FERNANDO ESTEVE MORA
Repetidas veces a lo largo de estos años, en este "blog", no me ha quedado otra que tratar de la Iglesia, siempre eso sí desde un punto de vista respetuoso, o sea, desde una perspectiva económica. Y es que nunca deja de asombrarme su "visión de negocio". No tengo la más mínima duda de que los Seminarios superan y con mucho en formación empresarial a cualquier "escuela de negocios" o facultad de "ciencias" empresariales que pueda hallarse a lo largo y ancho de este mundo. Así que vaya por delante que, como economista, tengo hacia la Iglesia Católica el mayor de mis respetos, estima y admiración, pues con regularidad pasmosa, no pasa mes en que su "consejo de dirección" no me ofrezca un nuevo y sorprendente ejemplo de "lógica" empresarial aplicada, decisiones guiadas siempre, implacable e incansablemente por la persecución del máximo beneficio monetario. Lo dicho, la Iglesia Católica es en mi opinión el espejo donde se deberían mirar el resto de organizaciones empresariales, desde las grandes empresas tecnológicas hasta los "carteles" de la cocaína.
Hoy, día 2 de enero de 2021, me acabo de desayunar con la noticia de que el "consejo de dirección" de la iglesia española, o sea, la Conferencia Episcopal, acaba de elaborar un conjunto de normas para regular los ritos funerarios, normas en las que les desaconsejan acudir al procedimiento de la incineración de sus fieles difuntos, recomendando su enterramiento, y caso de que al final los familiares de los fallecidos opten por la cremación, con las cenizas restantes establecen que no se puede hacer lo que buenamente quieran hacer los descendientes de los finados o, incluso, lo que hubieran querido que se hicieran con ellas los propios muertos, sino que exigen que sean colocadas en lugares específicos para ello (columbarios en cementerios) y con los adecuados rituales. También, con esta normativa, ponen los obispos un freno radical a la práctica, que se estaba generalizando en demasía, de que las exequias del difunto las hiciese un "cualquiera" (o sea, un amigo o familiar del difunto), pues no se trata en ellas de hacer un "panegírico" sentimental del finado, sino que han de hacerse por alguien adecuadamente ordenado para ello, un profesional, "uno de los suyos" (https://www.eldiario.es/sociedad/obispos-prohiben-esparcir-cenizas-difuntos-familiares-guarden-casa_1_6630778.html ).
"¡Dios! ¡La Virgen y Todos los Santos! Pero ¡que hábiles empresarialmente hablando que son estos tíos!", me he dicho. Y a continuación me he puesto a pensar de nuevo en los negocios, en los business de la Iglesia Católica.
Hace años, (https://www.rankia.com/blog/oikonomia/428870-iglesia-como-empresa-inmobiliaria) señalé que la Iglesia Católica podía asemejarse a una empresa inmobiliaria que vende "chaletitos" con vistas a un tal Dios allá "arriba", en uns terrenitos recientemente urbanizados que responden al nombre de "Paraíso", que está un poco lejos: en el "otro mundo". Desde mi punto de vista, y como tal empresa inmobiliaria, y como tantísimas otras en el sector, la Iglesia Católica (y todas las demás iglesias que dstán en el sector, de paso) es un fraude, pues es mi racional convencimiento el que tal "lugar" no existe, por lo que el dinero y otros recursos de sus clientes que les saca cotidianamente la Iglesia a sus clientes/fieles para financiar el "chaletito" de marras serían una estafa de libro. Ahora bien, y por ponernos en plan "inocente", digamos que dado lo garantista de nuestra legislación, y atendiendo a que ninguno de sus "clientes" ha vuelto desde ese l "otro mundo" para quejarse y poner una denuncia, pues a lo que parece ese "otro mundo" queda bastante lejos del "centro" y no hay ni autobuses ni metro ni otros medios de transporte que les acerquen a los juzgados, la Iglesia puede seguir con este lucrativo negocio inmobiliario.
Pero la noticia de hoy me ha hecho recapacitar acerca de otra e importantísima línea de negocio que la Iglesia tiene abierta desde hace un par de milenios. No es un negocio dedicado a producir algún otro tipo de bien imaginario, como los chaletitos en el Paraíso, sino un negocio de extracción de rentas.
