Al principio de su gran panfleto de introducción a la economía, el Libertad de Elegir, sus autores Milton y Rose Friedman llevaban a sus lectores a un tour intelectual en el que, tomando como ejemplo un humilde lapicero, les enseñaban el gigantesco prodigio de coordinación de actividades productivas y de distribución que estaba detrás de su existencia. Salvo los estudiantes de Económicas de aquel entonces, el resto de los lectores se quedaban sencillamente anonadados antes la miríada de actividades y procesos que se necesitaban para que cualquiera pudiera contar con un simple lapicero encima de su mesa. Nunca habían pensado que un simple lapicero exigiera de la contribución de los taladores de bosques en Indonesia, mineros en Gabón, marineros y constructores de buques, transportistas de todo tipo, fabricantes de papel y pintura, etc.etc., etc. En suma, millares de actividades productivas distintas. Y todo, todo ese prodigio de coordinación, lo conseguía el libre mercado.
Si digo que a todo el mundo sorprendía la explicación de la infinidad de gentes que participaba en la producción de un lapicero salvo a los estudiantes de Economía de entonces lo digo porque, entonces, teníamos que estudiar obligadamente lo que se conocen como Tablas Input-Output, tablas de relaciones intersectoriales o modelo de Leontief, en las que se manifiesta explícita y numéricamente la interconexión existente entre los distintos procesos o sectores productivos. No sólo teníamos que estudiarlas, sino incluso hacer algún ejercicio con una versión simplificadísima de ellas, por ejemplo estimar cuál era el efecto del crecimiento de la demanda de pan sobre la producción de cemento, lo cual en aquellos tiempos sin Excel era sencillamente una tortura de cálculos. Hoy, al menos en mi universidad, a los estudiantes no se les enseña nada de eso, lo cual sería una buena razón para NO estudiar Economía en la Universidad Autónoma de Madrid, sólo que, como creo que tampoco se explica el modelo Input-Output en ninguna universidad española, da igual hacerlo en cualquiera.
Lo que es una pena, pues quizás ello evitaría que prodigios intelectuales como el señor Torra, y su epidemiólogo de cabecera, el independentista don Oriol Mitjá, el señor Casado el nombrado por méritos propios capitán de la cada vez más numerosa compañía de los "a posteriori", el presidente de la Región de Murcia cuyo nombre no tengo el menor interés en conocer, los jefes de los sindicatos mayoritarios y minoritarios y multitud de periodistas y parlanchines opinadores, dijeran tantas estupideces acerca del deseable "cierre total de las actividades económicas salvo los "servicios esenciales" como política de control de la trasmisión del COVID-19. Pues quizás si tuviesen algunos economistas de la vieja escuela como asesores, a lo mejor les habrían explicado que el mantenimiento de las denominadas "actividades esenciales" en esta crisis exige que la mayor parte de todas las demás NO cierren pues están interconectadas, de modo que, si cierran todas, antes o después (dependiendo de los stocks almacenados) también habrían de cerrar las "esenciales". Es de cajón, ¿no?
Ni qué decir tiene que tener como "dirigentes" políticos, sociales y culturales a tipos que consideran que la salud pública es algo independiente y que está "por encima o por delante" de la "salud" económica del público es garantía de decisiones tontas, irracionales y nada saludables ni para la salud física del público ni para la salud social, económica y política de ese mismo público. Parece mentira que sea Fernando Simón, quien tenga que dar lecciones de cordura económica, social y política señalando que hay que considerar los costes económicos y sociales de las medidas sanitarias o recordando que el caso chino, o sea, el cierre o confinamiento total de Wuhan, una pequeña parte de China, no es exportable al caso español.
