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Para el contribuyente medio es muy duro sentirse cómodo con el sector bancario en su conjunto, en particular cuando un rescate sale de sus ahorros. Siempre que hablo con alguien externo al sector financiero entiendo perfectamente sus argumentos: ¿Por qué cuándo ganan dinero es para ellos, y cuando lo pierden lo pagamos todos? Podemos entrar a matizar y no acabaríamos, pero para muchísima gente este es el resumen de la historia.

El caso de Bankia es un ejemplo de lo que ocurre cuando uno tiene un colchón de seguridad para sus malas decisiones, y sobre todo cuando falta un accionista fuerte que tome el rumbo y sienta las consecuencias de una mala (o buena) gestión, algo no muy diferente al de otras entidades.

Bankia pagó el precio de una excesiva politización, combinada con una concentración del riesgo en un solo sector (el inmobiliario). El apalancamiento inherente al sector financiero moderno era la sentencia de muerte, pero todos los organismos encargados de proteger al inversor hicieron el resto: el argumento de “nadie lo vio venir” dejaría en muy mal lugar al Banco de España, al Banco Central Europeo y a los auditores. 

 

En cualquier caso, a lo hecho, pecho: Hoy dos tercios de Bankia son públicos. El banco está cumpliendo su plan estratégico a marchas forzadas y todos sus indicadores están mejorando. Si tenemos claros los factores que llevaron a Bankia a necesitar un rescate hemos de admitir también que la situación está cambiando de forma objetiva. La gestión está siendo ejemplar, a la altura de la responsabilidad que supone recibir (mucho) dinero público.

Aun así, el daño producido es de tal magnitud que la entidad sólo ha devuelto un 7% del capital recibido, y las perspectivas no son buenas: el año que viene el Estado ha de vender su participación. ¿Cuál es el principal problema? Como opinión personal, la salida a bolsa. 

No sólo ofreció información “incorrecta e inveraz en aspectos relevantes” en su representación de la situación real de la compañía, un tiro que siempre sale por la culata, es que salir a bolsa implica abandonar la compañía a los vaivenes del mercado, una fuerza todopoderosa que personas aparentemente cabales se empeñan en subestimar una y otra vez.

El mercado es siempre soberano: Bankia lleva un 40% de caída en lo que llevamos de año, y para que el título alcance el precio objetivo del Estado para vender (1,5€/acción) la acción tendría que subir un 238%. ¿Posible? Por supuesto. ¿Probable? Más bien remoto, si tenemos en cuenta que desde el brexit el sector bancario europeo está viéndose aún más azotado por la incertidumbre de lo que ya lo estaba. Veamos.

Una de las normativas puestas en marcha tras la crisis de 2008 fue la prohibición de un rescate con dinero público (bail out), dejando la responsabilidad del rescate en manos de los accionistas y bonistas de la entidad, como en cualquier compañía (bail in). Es decir, más o menos de acuerdo con el pensamiento popular que comentábamos al principio: cada uno que cargue con sus errores. Pues desgraciadamente parece que volvemos a la casilla de salida. 

Por si no teníamos bastante con brexit y falta de gobierno, en Italia Renzi se está enfrentando a Bruselas, anunciando ante la situación terminal de todo su sector bancario que contemplan el rescate con dinero público como último recurso. Si se abriera esta caja de Pandora, no sería más que otro paso hacia la fragmentación de Europa en tiempo récord.

¿Qué significa esto para Bankia? Simplemente un obstáculo más para una privatización ordenada, ya que el mercado castigaría aún más el sector y haría casi imposible una recuperación del precio de la acción. Por eso no creemos que Bankia sea una bomba de relojería: Creemos que todo el sector lo es desde que empieza a apalancarse en los depósitos para prestar, y con ello los problemas ya no se suman, se multiplican en impacto. De hecho puede ser que la gestión de Bankia la haya hecho más resistente que en los últimos ocho años,  una prudencia que nos gusta.

En las últimas décadas el sector financiero ha dejado de multiplicar y ha aprendido a elevar al cuadrado, al cubo y en ocasiones a la cuarta potencia, apalancando lo apalancado a varios niveles. La exposición de Deutsche Bank en derivados es cinco veces el PIB de toda Europa, por ejemplo.

Ningún supervisor es capaz de comprender adecuadamente el alcance de los activos derivados sobre otros derivados, porque el primer supervisor que lo haga no se centrará en aumentar las regulaciones y obstruir la marcha del sector, sino en limitar sus riesgos correctamente. Mientras tanto, no es un mal momento para buscar asesoramiento independiente.

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  1. #1
    18/07/16 16:16

    Los que tienen el poder harán lo que les de la gana , nos llevarán adonde les pase por los bemoles, lo justificarán como les pase por los cojo...., y harán lo que tengan que hacer para degradar el sistema y aplicarnos las normas que les pasen por las narices. ¿Es que hay otra alternativa?