Una de las diferencias conceptuales más importantes en Economía es la que distingue entre "beneficios" y "rentas". La distinción arranca en la obra de David Ricardo, y aunque ya tiene por ello más de dos siglos, cada vez se está revelando como más importante para entender el mundo actual, pues hay buenas razones para calificar a la nueva forma que está tomando el capitalismo occidental como "capitalismo rentista".
El beneficio como tipo de remuneración, surge de la producción y oferta de "algo" que el "mercado" considera lo suficiente valioso como para proporcionar a quien lo ofrece un excedente de los ingresos que obtiene por la venta por encima los costes de producción y distribución en que ha incurrido. Es decir, que los beneficios surgen de la realización de actividades productivas exitosas en la mayor y mejor satisfacción de necesidades sentidas por las gentes.Es la remuneración por haber hecho algo útil, que no existía previamente. Es la remuneración típica del capitalista innovador y arriesgado que compromete su capital en la producción de algún bien o servicio, confiando en que otros -el "mercado"- lo valorarán .
Por contra, las rentas como tipo de remuneración distinto a los beneficios, proceden de la apropiación del control por algún agente del acceso de otros a algún tipo de recurso o bien valioso. Y la restricción a ese acceso, de la que se beneficia el "rentista" que no "capitalista", puede proceder de variadas fuentes. David Ricardo se centró en la renta de la tierra, entendida como el exceso de remuneración de quienes tienen el acceso a las tierras mejores agronómicamente, o sea, los propietarios de las tierras más productivas de forma natural, respecto a la remuneración que obtienen por el uso de sus tierras los propietarios de las tierras marginales o menos productivas.
Pero puede haber muchos otros tipos de rentas. Así los economistas han señalado siempre que las ganancias o beneficios extraordinarios de los monopolistas habrían de ser consideradas como rentas, pues son no la remuneración de una actividad productiva sino el exceso de remuneración del que se apropia cada monopolista que surge o proviene del control del acceso a "su" mercado, es decir, de la posibilidad que tiene cada monopolista de impedir que otros vendedores u oferentes accedan al mercado.
Se puede hablar también de rentas de situación, o sea de los ingresos que surgen o resultan del control del acceso a un determinado bien o servicio, como por ejemplo, del acceso a un puente, a una autopista de peaje, etc.etc. Es la extracción de este tipo de rentas de lo que va la segunda y muy rentable línea de negocio de la exitosa empresa "Iglesia Católica, S.L.".
Desde la obra de Arnold Van Genep (1909), la Antropología define como "ritos de paso" o "ritos de iniciación" al conjunto de actividades que se "ofician" en el seno de una comunidad para señalar/marcar el paso de los individuos que la componen de un estado a otro, es decir, para marcar o certificar el paso a un individuo de tener un conjunto de derechos y responsabilidades a tener otro. Hay ritos de paso asociados a:
(1) el hecho de nacer (el "paso" desde el "no-ser" no sólo a l estado de "estar vivo" sino al de ser "ser" miembro de la comunidad, que no son la misma cosa);
(2) , al hecho de dejar de ser un niño, o sea, al "paso" a la situación o estado de "ser un adulto" (ser un "mayor de edad");
(3) al "paso" de dejar de estar soltero a estar casado, o sea, el acceso al sexo reproductivo y a la la paternidad y la maternidad; y finalmente,
(4) al "paso" de dejar de ser miembro de la comunidad de los vivos, a formar parte de la "otra" comunidad", la de los muertos.
Para los antropólogos, TODA comunidad se construye, organiza y define en torno a una estructura de esos ritos de iniciación o de paso. Sin ellos, el tiempo de los individuos carece de estructura y orden, así como la asignación de funciones y responsabilidades colectivas carecería de fundamento y el caos social estaría garantizado
Ahora bien, desde una perspectiva económica, todos esos "pasos" no son sino "puentes" metafóricos, pero puentes al fin y al cabo que ha de cruzar un individuo en una sociedad para cambiar su "status" en una sociedad, pues en ella la edad de un individuo no es sólo una cuestión biológica sino social.