Y dos pequeñas lecciones más en este punto. Una es que el diseño del "estado de las autonomías" es completamente ineficiente para operar en los mercados internacionales. Como la teoría económica enseña que sucede en cualquier mercado, conforme más "grande" seas, mayor es tu poder de mercado ya sea como comprador o como oferente. El poder de mercado como demandante del estado español, aún sin ser para "echar las campanas al vuelo", es obviamente mayor que el de cualquiera de las autonomías, como se está comprobando en estos momentos de exceso de demanda en los mercados internacionales de productos sanitarios. Así que, cuando pase esto, sería de desear que no se olvidase esta lección y el Ministerio de Sanidad recuperase algunas competencias como operador en los mercados sanitarios.
Una segunda lección viene a cuenta de la globalización. Sus defensores acérrimos andan ahora escondiéndose por ahí por no haberse dado cuenta de que la división internacional del trabajo que la globalización desenfrenada y descontrolada ha traído consigo en los últimos decenios se ha traducido en una desindustrialización generalizada en algunas zonas, como España, lo que está poniendo en riesgo estratégico su bienestar social, y concretamente hoy, su salud pública. Los economistas neoclásicos y liberales se olvidaron de las enseñanzas de los economistas fisiocráticos y clásicos que siempre tuvieron en consideración que hay actividades "más" productivas que otras, de modo que que no por ser rentable una actividad era "productiva". El progresivo desmantelamiento del sector industrial y la especialización en servicios como por ejemplo, el turismo, no sólo está suponiendo hoy una dificultad para que la sociedad española cuente con herramientas para afrontar esta crisis sanitaria dado que casi TODO lo ha de comprar fuera, en China precisa y curiosamente de donde viene esta epidemia, sino que esa especialización en el sector terciario -y no por nada recibe ese nombre- va a ser sin duda un impedimento para la recuperación de la economía española cuando todo pase.
Sigamos con estas leccioncillas. Sí, cierto. Como dice Donald Trump, este es un virus (de origen) chino. Su "causa eficiente", su porqué, está como Jared Diamond señalaba en una de las lecturas que recomendé en el post previo, está en las prácticas culinarias y de la medicina tradicional china. Y, por supuesto, su existencia y expansión no tiene un para qué, una "causa final" identificable, o sea un agente o actor al que se pueda achacar voluntariedad en la generación y propagación del virus. No, no hay un "chino" que voluntariamente haya sido el paciente cero que se infectase y trasmitiese el coronavirus a sabiendas.
Pero al igual que quien provoca un accidente de circulación involuntariamente, si bien no es culpable del mismo, sí es su autor, y tiene alguna responsabilidad en ello, alguna responsabilida, aunque sólo sea por omisión, podría achacarse al sistema regulatorio chino por no poner trabas al salto del virus desde algún animal salvaje a un humano que ya sabían por experiencia (el SARS) que podía pasar pues ya había pasado en China. El increíble daño causado por esta epidemia sería, pues, en términos económicos, una externalidad negativa, como lo es por ejemplo, la contaminación atmosférica -por ejemplo-, y si se aplica al coronavirus un principio similar al de que quien contamina paga, "algo" debieran pagar "los chinos" por este desastre que involuntariamente y por su negligencia han originado.
Sigamos con las lecciones aprendidas. Una de ellas debería estar ya más que sabida por lo que a nadie debería sorprender la muy particular respuesta de los consumidores norteamericanos ante las noticias de la expansión de la epidemia en su país y las medidas de confinamiento en algunos estados. Y es que, a la vez que se ha dado el consabido espectacular aumento de la demanda de papel higiénico, como han hecho los consumidores de otros países, los norteamericanos se han lanzado en masa también a comprar ARMAS. Nada mejor que esto muestra el tipo de sociabilidad que promueve la "sociedad" neoliberal de la que se reclama la sociedad norteamericana. Tomás de Aquino, Maquiavelo, Hobbes, Adam Smith, Marx, Max Weber o Karl Polanyi sabían que una sociedad de mercado basada en la competencia económica irrestricta amenaza a la propia sociedad, de modo que su pervivencia depende de la existencia de unas instituciones estatales que ordenen esa competencia y protejan de la misma a los ciudadanos de modo que -los que resultan perdedores en esa competencia- no se vean abocados a elegir el camino del desorden y la violencia como única forma de "buscarse la vida". Los neoliberales radicales, los economistas austriacos, los anarcocapitalistas, los libertarios de derechas, entre los que se cuenta algún que otro intelectual aficionado a la Economía con cerebro reblandecido por el excesivo consumo de drogas, pecan todos de un rousseaunismo infantiloide que imagina que el Estado es la madre de todos los males, que sin Estado una sociedad de mercado basada sólo y exclusivamente en el libre mercado sería un paraíso. Los consumidores norteamericanos, que van en tropel a aprovisionarse de armas señalan a estos libertarios ante el pánico, más que miedo, de que las estructuras de su estado se deterioren por la expansión del coronavirus, reflejan mejor que cualquier teoría el tipo y calidad de la sociedad neoliberal que en los EE.UU. se está construyendo.
