Quisiera compartir una reflexión que, como de costumbre en lo que a bolsa se refiere, ha salido de la cabeza sensata de mi pareja. Totalmente inexperta en bolsa, pero con una capacidad innata para invertir con éxito, aunque lo niegue desde la humildad, y de cazar muchas cosas a la primera sin apenas esfuerzo.
Resulta que al comentarle a mi media naranja la noticia que apareció hace ya unos meses de que ya está comercializándose en Alemania el primer fondo de gestión activa gestionado por completo por un "robot" o algoritmo basado en inteligencia artificial, con nula intervención humana, su respuesta me dejó helado, realmente demoledora:
Para nada servirán entonces los análisis humanos sobre bolsa basados en números, cuentas, rayas, patrones, etc. Todo eso lo puede hacer mucho mejor y más rápido una máquina.
Si mi contraparte tiene razón, y las pocas veces que opina sobre bolsa acostumbra a tenerla, hasta el punto de que estoy valorando seriamente estudiar y leer mucho menos y escucharla mucho más, el fin tanto del análisis técnico como del análisis fundamental cuantitativo humano está cerca, no así, por el momento, el del análisis fundamental cualitativo.
- Tirar rayas, calcular cabezas-hombro-cabezas y demás zarandajas del análisis técnico, ya está en condiciones de hacerlo cualquier algoritmo potente.
- Igualmente, la lectura de un balance o una cuenta de resultados se puede realizar en un segundo por parte de una máquina suponiendo que el balance sea correcto y honrado.
Pero, por el momento, existen aspectos en el análisis de una empresa en lo que una máquina no nos ha alcanzado por el momento: intentar "mojarse" en si el fondo de comercio es auténtico o de cartón piedra, en si los ajustes por extraordinarios, de tan frecuentes, alcanzan a ser ya ordinarios, calibrar si la actitud hacia el accionista es de respeto o de desprecio camuflado, valorar el entusiasmo que genera entre la plantilla el anuncio de un nuevo plan empresarial, puntuar la transparencia de una web corporativa, tratar de oler el compromiso del Consejo de Dirección en la gestión de la empresa, etc.
Todo ello pertenece a lo que llamamos el análisis fundamental cualitativo y, aunque es evidente que todos podemos ser presas de sesgos y emociones al realizarlo, pues humanos somos, existe aún una capacidad analítica e intuitiva exclusivamente humana que mantiene a los robots a raya en este campo y ofrece interesantes oportunidades de colaboración en la interfaz hombre-máquina.
Por el momento...
Pienso que esa componente "humana" del análisis que, en gran parte, puede derivar del resbaladizo sentido común, es uno de los factores clave para tener éxito en bolsa.
Claro que no es fácil. El problema es que es muy fácil confundir sentido común con "deseo común" de que mi acción suba si estoy largo o de que baje si estoy corto (o de que el índice se mueva poco si he vendido una opción). Y ahí es precisamente donde un buen gestor se diferencia de uno malo, saber separar la realidad de los deseos y doblegarse a sí mismo prácticamente a diario, hasta el punto de arrasar el orgullo de forma frecuente. En cualquier caso, a la hora de valorar una oportunidad de inversión soy partidario radical de disminuir el análisis numérico al mínimo imprescindible y necesario para entender si el negocio funciona para, a continuación, aplicar el razonamiento lógico y llegar a una serie de pocas conclusiones, sencillas y bien estructuradas, las cuales serán erróneas o no, pero siempre desde la simplicidad.
Un balance contable o una cuenta de resultados pueden ser endemoniadamente complicadas, pero las conclusiones tras leerlos tienen que poder resumirse en dos frases a lo sumo.
Y me alegro mucho de que gestores a los que sigo por su perspicacia y resultados, como Iván Martín, de Magallanes Value Investors, una de las mejores gestoras de inversión en valor de Europa en mi humilde opinión, coincida también en esa idea de "simplicidad radical". Créanme, como ingeniero acostumbrado a números y modelos, decir que debemos renunciar a la complejidad de las ecuaciones no es plato de buen gusto.
MOI: ¿Cómo valoran los negocios? ¿Hasta qué punto hay que tener en cuenta consideraciones específicas de cada industria y comparables, y hasta qué punto se centra sólo en el beneficio para el accionista o los flujos de caja?
IM: Para nosotros valorar un negocio es la parte que menos tiempo consume en nuestro proceso de inversión. Lo más importante para nosotros es entender el negocio, la génesis de la empresa, cómo gana dinero, si tiene ventajas competitivas, competidores, etc. La mayor parte de este trabajo la hacemos leyendo los estados financieros de hasta los últimos diez años. Después trabajamos a fondo los números y tratamos de averiguar si la compañía seguirá existiendo en los próximos cinco a diez años.
Los modelos de descuento complejos y las hojas de cálculo múltiples dan la falsa sensación de certeza e infalibilidad. En cierto modo, satisfacen la incómoda situación de tratar con información incompleta. La excesiva dependencia del poder de las matemáticas y de los modelos puede resultar un desastre en las finanzas, un campo caracterizado por la incertidumbre. Muchos inversores despliegan demasiado esfuerzo en precisión y perfección dejando pasar sin darse cuenta potenciales buenas inversiones. En mi opinión, la clave en la valoración tiene que ver con la capacidad de tratar con información escasa, imperfecta y confusa casi todo el tiempo.
En la práctica cuando valoramos una compañía aplicamos un método sencillo que consiste en descontar flujos de caja normalizados en un ciclo completo. Después comparamos nuestra valoración con múltiplos de la industria. El valor de una acción no proviene sólo de un modelo de descuento de flujos. Una acción vale lo que alguien esté dispuesto a pagar por ella, independientemente de lo que el modelo te diga.
Entrevista a Iván Martín en The Manual of Ideas, junio 2017
Iván predica con el ejemplo en una maravillosa carta trimestral a sus copartícipes donde no sólo se pone de relieve que no hace falta una balanza para saber si un señor está gordo (Warren Buffett dixit), sino que además regala varias ideas de inversión en una tarea altamente educativa. Y para colmo menciona oportunidades en las que ya me había fijado anteriormente debido a su muy deprimido precio, como la famosísima Potash de la que tanta información sobre su famoso declive disponen en Rankia.
Realmente tenemos mucha suerte de tener gestores value tan expresivos en España. Ivan Martín y su equipo, pero también Miguel de Juan del Argos, Álex Estebaranz y José Luis Benito del True Value y por supuesto los equipos de Cobas y azValor con Paramés y Guzmán al frente ejercen realmente una labor de educación financiera más que meritoria. Leen muchos balances, estudian números a lo bestia, claro que sí. Pero su verdadero valor añadido está en el análisis cualitativo de la empresa.
Sean prudentes.