Ahora bien, y como sucede en los puentes reales y físicos, también los metafóricos tienen "gatekeepers", o sea, quienes controlan el acceso a los mismos y quien certifica que se han hecho los oportunos trámites y deja cruzarlos, siempre y cuando -claro está- se hayan pagado los peajes o "portazgos" oportunos. Siempre y en toda sociedad, quienes certifican u ofician esos ritos de iniciación o paso han cobrado o extraído rentas por hacerlo. Rentas económicas que no provienen de otra cosa salvo del poder de controlar el acceso, rentas de explotación que provienen pues de tener una posición privilegiada otorgada por el poder político. Siempre ha sido un pingüe negocio el control de esos "puentes" metafóricos
Y este ha sido y sigue siendo el business central y básico de la Iglesia Católica desde sus orígenes, o sea, desde que con Constantino se convirtió en la religión oficial/imperial de Roma. ¿Acaso a su líder no se le llama el "sumo" Pontífice? Desde ese momento, y a diferencia de las "iglesias" paganas, a las que sustituyó con una violencia homicida, la Iglesia Católica se erigió en la guardiana monopólica de todos los "puentes"/ritos de paso de todas las sociedades por las que se ha instaurado. Oficiar en exclusiva, en "régimen de monopolio", y cobrar por ello en los cuatro puentes o ritos de paso, en los bautizos, las "primerascomuniones", los matrimonios, y las funerales, ha sido así desde siempre una fuente regular y voluminosa de rentas económicas para la empresa "Iglesia Católica, S.L."
No es nada extraño, por ello, su enfrentamiento radical con otras iglesias de otras religiones en el paso o con los estados liberales/laicos en tiempos más cercanos, e incluso contemporáneos en algunos países, como es -desafortunadamente- el caso de España, pues esas iglesias rivales, o mejor, competitivas, y la intervención/regulación estatal de su monopolio limitaba obviamente sus capacidad de extracción de rentas. Es lo que tiene la competencia. Con certeza, puede decirse a este respecto que la aparición de los estados laicos supuso la más grave quiebra de su monopolio en el lucrativo negocio del control de esos "ritos" de paso, y de ahí la oposición radical que desde la Iglesia se da a cualquier laicismo estatal. Sólo acepta los políticos que beben ideológicamente en su mano, o sea a los que puede "capturar" para que le permitan seguir explotando como monopolista a los consumidores/ciudadanos, incluso a los no creyentes.
Recuérdese, a este respecto, el "mosqueo" de la Iglesia Católica cuando el Gobierno se "atrevió" al final de la primera ola de la presente pandemia a oficiar un homenaje fúnebre de Estado a los muertos, de nuevo cuño, laico, en la explanada central del Palacio Real de Madrid. Nunca se había hecho nada semejante desde el Estado. Una ceremonia que, además, fue un éxito tanto en sus aspectos formales como de contenido. La Iglesia Católica la vivió como una auténtica afrenta y como una intromisión en toda regla que ponía, además, en riesgo su monopolio incluso como "casera" para semejantes acontecimientos, pues recuérdese que-hasta ahora ese tipo de ceremonias se hacían en ese gigantesco pastiche que es la Catedral de la Almudena, donde la Iglesia no sólo imponía sus rituales y ceremonial, sino que, al hacerlo, reforzaba en las mentes de las gentes su papel de oficiante privilegiado del cuarto rito de paso, el de los funerales. Recuérdese, también, cómo unos días antes de ese homenaje laico a los muertos por el coronavirus, y pretendiendo sin conseguirlo "chafarlo", la propia iglesia había organizado su propio ceremonial al que -yendo los reyes y demás "besasotanas"- no acudió para gran indignación de la prensa eclesiástica el presidente del Gobierno.
Pero no se olvide que con ese control del acceso a los "puentes" o ritos de paso en la vida de las gentes, y al igual que cualquier otro rentista que controla el acceso a algún recurso, la Iglesia no "crea" o "produce" nada: simplemente se apropia (o busca) apropiarse monopolísticamente o con exclusividad, y monetizar consiguientemente, el "paso" por eos "puentes" o "ritos de paso", "puentes" preexistentes, que las comunidades/sociedades crean colectivamente desde sus orígenes.
