permitir volcar los excedentes más allá de las fronteras terrestres naturales.
La transición ya está aquí y habrá turbulencias. Crisis derivadas de la bajada de demanda del petróleo en los países productores y probablemente alguna que otra burbuja bursàtil de tecnologías verdes como ya la hubo con las punto.com tras la aparición disruptiva de Internet. Esto es una nueva disrupción y no me extrañaría que en poco tiempo entremos en algúna fase de manía inversora en el sector verde llevando a sus activos de la infravaloración a la sobrevaloración más desaforada.
Siendo que, igualmente, aquellas empresas que sobreviban a la carrera que se avecina serán los nuevos gigantes energéticos del mañana aumentando de 10 a 100 veces su valor actual. Los próximos "Amazon" están ahora haciendo baterías o paneles solares.
Y todo esto ocurrirá en medio de un clima económico bastante incierto tras el shock del COVID, en donde el estatus del dólar como moneda de reserva podría ser pronto puesto en duda y en donde la automatización creciente hará imposible alcanzar niveles de ocupación significativos obligando o bien a reactualizar el contrato social o a enfrentar una tensión social cada vez más extrema. Agárrense fuerte, que vienen curvas y en esta guerra por el dominio de la energía no habrá prisioneros.