Si tuviésemos que enumerar las aspiraciones del ser humano desde los tiempos más remotos es posible que por unanimidad el primer deseo fuese vivir de rentas. Algo muy difícil que muy pocos lo alcanzan y entre los que lo consiguen, una gran parte se debe a que han percibido una herencia.
Una de las técnicas para llegar a ello que utilizan los asesores de inversión es la planificación financiera, tan fácil de decir como difícil de llevar a práctica, al igual que ocurre con todas las teorías que pueden explicarse matemáticamente con sencillez y chocan con la forma de ejecución. La dificultad en conseguir esta meta es lógica, solo hay que ver el número de personas se hayan en esta situación y su relación con el total de la población. Siempre queda la ilusión de que eso no nos va a ocurrir porque no cometeremos los errores de otras generaciones anteriores y a la hora de la verdad vemos que ocurre en todas las generaciones.
Con esto no quiero decir que estoy en contra de esta ilusión y de que no vale la pena el esfuerzo teniendo en cuenta el alto grado de fracaso a nivel general, al contrario, animo mucho a establecer este objetivo y crear hábitos para conseguirlo porque estamos hablando de una gran recompensa como meta.
Se le atribuye a George Bernard Shaw la siguiente reflexión. “Si has construido un castillo en el aire, no has perdido el tiempo es allí donde deberían estar. Ahora debes construir los cimientos debajo de él”. Shaw era eminentemente práctico y no hubiera construido castillos en el aire sin fundamento. Consideraba que el hombre “razonable” era un modelo de ser adecuado pero debería de tener otros incentivos y era su parte no razonable la que emprendía los grandes proyectos y hacia avanzar el mundo.
Realmente es cierto que para el trabajador medio conseguir vivir de rentas empieza siendo un castillo en el aire, en eso se quedará la mayoría de las veces si no se ponen los cimientos adecuados; solo pensar en ahorrar solo es una declaración de intenciones que no llega a buen fin si no se hace con un método.
Pensar en cuál sería la aportación de una cantidad mensual por una infinidad de años a un interés compuesto suele dar la cifra que queremos para poder dejar el trabajo. Como decía antes la parte teórica es muy fácil. Más tarde vemos que la mayoría de estas cosas no sirven de nada en la práctica.
Dicen que una hormiga tiene unas 8.000 posibilidades de ascender a un árbol medio y llegar a una hoja determinada; cuando está en esa hoja, bajar a la base del árbol con descender recto tiene suficiente por lo que no es lo mismo el planteamiento cuando hay que subir que la hormiga que está arriba. No es lo mismo hacer el planteamiento de cómo hacer algo que contarlo cuando ya está hecho, sobre todo si ha salido bien. Las dificultades propias de la vida que se va encontrar son muchísimas, las más habituales, pueden ser que quiebre la empresa donde se trabaja, despido, traslados, pareja, etc. La vida es un cambio constante y cualquier desviación cambia mucho las situaciones previstas. Estos cambios vienen frecuentemente de forma externa y nuestra buena voluntad va a influir en su desarrollo, pero dependerá de la persona, por lo que prefiero centrarme en los puramente económicos y están más próximos a las decisiones que podamos tomar, por lo que citaré algunos.
Rentabilidades del 10 %. Este tipo de interés es el más usado para hacer proyecciones, puede ser porque muchos estudios hablan de rentabilidades de bolsa sobre el 10 % en periodos muy largos, 100 años o más. Puede ser una rentabilidad media muy creíble pero no es tan fácil de calcular en la práctica. Aunque los estudios pasados sean así, no necesariamente han de ser los futuros y la vida humana es más corta que este ejemplo de largo plazo; la vida laboral para conseguir ese dinero es muchísimo más corta, teniendo en cuenta que se empieza a trabajar más tarde que en tiempos pasados, y eso, el que tiene suerte.