¿Puede sorprenderle por ello a nadie la desaforada respuesta de la Iglesia Católica ante las leyes del aborto o del divorcio o de la eutanasia? Obviamente, parece estúpido recordarlo, ninguna de esas leyes obliga a nadie a abortar, a divorciarse o a suicidarse. Pero lo que sí hacen es quitarle a los oficiantes de la Iglesia Católica el control del acceso a la vida, al matrimonio y a la muerte. Y por ello la Iglesia Católica se enfrenta a esas leyes usando para ello no sólo de sus empledos sino también de sus clientes, adoctrinados/adictos. Tampoco puede extrañar la pelea de la Iglesia Católica por infiltrarse en el sistema educativo. La educación en materias como las ciencias, la historia o la literatura no la importa lo más mínimo, es el señuelo de lo importante realmente para ella: la "educación" religiosa, la "propaganda" religiosa. Y es que si, gracias a la propaganda de las clases de religión, los curas y monjas consiguen hacer creer a los jóvenes que son ellos, o sea los empleados de la empresa "Iglesia Católica, S.L." quienes únicamente pueden "oficiar" de modo válido en esos ritos de paso, que van del nacimiento a la sepultura, pues con ello se estarían garantizando así una clientela fiel, una demanda para el futuro.
Y si alguien no me cree no puedo menos que recomendarle dos libros de apasionante e ilustrativa lectura. Uno de ellos es el del medievalista Georges Duby, El caballero, la mujer y el cura, donde se describe cómo la iglesia católica se apropió de los ritos de matrimonio en el mundo medieval hasta entonces en manos de las comunidades populares, de lo que extrajo ingresos y poder sin cuento. El otro, es un libro excepcional, escrito por un católico admirable, José Jiménez Lozano (de quien comenté uno de sus poemas en este blog: https://www.rankia.com/blog/oikonomia/4583205-ensenanzas-poesia-caso-precio-jose-jimenez-lozano), se titula Los cementerios civiles y la heterodoxia española, y narra en detalle la tristísima y desvergonzada historia del control por parte de la Iglesia Católica en España de la gestión de la muerte. Para quienes todavía pudieran tener un cierto respeto o apreciación por la benevolencia de los eclesiásticos españoles la lectura de cómo la Iglesia Católica, la propietaria de los "camposantos" españoles en el siglo XIX (hoy todavía lo es de la mitad de los mismos), ejerció su "derecho de admisión" a una sepultura digna (no en los muladares que eran los "corralillos" o cementerios civiles) puede quizás ser iluminador y develador. Sencillamente sangrante
Y esto nos conduce al asunto del día, pues, desde una perspectiva económica, está más que claro. clarísimo qué es lo que quieren los eclesiásticos españoles con sus recomendaciones y normativas. Lo que quieren es ...dinero. Sencilla y exclusivamente. Quieren seguir con su "business" de extracción de rentas por oficiar/cobrar a sus clientes por cruzar los puentes de los ritos de paso, como llevan haciendo desde hace veinte siglos. Y para ello, y como ya se sabe que queda muy mal ir pidiendo dinero a sus files clientes en momentos tan sensibles como los que rodean a la muerte de un familiar, han acudido a un expediente indirecto inteligentísimo desde un punto de vista empresarial. Recomendar que las cenizas sean enterradas en un columbario en alguno de "sus" camposantos y no esparcidas a la buena de Dios en la madre naturaleza (que eso es cosa pagana, ¿no?...aunque gratis para la familia, por cierto) es garantizarse una buena demanda, como lo es así mismo acabar también con eso de los panegíricos y recuerdos sentimentales de amigos o familiares de los difuntos, que aunque les sean gratis, - dicen los obispos-, que no son tan "eficientes" para cruzar correctamente al "otro mundo" como las palabras que en esas ocasiones pronuncian sus "técnicos" certificados y acreditados en ritos funerarios de paso a la otra vida, pues a fin de cuentas, ellos trabajan en la inmobiliaria "Paraíso" desde siempre y para siempre.
Ni Google, ni Apple, ni Facebook se lo tienen tan bien montado. ¡Son unos "cracks"!
