FERNANDO ESTEVE MORA
Una de las cosas que cada vez me parece que están más claras es que todos aquellos (economistas, políticos, periodistas y demás "opinadores") que se dedican estos días a proponer políticas para volver a "llenar" la España Vaciada, sin duda ni han nacido o vivido en ella y sólo van por ella unos días a una casa rural para "desestresarse" del estrés de vivir en sitios llenos, porque si no, no se explica tanta tontería...salvo en el caso de los economistas "académicos", a los que su particular "tontería" se explica por el fallido modelo básico de análisis que tienen en la cabeza tras largos años de aprendizaje, del que no pueden prescindir para no reconocer haber malgastado años de esfuerzo intelectual.
Pero, ¿de qué "tontería" estoy hablando? Pues de esa que proclama que el problema de la España Vaciada está en la ausencia de servicios privados y públicos básicos (conexión wifi de alta velocidad, transportes públicos, buenas carreteras, hospitales, colegios y demás), de modo que el camino o política adecuada para "rellenar" de nuevo la España Vaciada es invertir en esos sectores incentivando así a que la gente se vaya a vivir a ella. Y, por lo que leído, incluso se propone como "arma definitiva" un trato fiscal discriminatorio a su favor.
Vayamos por partes. Lo primero, para proponer una política efectiva a favor o contra algo, es entender las causas de ese "algo". Y las causas del vaciamiento de la España interior están meridianamente claras.
La primera, y más "lejana" (no sólo en el tiempo, sino en el discurrir lógico o argumental) es el fenomenal crecimiento de la productividad del trabajo en el sector primario (agricultura y ganadería) asociado a la mecanización de ese tipo de trabajo. Si a ello se suma la desaparición de buena parte de la industria minera y extractiva, fruto de la liberalización de los mercados, el resultado es el típico problema económico de la "absorción del crecimiento de la productividad" que los economistas postkeynesianos han acentuado desde siempre.
Sencillamente sucede que el crecimiento de la productividad conlleva que la demanda de empleo disminuya (o sea, que los puestos de trabajo desaparezcan) a menos que aumente la producción al menos al mismo ritmo, y dado que la demanda de bienes del sector primario no creció al mismo ritmo que la productividad en ese sector, el resultado estaba cantado: la gente empezó a sobrar económicamente hablando en el interior de España desde mediados de la década de los años 50 del siglo pasado.
Y, claro, la gente (mi familia por ejemplo), se empezó a ir yendo de los lugares de esa España a otros donde sí había empleos en los otros sectores: el secundario y el terciario. Un proceso de sobra conocido que llevo a hacer crecer los llamados "extrarradios" de las grandes ciudades. Y, aquí, surge la segunda y más próxima "causa" explicativa de la España Vaciada. Es la conocida como "causación circular acumulativa", que viene a decir que, la explicación de este fenómeno del vaciamiento del interior de la península está en sí misma. O sea, que es el vacío de la España Vaciada lo que causa su vacío. Y no, no es una "boutade" ni un juego de palabras. El concepto de "causación circular acumulativa" es conocido fuera de los "ambientes" de la Economía neoclásica académica, y utilizado por A.Young, G.Myrdal o N.Kaldor es una de las piezas básicas a la hora de explicar la dinámica de las economías reales, concepto que en estos tiempos ha recibido un fuerte espaldarazo a consecuencia de los desarrollos matemáticos en sistemas dinámicos no-lineales.
Veamos cómo se puede aplicar al asunto del vaciamiento de la España vaciada. Nadie que no haya vivido en un pueblo o en una pequeña ciudad de provincias conoce la real dificultad de vivir en ella. Una dificultad que no se debe fundamentalmente a las carencias de medios económicos o materiales, sino de relaciones sociales. Los seres humanos somos seres sociales de modo radical. Sin gente con la que se pueda tener un contacto directo, hasta la riqueza pierde su valor (¿de que'vale ser rico si a nadie suscitas envidia?. Incluso para que funcione el "mercado" más básico y fundamental, el "mercado del emparejamiento", ha de existir -por razones genéticas- cierta abundancia y variedad de oferentes y demandantes. Basta con imaginar la dificultad de que surja el deseo en una pequeña localidad donde las pocas decenas de jóvenes casaderos y casaderas se conocen prácticamente desde la cuna, que son "como hermanos".