Y, en relación con lo anterior, la economía keynesiana, una vez más, se presenta como única forma de abordar la crisis económica que acompaña a esta crisis sanitaria. ¡Qué calladita está estos días en los medios de comunicación la conocida banda de economistas liberales privatizadores a machamartillo y fustigadores de todo "lo público"! A ver si cuando esto acabe siguen igual de callados. Seguro que no. Aunque hayan pasado por algún hospital público y le deban la vida a sus "perezosos" trabajadores públicos.
Y, en relación a lo anterior, y una vez más hay que hablar del fracaso de la UE. Sin paliativos. Los países del sur de Europa tarde o temprano tendrán que organizarse fuera de una pretendida "unión" en la que nada cuentan. La ortodoxia económica liberal de Alemania, Holanda, Dinamarca, Suecia y demás es asfixiante y estúpida.
Y, finalmente, un par de apuntes de tipo microeconómico. Primero. Yo, al menos, estoy hasta las narices de los artistas y demás gente de la farándula que aparecen en las redes sociales y en los programas televisivos haciendo proclamas morales y cantarines llamamientos a la solidaridad ya que "todos" estamos sufriendo de igual manera el "encierro" a la vez que nos enseñan la de cosas "creativas" que se les ha ocurrido que pueden hacer en casa aún confinados. Sin duda que sí están sufriendo pero quizás algo menos, pues estoy seguro que no es lo mismo pasar una cuarentena en pisos de más de 200 m2 o chaletes con 2000 m2 de jardín, que en pisitos de 35m2 con vistas al vecino de al lado. Y, claro, está más que claro teniendo espacio de sobra pues a cualquiera se le ocurre hacer algo y lo puede hacer. Pero, ¡qué desvergüenza! ¿Por qué no se callan y dejan de restregarnos sus áticos y "casoplones" por las narices? Sí, la desigualdad en la distribución de la renta y la riqueza también se plasma aquí. No, no están sufriendo de la misma manera ricos y pobres la cuarentena.
Y, segundo, el confinamiento ha puesto de manifiesto la necesidad compulsiva de llamar la atención que crece en nuestra sociedad y de la que se ocupa lo que ahora se conoce como la "economía de la atención". Lo que han puesto de manifiesto las "redes sociales" es que hay una increíble cantidad de gente cuya vida social y comunitaria es tan absolutamente penosa que no les queda otro remedio que pasarse la vida tratando de llamar la atención, de conseguir que los demás se den cuenta de que existen, pues sin hacer estupideces para subirlas a la red, nadie sabría que están en el mundo y a nadie le importaría un ardite que en él estuviesen. Lo curioso es que, conforme más tiempo y recursos dedican estas gentes a estar en las redes, a tratar de llevar una vida "virtual", más mediocre lógicamente es su "real" vida social y comunitaria , y más se ven abocados en consecuencia a tratar de llamar la atención haciendo más estupideces en las redes. Y no acaba ahí la cosa, pues conforme más gente hay tratando de conseguir que otros les reconozcan en el mundo de las redes, más difícil les es conseguirlo, pues el crecimiento de la "demanda" de atención implica una caída paralela de la "oferta" de atención.