Repetidas veces a lo largo de estos años, en este "blog", no me ha quedado otra que tratar de la Iglesia, siempre eso sí desde un punto de vista respetuoso, o sea, desde una perspectiva económica. Y es que nunca deja de asombrarme su "visión de negocio". No tengo la más mínima duda de que los Seminarios superan y con mucho en formación empresarial a cualquier "escuela de negocios" o facultad de "ciencias" empresariales que pueda hallarse a lo largo y ancho de este mundo. Así que vaya por delante que, como economista, tengo hacia la Iglesia Católica el mayor de mis respetos, estima y admiración, pues con regularidad pasmosa, no pasa mes en que su "consejo de dirección" no me ofrezca un nuevo y sorprendente ejemplo de "lógica" empresarial aplicada, decisiones guiadas siempre, implacable e incansablemente por la persecución del máximo beneficio monetario. Lo dicho, la Iglesia Católica es en mi opinión el espejo donde se deberían mirar el resto de organizaciones empresariales, desde las grandes empresas tecnológicas hasta los "carteles" de la cocaína.
Hoy, día 2 de enero de 2021, me acabo de desayunar con la noticia de que el "consejo de dirección" de la iglesia española, o sea, la Conferencia Episcopal, acaba de elaborar un conjunto de normas para regular los ritos funerarios, normas en las que les desaconsejan acudir al procedimiento de la incineración de sus fieles difuntos, recomendando su enterramiento, y caso de que al final los familiares de los fallecidos opten por la cremación, con las cenizas restantes establecen que no se puede hacer lo que buenamente quieran hacer los descendientes de los finados o, incluso, lo que hubieran querido que se hicieran con ellas los propios muertos, sino que exigen que sean colocadas en lugares específicos para ello (columbarios en cementerios) y con los adecuados rituales. También, con esta normativa, ponen los obispos un freno radical a la práctica, que se estaba generalizando en demasía, de que las exequias del difunto las hiciese un "cualquiera" (o sea, un amigo o familiar del difunto), pues no se trata en ellas de hacer un "panegírico" sentimental del finado, sino que han de hacerse por alguien adecuadamente ordenado para ello, un profesional, "uno de los suyos" (https://www.eldiario.es/sociedad/obispos-prohiben-esparcir-cenizas-difuntos-familiares-guarden-casa_1_6630778.html ).
"¡Dios! ¡La Virgen y Todos los Santos! Pero ¡que hábiles empresarialmente hablando que son estos tíos!", me he dicho. Y a continuación me he puesto a pensar de nuevo en los negocios, en los business de la Iglesia Católica.
Hace años, (https://www.rankia.com/blog/oikonomia/428870-iglesia-como-empresa-inmobiliaria) señalé que la Iglesia Católica podía asemejarse a una empresa inmobiliaria que vende "chaletitos" con vistas a un tal Dios allá "arriba", en uns terrenitos recientemente urbanizados que responden al nombre de "Paraíso", que está un poco lejos: en el "otro mundo". Desde mi punto de vista, y como tal empresa inmobiliaria, y como tantísimas otras en el sector, la Iglesia Católica (y todas las demás iglesias que dstán en el sector, de paso) es un fraude, pues es mi racional convencimiento el que tal "lugar" no existe, por lo que el dinero y otros recursos de sus clientes que les saca cotidianamente la Iglesia a sus clientes/fieles para financiar el "chaletito" de marras serían una estafa de libro. Ahora bien, y por ponernos en plan "inocente", digamos que dado lo garantista de nuestra legislación, y atendiendo a que ninguno de sus "clientes" ha vuelto desde ese l "otro mundo" para quejarse y poner una denuncia, pues a lo que parece ese "otro mundo" queda bastante lejos del "centro" y no hay ni autobuses ni metro ni otros medios de transporte que les acerquen a los juzgados, la Iglesia puede seguir con este lucrativo negocio inmobiliario.
Pero la noticia de hoy me ha hecho recapacitar acerca de otra e importantísima línea de negocio que la Iglesia tiene abierta desde hace un par de milenios. No es un negocio dedicado a producir algún otro tipo de bien imaginario, como los chaletitos en el Paraíso, sino un negocio de extracción de rentas.