Vivir en la España Vaciada, lo que se dice, vivir, en todas las dimensiones de la palabra, no es nada fácil por mucha conexión a internet de alta velocidad que se tenga, por muy buen aire que se respire o por muy bien que se coma. Y lo digo por experiencia. La doble y aparentemente contradictoria demanda de las gentes de relaciones sociales, por un lado, en las que uno pueda encontrar amigos y amores con quien quiera estar , pero también de relaciones sociales en donde uno -por contra- pueda ocultarse y practicar el anonimato deseado (recuérdese aquí el viejo dicho: "pueblo pequeño, infierno grande"), por otro, exige que haya gente, bastante o mucha gente para que pueda ser satisfecha. En las poblaciones pequeñas no hay la suficiente gente para que uno pueda elegir sus "almas gemelas" y ser libre positivamente (libre para hacer con los demás) ni la suficiente gente para pasar inadvertido y ser libre negativamente (libre del control de los demás). Y es por eso que el vaciamiento no hace sino generar más vaciamiento en un proceso circular acumulativo (véase una descripción concreta de este procesos en esta entrada: https://www.rankia.com/blog/oikonomia/4436535-ave-cuenca-metropolizacion-spexit). Cuando una familia abandona un pueblo o una ciudad pequeña, aumenta ese vacío que estimula a otras familias a que hagan lo mismo, lo que hace a su vez que otras emprendan el mismo camino. Dicho con otras palabras, el vacío de la España Vaciada no se debe a la insuficiencia de medios materiales (que, por cierto, ya no lo hay de modo apreciable) sino a su propio vacío.
Y, por ello, ninguna de las políticas propuestas para incentivar que la España Vaciada se llene puede tener la menor posibilidad de éxito. Por mucho que el Estado o las Comunidades Autónomas "descentralicen" sus servicios para "facilitar" la vida a los que se planteen vivir en el vacío, pueden contrarrestar la fuerza creciente del proceso acumulativo de despoblamiento.
Más bien, lo que deberían hacer sería lo contrario: no descentralizar recursos y dotaciones en un territorio, sino concentrar los servicios en alguna localidad buscando que ésta alcance el nivel de población que la convierta en un "atractor" o -al menos- en un "no-expulsador" poblacional. Es decir, la "masa" de población crítica que pueda resistir el atractivo de las localidades en la España "LLena". Ello pasaría por tirar a la papelera de la historia la vieja distribución territorial por provincias de 1833. Y es que las pequeñas capitales de las provincias que diseñara Javier de Burgos, que posiblemente fueron adecuadas para una economía retrasada del siglo XIX son, hoy, completamente ineficientes en la España Vaciada para contrarrestar la aceleración del proceso de despoblamiento acumulativo al que se asiste en tantas zonas de las Castillas, Extramadura, Aragón, Galicia y Andalucía. Son poblaciones demasiado pequeñas para resistir el poderoso atractivo de Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia y demás capitales costeras. El resultado es de sobra conocido: lLas que no llegan a esa "masa" crítica poblacional, que quizás se encuentre entre los 200.000 y los 250.000, ven su vida económica y social y cultural languidecer. Es una vida , la de esas capitales de provincia, una vida no autónoma, una vida asistida, "hospitalizada" por decirlo así.
Si la perspectiva que aquí se defiende es la adecuada, si el modelo que explica el fenómeno que se intenta contrarrestar es el correcto, en un mundo de fáciles comunicaciones sólo se puede contrarrestar olvidándose de buena parte de esas poblaciones, dejándolas por así decir "morir", y fomentar por contra la consolidación de lugares atractores de gente en la España Vacíada, lo cual, en un mundo de recursos limitados, pasa no por dispersar los recursos sino por todos los lados sino por, todo lo contrario, por concentrarlos en algunos centros urbanos seleccionados para ese fin. Carece de sentido, por ejemplo, que en Castilla-León haya 9 capitales de provincia diferentes ninguna de las cuales, por su escaso tamaño, puede resistir a la larga la atracción de Madrid, Barcelona, o Bilbao. ¿No sería mejor que esa autonomía alterase su organización territorial para constituir uno o dos núcleos con capacidad suficiente para resisitir? Y lo mismo podría decirse de Cstilla-La Mancha o de Extremadura, y eso sin cuestionar la propia existencia de las actuales demarcaciones autonómicas.
