La relación entre la Moral y la Economía nunca ha sido simple, clara o sencilla. Por un lado se dice que el comportamiento moral favorece los intercambios en la medida que disminuye los costes de transacción (menos miedo a que te engañen en las transacciones las facilita y fomenta) , y por ello, la rectitud, la moralidad, la honestidad favorece la división del trabajo y la creación de riqueza. Adicionalmente, tal efecto sería acumulativo en la medida que más riqueza se traduciría en la demanda de más educación,a su vez y se supone que niveles más elevados de educación se traducen en más moralidad en los comportamientos, más "capital social" y más crecimiento económico. Las sociedades de mercado, desde esta perspectiva serían muy morales, pues los comportamientos éticos y morales favorecen el crecimiento de las economías de mercado.
Por otra parte, están aquellos que señalan que la economía de mercado premia a quienes se embarcan en comportamientos inmorales, y que ello acaba contaminando a todos quienes participan en ella. Concretamente, esta perspectiva crítica señala que en las economías de mercado triunfan aquellos que tienen éxito cuando se permiten incurrir en el más degradante de los comportamientos, la mayor iniquidad moral, que consiste en tratar o convertir a otros seres humanos en medios o instrumentos para algún fin particular.
En efecto, las economías de mercado son muy eficientes en extraer el máximo partido de los medios o recursos escasos con los que cuentan, y ello lo consiguen premiando singularmente a aquellos individuos más eficientes en esa tarea. Ello se traduce en que las economías de mercado premian también, a menos que legalmente se vean constreñidos a no hacerlo, a aquellos individuos que combaten la escasez de medios o recursos aumentándolos convirtiendo a otros seres humanos en objetos, en instrumentos o en medios. Las economías de mercado corren así el riesgo de resolver así parte de su problema económico de escasez de recursos degradándose moralmente, convirtiendo a otros seres humanos de sujetos en objetos. Los traficantes de esclavos o los empresarios explotadores han contribuido al éxito de las economías de mercado y han sido premiados por ello.
Pues bien, pese a lo que pudiera parecer, estas dos perspectivas tan contradictorias acerca de la relación entre la economía y la ética pueden ser, a la vez, ciertas. Y esa congruencia pasa por responder a una "sencilla cuestión": la definición de quiénes de entre los "aparentemente" seres humanos, lo son realmente, o sea, la cuestión de quienes de los seres humanos son realmente personas que NO pueden ser compradas, vendidas o usadas como objetos. Para los nazis, los judíos no lo eran por lo que podían emplearlos como cosas en los campos de concentración y se podía hacer lo que se quisiera, tampoco para los traficantes de esclavos y propietarios de las plantaciones del sur de EE.UU los "negros" eran poco más que cosas, animales como mucho. Y en cada una de esas sociedades sucedía, sin embargo, que quienes más se beneficiaban de esa objetivación como cosas de algún tipo de seres humanos (los "negros" antes, las mujeres, los adolescentes hoy en Vietnam o Bangladesh,...) obtenían unos elevados beneficios, por lo que se podían permitir por otro lado comportarse altruista o humanamente con quienes consideraran que sí son "humanos", los que forman parte de su propia "tribu" o merecerían serlo. Es decir, que la historia muestra que algunos de los "mejores" en las sociedades desarrolladas, los triunfadores, aquellos tan "buenos" que dedican parte de sus ganancias a la filantropía son, a la vez, los que se han beneficiado de una manera profundamente inmoral de otros humanos.
Y esta curiosa y diabólica "asimetría" moral no se da sólo a un nivel individual, sino que también puede darse a nivel agregado o colectivo y afecta no sólo a la economía sino también a la política. Y así no es nada extraño observar cómo en los países con un nivel de vida más alto, en las zonas más ricas, más cultas, más vivibles en una palabra, se pueden encontrar sin embargo comportamientos indeciblemente perversos, reflejo de la peor de las cataduras morales. Incluso, puede argumentarse que la coexistencia entre riqueza e inmoralidad para con algunos de los "otros" humanos a los que no se considera como tales es inevitable, a menos que en esas sociedades ricas económicamente se "trabaje" en lo contrario, en ampliar la definición de lo que se consideran seres humanos. Así se hizo en la Gran Bretaña victoriana cuando se prohibió el tráfico de esclavos que tan ricos había hechos a muchos. De igual manera, la prohibición del trabajo infantil en las fábricas y minas fue no sólo un cambio económico (al que se enfrentaban por cierto la mayor parte de economistas de la época) sino moral. Pero hay también ejemplos opuestos. Un ejemplo claro nos lo proporcionó ayer el régimen nazi. Otro, a otro nivel, hoy lamentablemente, nos lo ofrecen algunas poblaciones en el País Vasco.
Es conocido que la dinámica economía del País Vasco ha permitido el desenvolvimiento de una sociedad culturalmente floreciente donde abundan además, como es de esperar, los comportamientos solidarios con todo tipo de injusticias a lo largo y ancho de este mundo. Por decirlo de forma vulgar, a los vascos les sobra la "pasta" y no es nada extraño que la inviertan no sólo en gastronomía sino también en arte, ecología y...todo tipo de "actividades solidarias" con pueblos y gentes oprimidas de aquí y de allá, sobre todo de allá. Abundan así allí las carreras solidarias, las cuestaciones solidarias, los mercaditos solidarios, los conciertos solidarios, etc., etc. para ayudar a todo tipo de desventurados que desgraciadamente hay a lo largo y ancho de este mundo.
Y por supuesto que todo ello está más que bien. Pero parece que en algunos lugares, algunos dedican parte de su tiempo y recursos a solidarizarse con, y a "honrar" y festejar a aquellos de "los suyos" cuya degradación e indignidad moral sólo es equiparable a la de los miembros más desalmados de las SS nazis. Asesinos de niños, cobardes asaltantes, carceleros despiadados, gentes que usaron de otros seres humanos como "carne de cañón", como medios o instrumentos para perseguir sus particulares fines, por muy justificados políticamente pensasen que estos fines lo eran, son exaltados cuando salen de las cárceles donde han penado por sus degradantes delitos. Inscribir, por otro lado y como algunos pretenden, tales homenajes en la larga y correcta tradición de honrar a los soldados que vuelven, aún derrotados de la batalla, a sus hogares es no sólo un insulto a las victimas sino al honor debido a todo soldado que como tal, o sea, defendiendo de cara a los suyos, se haya comportado. No. Por más que se empeñen los terroristas son delincuentes y asesinos, nunca soldados.
No hace mucho oí cómo en Andalucía el padre de un asesino, prácticamente analfabeto, renegaba de su hijo públicamente con una dignidad moral, con una grandeza, que me atrevo a calificar de homérica. No sólo condenaba a su hijo y exigía su castigo, sino que expresaba su pesar a la familia de la victima, y la pedía su perdón por el crimen de su hijo aún sabiendo también que ese perdón nunca borraría del todo la "mancha" moral que el comportamiento de su hijo le había producido a él como padre. ¡ Qué actitud tan distinta al comportamiento de los convecinos de asesinos de ETA a quienes reciben en sus ricos pueblos con bailes, algazaras, fiestas, aplausos y abrazos! Seguro que son los mismos que se solidarizan con los pueblos oprimidos de la Amazonía o del Sahel, pues los consideran tan humanos como ellos. A lo que parece, no lo eran sus convecinos asesinados por quienes hoy honran, deshonrándose ellos para siempre. Y dado que la podredumbre moral, se contagia, mejor nunca relacionarse con ellos.