Una de las diferencias conceptuales más importantes en Economía es la que distingue entre "beneficios" y "rentas". La distinción arranca en la obra de David Ricardo, y aunque ya tiene por ello más de dos siglos, cada vez se está revelando como más importante para entender el mundo actual, pues hay buenas razones para calificar a la nueva forma que está tomando el capitalismo occidental como "capitalismo rentista".
El beneficio como tipo de remuneración, surge de la producción y oferta de "algo" que el "mercado" considera lo suficiente valioso como para proporcionar a quien lo ofrece un excedente de los ingresos que obtiene por la venta por encima los costes de producción y distribución en que ha incurrido. Es decir, que los beneficios surgen de la realización de actividades productivas exitosas en la mayor y mejor satisfacción de necesidades sentidas por las gentes.Es la remuneración por haber hecho algo útil, que no existía previamente. Es la remuneración típica del capitalista innovador y arriesgado que compromete su capital en la producción de algún bien o servicio, confiando en que otros -el "mercado"- lo valorarán .
Por contra, las rentas como tipo de remuneración distinto a los beneficios, proceden de la apropiación del control por algún agente del acceso de otros a algún tipo de recurso o bien valioso. Y la restricción a ese acceso, de la que se beneficia el "rentista" que no "capitalista", puede proceder de variadas fuentes. David Ricardo se centró en la renta de la tierra, entendida como el exceso de remuneración de quienes tienen el acceso a las tierras mejores agronómicamente, o sea, los propietarios de las tierras más productivas de forma natural, respecto a la remuneración que obtienen por el uso de sus tierras los propietarios de las tierras marginales o menos productivas.
Pero puede haber muchos otros tipos de rentas. Así los economistas han señalado siempre que las ganancias o beneficios extraordinarios de los monopolistas habrían de ser consideradas como rentas, pues son no la remuneración de una actividad productiva sino el exceso de remuneración del que se apropia cada monopolista que surge o proviene del control del acceso a "su" mercado, es decir, de la posibilidad que tiene cada monopolista de impedir que otros vendedores u oferentes accedan al mercado.
Se puede hablar también de rentas de situación, o sea de los ingresos que surgen o resultan del control del acceso a un determinado bien o servicio, como por ejemplo, del acceso a un puente, a una autopista de peaje, etc.etc. Es la extracción de este tipo de rentas de lo que va la segunda y muy rentable línea de negocio de la exitosa empresa "Iglesia Católica, S.L.".
Desde la obra de Arnold Van Genep (1909), la Antropología define como "ritos de paso" o "ritos de iniciación" al conjunto de actividades que se "ofician" en el seno de una comunidad para señalar/marcar el paso de los individuos que la componen de un estado a otro, es decir, para marcar o certificar el paso a un individuo de tener un conjunto de derechos y responsabilidades a tener otro. Hay ritos de paso asociados a:
(1) el hecho de nacer (el "paso" desde el "no-ser" no sólo a l estado de "estar vivo" sino al de ser "ser" miembro de la comunidad, que no son la misma cosa);
(2) , al hecho de dejar de ser un niño, o sea, al "paso" a la situación o estado de "ser un adulto" (ser un "mayor de edad");
(3) al "paso" de dejar de estar soltero a estar casado, o sea, el acceso al sexo reproductivo y a la la paternidad y la maternidad; y finalmente,
(4) al "paso" de dejar de ser miembro de la comunidad de los vivos, a formar parte de la "otra" comunidad", la de los muertos.
Para los antropólogos, TODA comunidad se construye, organiza y define en torno a una estructura de esos ritos de iniciación o de paso. Sin ellos, el tiempo de los individuos carece de estructura y orden, así como la asignación de funciones y responsabilidades colectivas carecería de fundamento y el caos social estaría garantizado
Ahora bien, desde una perspectiva económica, todos esos "pasos" no son sino "puentes" metafóricos, pero puentes al fin y al cabo que ha de cruzar un individuo en una sociedad para cambiar su "status" en una sociedad, pues en ella la edad de un individuo no es sólo una cuestión biológica sino social.