Una de las cosas que cada vez me parece que están más claras es que todos aquellos (economistas, políticos, periodistas y demás "opinadores") que se dedican estos días a proponer políticas para volver a "llenar" la España Vaciada, sin duda ni han nacido o vivido en ella y sólo van por ella unos días a una casa rural para "desestresarse" del estrés de vivir en sitios llenos, porque si no, no se explica tanta tontería...salvo en el caso de los economistas "académicos", a los que su particular "tontería" se explica por el fallido modelo básico de análisis que tienen en la cabeza tras largos años de aprendizaje, del que no pueden prescindir para no reconocer haber malgastado años de esfuerzo intelectual.
Pero, ¿de qué "tontería" estoy hablando? Pues de esa que proclama que el problema de la España Vaciada está en la ausencia de servicios privados y públicos básicos (conexión wifi de alta velocidad, transportes públicos, buenas carreteras, hospitales, colegios y demás), de modo que el camino o política adecuada para "rellenar" de nuevo la España Vaciada es invertir en esos sectores incentivando así a que la gente se vaya a vivir a ella. Y, por lo que leído, incluso se propone como "arma definitiva" un trato fiscal discriminatorio a su favor.
Vayamos por partes. Lo primero, para proponer una política efectiva a favor o contra algo, es entender las causas de ese "algo". Y las causas del vaciamiento de la España interior están meridianamente claras.
La primera, y más "lejana" (no sólo en el tiempo, sino en el discurrir lógico o argumental) es el fenomenal crecimiento de la productividad del trabajo en el sector primario (agricultura y ganadería) asociado a la mecanización de ese tipo de trabajo. Si a ello se suma la desaparición de buena parte de la industria minera y extractiva, fruto de la liberalización de los mercados, el resultado es el típico problema económico de la "absorción del crecimiento de la productividad" que los economistas postkeynesianos han acentuado desde siempre.
Sencillamente sucede que el crecimiento de la productividad conlleva que la demanda de empleo disminuya (o sea, que los puestos de trabajo desaparezcan) a menos que aumente la producción al menos al mismo ritmo, y dado que la demanda de bienes del sector primario no creció al mismo ritmo que la productividad en ese sector, el resultado estaba cantado: la gente empezó a sobrar económicamente hablando en el interior de España desde mediados de la década de los años 50 del siglo pasado.
Y, claro, la gente (mi familia por ejemplo), se empezó a ir yendo de los lugares de esa España a otros donde sí había empleos en los otros sectores: el secundario y el terciario. Un proceso de sobra conocido que llevo a hacer crecer los llamados "extrarradios" de las grandes ciudades. Y, aquí, surge la segunda y más próxima "causa" explicativa de la España Vaciada. Es la conocida como "causación circular acumulativa", que viene a decir que, la explicación de este fenómeno del vaciamiento del interior de la península está en sí misma. O sea, que es el vacío de la España Vaciada lo que causa su vacío. Y no, no es una "boutade" ni un juego de palabras. El concepto de "causación circular acumulativa" es conocido fuera de los "ambientes" de la Economía neoclásica académica, y utilizado por A.Young, G.Myrdal o N.Kaldor es una de las piezas básicas a la hora de explicar la dinámica de las economías reales, concepto que en estos tiempos ha recibido un fuerte espaldarazo a consecuencia de los desarrollos matemáticos en sistemas dinámicos no-lineales.
Veamos cómo se puede aplicar al asunto del vaciamiento de la España vaciada. Nadie que no haya vivido en un pueblo o en una pequeña ciudad de provincias conoce la real dificultad de vivir en ella. Una dificultad que no se debe fundamentalmente a las carencias de medios económicos o materiales, sino de relaciones sociales. Los seres humanos somos seres sociales de modo radical. Sin gente con la que se pueda tener un contacto directo, hasta la riqueza pierde su valor (¿de que'vale ser rico si a nadie suscitas envidia?. Incluso para que funcione el "mercado" más básico y fundamental, el "mercado del emparejamiento", ha de existir -por razones genéticas- cierta abundancia y variedad de oferentes y demandantes. Basta con imaginar la dificultad de que surja el deseo en una pequeña localidad donde las pocas decenas de jóvenes casaderos y casaderas se conocen prácticamente desde la cuna, que son "como hermanos".