Conseguir el 10 % es un planteamiento muy utilizado no solo en el largo plazo, sino en operaciones a corto. En la Bolsa de Barcelona, hace unos 25 años, había un especulador que le llamaban Mr. 10 % porque era su objetivo de plusvalía. Es un tipo de interés que está presente en muchos cálculos a pesar de los cambios de escenarios. Actualmente podemos decir que estamos en una inflación 0 por lo que un 10 % es un 10 % de interés real. En los años 70 tuvimos varios años de una gran inflación, por lo que con una inflación de 15 % ese 10 % nos daría una rentabilidad real del -5 %. Para hacer los cálculos hay que tener muy en cuenta la inflación y en estos ejemplos hemos visto que con el mismo tipo de interés hay una diferencia del 15 %. Conseguir el 10 % anual puede ser una media pero difiere mucho en que época se utilice.
Método para conseguir capital o conservarlo. Otra cosa que choca un poco al escuchar estos planteamientos, es que se utilicen los mismos métodos de inversión para crear una cantidad de dinero para vivir de rentas que cuando se consigue ese dinero y se ha de disfrutar de estas rentas. Ya sea por razones de crecimiento, de seguridad o por cuestiones fiscales, es totalmente diferente la forma de invertir antes o después del objetivo de inversión. Para un labrador no es lo mismo la época de sembrar que la de recoger. Las técnicas empleadas han de ser distintas. Es más lógico utilizar empresas con reparto de dividendos cuando se ha de vivir de rentas (época de recoger) que cuando se está formando el capital (época de sembrar). Cuando se está formando el capital hay que evitar el pago de impuestos. Un buen sistema es la compra de participaciones de buenos fondos de inversión de acumulación, con ellos se difiere el pago fiscal y esos impuestos no pagados generan ingresos. El pago de impuestos disminuye el capital disponible que con los efectos del interés compuesto reduce significativamente la inversión final.
Dividendos de empresas. Se han de seleccionar empresas por dividendos en función de los objetivos personales y no en datos aislados del mercado. La elección de empresas para percibir dividendos se suele hacer mediante un ranking en las que se dice que se ha de invertir en las primeras de ranking, curiosamente estas empresas que salen las primeras en el ranking es un efecto óptico debido a que la cotización ha tenido algún tipo de colapso y su precio ha bajado, el cálculo se realiza con un cambio más bajo y con los dividendos del año anterior. Este error acaba siendo reconocido por el mercado y acaban bajando o eliminando el dividendo; la lista de valores en máximos dividendos en la historia es larga: Telefónica, Telecinco, Antena 3, BME, FCC, y aun sale Santander encabezando la lista, cuando en lugar de repartir dividendo reparte acciones a cuenta del capital; es dinero que sale del bolsillo derecho para ir al izquierdo y no se ha generado nada. Este sistema de elección de empresas es malo porque contempla una rentabilidad que es supuesta y no contempla el riesgo que es real.
El accionista que necesita el dividendo no ha de mirar solo el porcentaje que percibe sino el importe en efectivo que es lo que necesita para vivir. No olvidemos que la rentabilidad por dividendo es una relación entre el valor de la acción y el importe que se retribuye al accionista en forma como dividendo, o sea, en un momento determinado. Si alguien invierte en el 2008 en BME que era una de las empresas que daban mejor porcentaje de dividendos obtenía un 10 % y si invertía en Inditex obtenía un 2 %. Actualmente BME reparte sobre un 5 % y Inditex sobre un 2 % que multiplicado por cinco por Split es una rentabilidad sobre un 10 %. Esto es una auténtica inversión a largo plazo y no comprar un valor y dejarlo en cartera como si fuese de la familia. Esta es la gran diferencia en invertir en un valor con crecimiento constante del dividendo y otras empresas; por cierto, he puesto el ejemplo de BME porque es una de las empresas que destacaron por su alto porcentaje de dividendo y no ha sido descalabro, el ejemplo sería más claro con las citadas anteriormente por ser las primeras de la clasificación por dividendos. Me ciño solo al dividendo, pero si además hablamos de preservación de capital es cuando se ve más claro, ya que un dividendo creciente genera más plusvalía.
Es fácil ver la apariencia de las cosas aunque no tanto ver su esencia.