Ahora bien, y como sucede en los puentes reales y físicos, también los metafóricos tienen "gatekeepers", o sea, quienes controlan el acceso a los mismos y quien certifica que se han hecho los oportunos trámites y deja cruzarlos, siempre y cuando -claro está- se hayan pagado los peajes o "portazgos" oportunos. Siempre y en toda sociedad, quienes certifican u ofician esos ritos de iniciación o paso han cobrado o extraído rentas por hacerlo. Rentas económicas que no provienen de otra cosa salvo del poder de controlar el acceso, rentas de explotación que provienen pues de tener una posición privilegiada otorgada por el poder político. Siempre ha sido un pingüe negocio el control de esos "puentes" metafóricos
Y este ha sido y sigue siendo el business central y básico de la Iglesia Católica desde sus orígenes, o sea, desde que con Constantino se convirtió en la religión oficial/imperial de Roma. ¿Acaso a su líder no se le llama el "sumo" Pontífice? Desde ese momento, y a diferencia de las "iglesias" paganas, a las que sustituyó con una violencia homicida, la Iglesia Católica se erigió en la guardiana monopólica de todos los "puentes"/ritos de paso de todas las sociedades por las que se ha instaurado. Oficiar en exclusiva, en "régimen de monopolio", y cobrar por ello en los cuatro puentes o ritos de paso, en los bautizos, las "primerascomuniones", los matrimonios, y las funerales, ha sido así desde siempre una fuente regular y voluminosa de rentas económicas para la empresa "Iglesia Católica, S.L."
No es nada extraño, por ello, su enfrentamiento radical con otras iglesias de otras religiones en el paso o con los estados liberales/laicos en tiempos más cercanos, e incluso contemporáneos en algunos países, como es -desafortunadamente- el caso de España, pues esas iglesias rivales, o mejor, competitivas, y la intervención/regulación estatal de su monopolio limitaba obviamente sus capacidad de extracción de rentas. Es lo que tiene la competencia. Con certeza, puede decirse a este respecto que la aparición de los estados laicos supuso la más grave quiebra de su monopolio en el lucrativo negocio del control de esos "ritos" de paso, y de ahí la oposición radical que desde la Iglesia se da a cualquier laicismo estatal. Sólo acepta los políticos que beben ideológicamente en su mano, o sea a los que puede "capturar" para que le permitan seguir explotando como monopolista a los consumidores/ciudadanos, incluso a los no creyentes.
Recuérdese, a este respecto, el "mosqueo" de la Iglesia Católica cuando el Gobierno se "atrevió" al final de la primera ola de la presente pandemia a oficiar un homenaje fúnebre de Estado a los muertos, de nuevo cuño, laico, en la explanada central del Palacio Real de Madrid. Nunca se había hecho nada semejante desde el Estado. Una ceremonia que, además, fue un éxito tanto en sus aspectos formales como de contenido. La Iglesia Católica la vivió como una auténtica afrenta y como una intromisión en toda regla que ponía, además, en riesgo su monopolio incluso como "casera" para semejantes acontecimientos, pues recuérdese que-hasta ahora ese tipo de ceremonias se hacían en ese gigantesco pastiche que es la Catedral de la Almudena, donde la Iglesia no sólo imponía sus rituales y ceremonial, sino que, al hacerlo, reforzaba en las mentes de las gentes su papel de oficiante privilegiado del cuarto rito de paso, el de los funerales. Recuérdese, también, cómo unos días antes de ese homenaje laico a los muertos por el coronavirus, y pretendiendo sin conseguirlo "chafarlo", la propia iglesia había organizado su propio ceremonial al que -yendo los reyes y demás "besasotanas"- no acudió para gran indignación de la prensa eclesiástica el presidente del Gobierno.
Pero no se olvide que con ese control del acceso a los "puentes" o ritos de paso en la vida de las gentes, y al igual que cualquier otro rentista que controla el acceso a algún recurso, la Iglesia no "crea" o "produce" nada: simplemente se apropia (o busca) apropiarse monopolísticamente o con exclusividad, y monetizar consiguientemente, el "paso" por eos "puentes" o "ritos de paso", "puentes" preexistentes, que las comunidades/sociedades crean colectivamente desde sus orígenes.