Vivir en la España Vaciada, lo que se dice, vivir, en todas las dimensiones de la palabra, no es nada fácil por mucha conexión a internet de alta velocidad que se tenga, por muy buen aire que se respire o por muy bien que se coma. Y lo digo por experiencia. La doble y aparentemente contradictoria demanda de las gentes de relaciones sociales, por un lado, en las que uno pueda encontrar amigos y amores con quien quiera estar , pero también de relaciones sociales en donde uno -por contra- pueda ocultarse y practicar el anonimato deseado (recuérdese aquí el viejo dicho: "pueblo pequeño, infierno grande"), por otro, exige que haya gente, bastante o mucha gente para que pueda ser satisfecha. En las poblaciones pequeñas no hay la suficiente gente para que uno pueda elegir sus "almas gemelas" y ser libre positivamente (libre para hacer con los demás) ni la suficiente gente para pasar inadvertido y ser libre negativamente (libre del control de los demás). Y es por eso que el vaciamiento no hace sino generar más vaciamiento en un proceso circular acumulativo (véase una descripción concreta de este procesos en esta entrada: https://www.rankia.com/blog/oikonomia/4436535-ave-cuenca-metropolizacion-spexit). Cuando una familia abandona un pueblo o una ciudad pequeña, aumenta ese vacío que estimula a otras familias a que hagan lo mismo, lo que hace a su vez que otras emprendan el mismo camino. Dicho con otras palabras, el vacío de la España Vaciada no se debe a la insuficiencia de medios materiales (que, por cierto, ya no lo hay de modo apreciable) sino a su propio vacío.
Y, por ello, ninguna de las políticas propuestas para incentivar que la España Vaciada se llene puede tener la menor posibilidad de éxito. Por mucho que el Estado o las Comunidades Autónomas "descentralicen" sus servicios para "facilitar" la vida a los que se planteen vivir en el vacío, pueden contrarrestar la fuerza creciente del proceso acumulativo de despoblamiento.
Más bien, lo que deberían hacer sería lo contrario: no descentralizar recursos y dotaciones en un territorio, sino concentrar los servicios en alguna localidad buscando que ésta alcance el nivel de población que la convierta en un "atractor" o -al menos- en un "no-expulsador" poblacional. Es decir, la "masa" de población crítica que pueda resistir el atractivo de las localidades en la España "LLena". Ello pasaría por tirar a la papelera de la historia la vieja distribución territorial por provincias de 1833. Y es que las pequeñas capitales de las provincias que diseñara Javier de Burgos, que posiblemente fueron adecuadas para una economía retrasada del siglo XIX son, hoy, completamente ineficientes en la España Vaciada para contrarrestar la aceleración del proceso de despoblamiento acumulativo al que se asiste en tantas zonas de las Castillas, Extramadura, Aragón, Galicia y Andalucía. Son poblaciones demasiado pequeñas para resistir el poderoso atractivo de Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia y demás capitales costeras. El resultado es de sobra conocido: lLas que no llegan a esa "masa" crítica poblacional, que quizás se encuentre entre los 200.000 y los 250.000, ven su vida económica y social y cultural languidecer. Es una vida , la de esas capitales de provincia, una vida no autónoma, una vida asistida, "hospitalizada" por decirlo así.
Si la perspectiva que aquí se defiende es la adecuada, si el modelo que explica el fenómeno que se intenta contrarrestar es el correcto, en un mundo de fáciles comunicaciones sólo se puede contrarrestar olvidándose de buena parte de esas poblaciones, dejándolas por así decir "morir", y fomentar por contra la consolidación de lugares atractores de gente en la España Vacíada, lo cual, en un mundo de recursos limitados, pasa no por dispersar los recursos sino por todos los lados sino por, todo lo contrario, por concentrarlos en algunos centros urbanos seleccionados para ese fin. Carece de sentido, por ejemplo, que en Castilla-León haya 9 capitales de provincia diferentes ninguna de las cuales, por su escaso tamaño, puede resistir a la larga la atracción de Madrid, Barcelona, o Bilbao. ¿No sería mejor que esa autonomía alterase su organización territorial para constituir uno o dos núcleos con capacidad suficiente para resisitir? Y lo mismo podría decirse de Cstilla-La Mancha o de Extremadura, y eso sin cuestionar la propia existencia de las actuales demarcaciones autonómicas.