Viernes Santo, abstención y penicilina
Mi abuelo José era brigada de infantería y fue herido en la ingle por los moros en el Desastre de Annual, donde mandaron a su regimiento a combatir por Dios, la Patria y el Rey a las órdenes del entonces coronel Franquito El Africano. La infección bacteriana que le produjo la herida se le gangrenó y perdió la pierna. Le sobraba una pernera del pantalón pero le pusieron una medalla.
Mi abuelo Manolo era capataz de almadraba y solo se emborrachaba los viernes santos porque, según mi madre, él decía que Dios ese día está muerto. El resto del año bebía muy poco pero aprovechaba el tiempo, sobre todo con las portuguesas que venían para trabajar cuando desovaba el atún rojo, como el que, marinado, se habrá comido hoy nuestro colegui herrador en La Raspa de Ibiza.
El caso es que también fue herido de consideración por una de aquellas portuguesas que le pegó una gonorrea que le dejó sus órganos reproductores maltrechos para el resto de sus días. Téngase en cuenta que la bacteria Neisseria gonorrhoeae solo puede ser combatida por la penicilina, y Sir Alexander Fleming la descubrió en 1928, pero no llegó a España hasta mitad de los años 50 (como siempre el consabidodesfase español). El mismo Manolete murió de una infección bacteriana el 28 de agosto de 1947 en la Plaza de Linares por la cornada que le propinó un morlaco de nombre Islero al entrar a matar. O sea, que parece claro que ZP no fue.
Y hablando de Franquito: a los 25 años de su óbito en la cama, y después de creer que lo había dejado todo atado y bien atado, yo ya me abstuve de votar. Era el año 2000 y se veía venir que Aznar iba a conseguir la absoluta, ya que en su primera legislatura estuvo brujuleando de los catalanes (con los que hablaba en catalán en la intimidad) a los vascos (a los que cuando se refería a ETA les llamaba el ejército de liberación vasco). Total, que entre unos y otros aquellos pardillos se lo pusieron a huevo.
Claro, al principio podías hacer la vista gorda sobre que la llamada Oposición, en su afán por tocar pelo de poder, le hubiera dicho amén al Departamento de Estado y se cachondearan con el pueblo que venía de una travesía del desierto de 40 años pasándose por el forro de los huevos un referéndum sobre monarquía o república y tragaran con el experpento de las Autonomías (el café para todos de Suárez) frente a un futuro Estado confederado. Que los mismos que gobernaron el final del franquismo se encargaran de allanar la llamada Transición, y que Felipe nos metiera en la OTAN por cojones a pesar de que él mismo dijera “OTAN de entrada, no” ya era para nota.
Pero había pasado el tiempo y 25 años son muchos años, y yo percibía que la nueva casta política se había profesionalizado y acomodado por completo y vivía como Dios, y ni unos ni otros estaban dispuestos a soltar el momio ya que por lo visto se está tan calentito en la oposición (que se lo pregunten a Rajoy) como en el gobierno, aunque éstos tengan el BOE y las llaves del cofre del tesoro en las manos. Por eso, el año 2000 decidí enfrentarme con la realidad y me dije que con este tinglado, tan ajeno a mí, era imposible salir del sainete bipartidista que nos embarga. Y para más inri estos conservadores y progres de pacotilla, han convertido en bisagra no a los liberales como en otros países sino a los nacionalistas. Ahí queda eso.
O sea, que por mi parte vale ya de Leyd'Hondt con la que IU necesita el doble de diputados que el PSOE para sentarse en un escaño; que el mandato imperativo (prohibido por la Constitución) es lo único que impera y los jefes de fila, con un simple movimiento de muñeca, ordenan al rebaño que se sienta detrás de ellos que voten Sí o No, y por tanto, lo de las listas abiertas no las veremos ni a calendas griegas; que lo de las Autonomías ha sido el fracaso más estrepitoso que los siglos han visto porque ahí se han instalado los llamados barones y baronesas, sin cuyo consentimiento aquí no hay nada que rascar por el montón de competencias económicas que ya tienen transferidas; que los partidos políticos son el refugio de una panda de mangantes que fuera de la política no podrían ni comer y le deben a los bancos más que Alemania cuando perdió la Gran Guerra, y en consecuencia, aquí se hace lo que a los banqueros les pasa por la entrepierna. Y a los recientes acontecimientos me remito.
Es decir, si alguien se atreve a decirme que con estos mimbres debo volver a votar porque no hacerlo es ser un mal ciudadano, a pesar de haber soportado 24 meses de mili y de haber pagado un huevo de impuestos para alimentar a esta partida de chupópteros, con bigotes o sin bigotes, yo les digo que ejercer el voto es un derecho y no un deber, y como tal yo lo uso. Que lo del voto útil (¿qué es la utilidad para el que así opina?) en blanco o en negro, es una solemne memez, y que si algún día este país se coloca en la senda del sentido común me lo pensaré.
Y, sobre todo, porque se me debe algo, ya que si mi abuelo José, por su profesión, se exponía a que un moro-mierda le pegara un tiro en la ingle y lo dejara con una pernera del pantalón vacía y encogida para el resto de su vida por falta de penicilina lo puedo entender, pero que mi abuelo Manolo que solo se emborrachaba el Viernes Santo y nunca necesitó la penicilina para curarse la cirrosis que no podía pillar la necesitara y tampoco la tuviera para curarse de otro tiro en la ingle que le pegó aquella portuguesa que lo dejó inválido de las gónodas para los restos es como para mear y no echar ni gota.