¿Puede sorprenderle por ello a nadie la desaforada respuesta de la Iglesia Católica ante las leyes del aborto o del divorcio o de la eutanasia? Obviamente, parece estúpido recordarlo, ninguna de esas leyes obliga a nadie a abortar, a divorciarse o a suicidarse. Pero lo que sí hacen es quitarle a los oficiantes de la Iglesia Católica el control del acceso a la vida, al matrimonio y a la muerte. Y por ello la Iglesia Católica se enfrenta a esas leyes usando para ello no sólo de sus empledos sino también de sus clientes, adoctrinados/adictos. Tampoco puede extrañar la pelea de la Iglesia Católica por infiltrarse en el sistema educativo. La educación en materias como las ciencias, la historia o la literatura no la importa lo más mínimo, es el señuelo de lo importante realmente para ella: la "educación" religiosa, la "propaganda" religiosa. Y es que si, gracias a la propaganda de las clases de religión, los curas y monjas consiguen hacer creer a los jóvenes que son ellos, o sea los empleados de la empresa "Iglesia Católica, S.L." quienes únicamente pueden "oficiar" de modo válido en esos ritos de paso, que van del nacimiento a la sepultura, pues con ello se estarían garantizando así una clientela fiel, una demanda para el futuro.
Y si alguien no me cree no puedo menos que recomendarle dos libros de apasionante e ilustrativa lectura. Uno de ellos es el del medievalista Georges Duby, El caballero, la mujer y el cura, donde se describe cómo la iglesia católica se apropió de los ritos de matrimonio en el mundo medieval hasta entonces en manos de las comunidades populares, de lo que extrajo ingresos y poder sin cuento. El otro, es un libro excepcional, escrito por un católico admirable, José Jiménez Lozano (de quien comenté uno de sus poemas en este blog: https://www.rankia.com/blog/oikonomia/4583205-ensenanzas-poesia-caso-precio-jose-jimenez-lozano), se titula Los cementerios civiles y la heterodoxia española, y narra en detalle la tristísima y desvergonzada historia del control por parte de la Iglesia Católica en España de la gestión de la muerte. Para quienes todavía pudieran tener un cierto respeto o apreciación por la benevolencia de los eclesiásticos españoles la lectura de cómo la Iglesia Católica, la propietaria de los "camposantos" españoles en el siglo XIX (hoy todavía lo es de la mitad de los mismos), ejerció su "derecho de admisión" a una sepultura digna (no en los muladares que eran los "corralillos" o cementerios civiles) puede quizás ser iluminador y develador. Sencillamente sangrante
Y esto nos conduce al asunto del día, pues, desde una perspectiva económica, está más que claro. clarísimo qué es lo que quieren los eclesiásticos españoles con sus recomendaciones y normativas. Lo que quieren es ...dinero. Sencilla y exclusivamente. Quieren seguir con su "business" de extracción de rentas por oficiar/cobrar a sus clientes por cruzar los puentes de los ritos de paso, como llevan haciendo desde hace veinte siglos. Y para ello, y como ya se sabe que queda muy mal ir pidiendo dinero a sus files clientes en momentos tan sensibles como los que rodean a la muerte de un familiar, han acudido a un expediente indirecto inteligentísimo desde un punto de vista empresarial. Recomendar que las cenizas sean enterradas en un columbario en alguno de "sus" camposantos y no esparcidas a la buena de Dios en la madre naturaleza (que eso es cosa pagana, ¿no?...aunque gratis para la familia, por cierto) es garantizarse una buena demanda, como lo es así mismo acabar también con eso de los panegíricos y recuerdos sentimentales de amigos o familiares de los difuntos, que aunque les sean gratis, - dicen los obispos-, que no son tan "eficientes" para cruzar correctamente al "otro mundo" como las palabras que en esas ocasiones pronuncian sus "técnicos" certificados y acreditados en ritos funerarios de paso a la otra vida, pues a fin de cuentas, ellos trabajan en la inmobiliaria "Paraíso" desde siempre y para siempre.
Ni Google, ni Apple, ni Facebook se lo tienen tan bien montado. ¡Son unos "cracks"!