Escribo esto tras la primera sesión de investidura del candidato Pedro Sánchez que ganó las pasadas elecciones generales del 28 de abril. Ha fracasado. Y cabe la posibilidad (que no la probabilidad) de que tampoco el próximo jueves lo consiga. Con lo que, caso de que así ocurriese, el gobierno "en funciones· de gobierno en funciones, es decir, sin gobernar, seguiría, al menos, hasta mediados de septiembre. Y si en esta segunda vuelta fracasase también, nuevas elecciones.... y vuelta a empezar.
Si recordamos también lo que sucedió hace dos años en las fracasadas investiduras de Rajoy, una conclusión parece imponerse. Y es que resulta claro que el "sistema" de selección de presidente del gobierno español falla o no es eficiente cuando el sistema político se aleja del bipartidismo. Pero cambiarlo de modo que se faciliten las investiduras, modificando el artículo 99 de la Constitución, no parece factible pues, como se le ha dicho a Pedro Sánchez, hacerlo ahora "suena" a amañar las reglas del partido a mitad del mismo. Sería impresentable políticamente hablando. Pero, creo, hay una solución. Pasa por aplicar la "economía de los incentivos" al problema sin necesidad de alterar la sacrosanta Constitución del 78. Me ha venido a la cabeza tras recordar un caso histórico muy similar.
Veamos.Tras el espectáculo de esta mañana me he acordado de las enseñanzas de Nuestra Santa Madre Iglesia. De las de tipo espiritual, tan sólo diré que descreo en principio y por sistema de su valor moral pues -para mí- sólo cabe entenderlas desde una perspectiva político-económica, es decir, como "opio del pueblo" destinado a hacer aceptar , o sea, "tragar" a los condenados de la Tierra su papel de "siervos" de los poderosos, incluyendo entre estos últimos a los miembros del singular "club" que conforma la Iglesia Católica.
Pero en cuanto a las reglas de comportamiento o procedimiento, todo lo contrario. El hecho de que la Iglesia Católica sea hoy por hoy la institución más longeva de la humanidad es un argumento irrebatible a favor de la efectividad o eficiencia de sus reglas procedimentales, pues - a contrario- puede argumentarse que si no lo fueran, ya hace siglos que la Iglesia Católica hubiera desparecido como institución. La duración de instituciones sociales como la Iglesia, la mafia, el ejercito, etc., en un mundo turbulento y competitivo es un argumento del tipo de los que arguye la Teoría de la Evolución darwiniana a favor de la efectividad de sus reglas de conducta.
En 1271, en septiembre, fue elegido como Papa Gregorio X. Pero lo fue después de TRES largos años de reuniones de los cardenales. Y si acabaron por decidirse a elegirlo no fue por voluntad propia, sino porque después de dos años, la población local de Viterbo, presa del nerviosismo, se rebeló y le quitó el techo al palacio donde estaban reunidos los cardenales, supuestamente para permitir que se les uniera el Espíritu Santo, aunque en la práctica lo que suponía de modo seguro era una vida a la intemperie para los Principes de la Iglesia, acostumbrados a una vida muelle llena de comodidades. También les restringieron la comida.Las condiciones eran tan duras que dos cardenales murieron y un tercero tuvo que irse por problemas de salud antes de que los restantes Príncipes eligieran con rapidez al Pontífice una vez que la ausencia de tejado permitiese una mejor cobertura y una conexión fiable con los Cielos.
Gregorio X estaba determinado a poner punto final a un procedimiento tan ineficaz de elección de Papa. El fue responsable de una decisión de 1274 que establecía que en el futuro los cardenales serían encerrados en una sola habitación con un lavatorio en el palacio del Papa fallecido en un plazo de 10 días después de su muerte.Luego de tres días, si no se elegía ningún Papa, sólo les servirían un plato por el almuerzo y la cena, en lugar de dos.Después de cinco días, sólo les darían pan, agua y un poco de vino hasta que eligieran un nuevo Papa.
Ni qué decir tiene que, tras esas reglas de procedimiento o de comportamiento, los cónclaves aumentaron enormemente su eficacia a la hora de elegir papas. Las cosas con el transcurrir de los siglos se fueron suavizando y hoy los cónclaves de la Iglesia Católica ya no son tan duros. Las normas o reglas de los mismos se han dulcificado en nuestros días, si bien la ausencia de comunicaciones terrestres, y la convivencia de tantos viejos en un espacio reducido, incomodo, y sin posibilidades de salir a darse un paseo o a una trattoria a comer, sigue incentivando a los cardenales de hoy día a apurarse y elegir Papa sin demorarse con "tonterías" o sutilezas respecto a la fiabilidad de las conexiones con el Cielo a la hora de darse por enterados de los deseos de Dios acerca del nombre de su representante en la sucursal de su negocio en la Tierra.
Pues bien, quizás de esa forma en que la iglesia medieval solventara el problema de las dilaciones en los procesos de investidura papal pueda sacarse o trasladarse alguna enseñanza para el sistema de investidura español. Aunque estoy más que seguro que encerrar a todos los diputados a pan y agua en una edificio sin techo ni aire acondicionado sería la manera más adecuada de favorecer el que no se dediquen al postureo en televisión y al narcisimo de mirarse el ombligo, quizás bastase con impedir que cobrasen ningún sueldo hasta que no empezase realmente una legislatura para lograr el objetivo de que cumpliesen con sus obligaciones. Me da que la necesidad de pagar facturas sería un acicate para que las bancadas de diputados aplaudidores recuperasen voz y voto y se pusiesen a presionar para que saliese un gobierno de una vez, y así ponerse a trabajar, pues ¿acaso no es su "curro" el hacer leyes y controlar al gobierno?, y ¡claro!, si no hay gobierno, ningún trabajo tienen que hacer que merezca ese nombre. Y, como la Economía afirma. vida muelle y suave es el poder vivir ganando un buen sueldo y teniendo como único trabajo asistir de vez en cuando al espectáculo teatral de que unos supuestos líderes políticos se suelten unas groserías preescritas.
FERNANDO ESTEVE MORA