En la entrada anterior http://www.rankia.com/blog/oikonomia/533203-negativo-influjo-pensamiento-positivo-vida-empresarial se planteaba cómo esa auténtica peste cerebral (pues se difunde de una manera enteramente similar a como lo hace el famoso marketing viral) que es el llamado "pensamiento positivo" puede ser un factor que lleve a los dirigentes de las empresas a tomar aún peores decisiones en entornos arriesgados. El optimismo injustificado que los "psicologos" y "coachers" difunden semanalmente en la prensa y revistas en papel-couché (no hay semana que El País, por ejemplo, no meta de matute algún artículo en que algún supuesto sabihondo no difunda los hallazgos de esas supuesta "ciencia positiva de la felicidad") como actitud genérica ante los acontecimientos de la vida puede parecer muy deseable y aconsejable para llevar adelante la vida afectiva particular, pero si bien se mira no es ciertamente de ninguna ayuda a la hora de tomar decisiones racionales pues impide evaluar sensatamente las probabilidades asociadas a los distintos futuros escenarios posibles. Por lo que, al menos en el mundo empresarial, ir de optimista porque sí no debe ser nunca aconsejable. En la gestión de las empresas el "triste" realismo debería ser la norma.Pero, parece ser, hoy sucede lo contrario: que los optimistas están muy bien vistos en el mundo de los negocios, y los realistas, no tanto, o nada.
Dentro del grupo de los "positivos", los más peligrosos son sin duda alguna los secuaces de esa secta que tiene por libro de cabecera ese infumable texto: El Secreto, de una tal Rhonda Byrne, donde -lo cuento para quienes no lo conozcan- se pretende que dado que la mente controla directamente la materia, saltándose de paso no sólo todas las leyes de la física, sino el sentido común más elemental, el camino hacia el éxito pasa por desear algo con mucha intensidad. (El éxito editorial de semejante bazofia me hace dudar de la capacidad de la especie humana de superar sus problemas colectivos). Sé de algunos pequeños empresarios que usan las recetas de ese libro para dominar mágicamente sus mercados...con el éxito que se puede esperar. Pienso que se lo tienen merecido, que ser empresario -como señalé en la entrada anterior- es o debiera ser una tarea más seria (como reflejaba Max Weber en aquella gran obra, La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo), y lo primero es dejar de creer en los Reyes Magos o en cualquiera otra de sus epifanías, pues a fin de cuentas, en una economía de mercado son los empresarios quienes se encargan de la gestión del capital, el fruto del ahorro de las generaciones pasadas, por lo que cuanto antes desaparezcan los empresarios inútiles o imbéciles, propensos a la seducción de magos, astrólogos y demás pandilla, mejor para todos. Pero me da miedo que libros como éste de El Secreto o similares, así como el uso de adivinadores y "coachers" entre nuestras "élites" directivas, nos vayan metiendo a toda la sociedad, eso sí, muy sonrientemente en un camino que conduzca al precipicio económico.
Y esta preocupación mía por el tan positivo estado mental que esas élites empresariales consigan por poca efectividad que tengan los ingentes gastos en tiempo y dinero que parecen dedicar a asesores y "coachers" personales, literatura de negocios de aeropuerto, libros de autoayuda, psicólogos, motivadores, charlas y reuniones y seminarios, encuentros para buscar sus yoes yoes animales o predadores o tribales, o que sé yo qué gilipollez, se agudiza si me pongo a considerar el efecto coadyuvante de otros tratamientos menos espirituales , y más farmacológicos con los que se facilita y potencia el "estar arriba", el "sentirse bien con ganas de comerse el mundo", el "ver la vida positivamente, con optimismo". Y no me refiero aquí al sólo uso de la cocaína y otras drogas ilegales estimulantes que en novelas, reportajes y peliculas se nos ha contado que son frecuentadas por los miembros de esas élites en su busca de más motivación y energía para concluir las duras jornadas a las que les obligan esos mercados que nunca cierran. Y aunque estoy seguro de que no es una escasa minoría -difícil de cuantificar- de los operadores en esos mercados la se deja tentar por los efectos farmacológicos de tales drogas, creo que es mucho más relevante el efecto del uso de otras drogas legales más pedrestres, los antidepresivos de última generación como por ejemplo, el Prozac y sus descendientes, cuyo consumo generalizado está hoy a la orden del día.
Como era de esperar, la pista sobre este problema no me la ha proporcionado ningún economista académico. La verdad sea dicha es que ellos de estas cosas ni se enteran enganchados como están a sus ordenadores, sus datos y sus modelos día tras día. La pista me la dio la lectura del brevísimo artículo que un médico y psicólogo evolutivo, Randolph Nesse, escribíó el 28 de febrero de 2000 bajo el título : "Is The Market On Prozac?"( http://www.edge.org/documents/archive/edge64.html) como una hipótesis explicativa que él apuntaba, adicional a las que venía leyendo acerca de la cada vez mayor amplitud y frecuencia de las burbujas en los mercados financieros, y concretamente en mitad de lo que hoy sabemos que era la burbuja de las punto.com.
Nesse parte de un hecho empírico evidente: que siempre que se está en una fase expansiva de una burbuja se dice que esta vez la situación es diferente. Y así sucedía en el momento en que escribía. Recordemos las increíbles cotizaciones que llegaron a alcanzar empresas que no eran nada sino un portal en Internet, recordemos las promesas de un crecimiento ilimitado de los índices bursátiles. Era como otras veces, pero sí, en opinión de Nesse, algo había diferente. Dice Nesse: "Algunos atribuyen la diferencia a la nueva tecnologías de la información. Otros a los cambios del crédito en los mercados exteriores, o a la falta de experiencia de la generación del 'baby-boom' de una depresión económica real. Pero lo que nunca se ve es una exposición seria de la posibilidad de que este mercado sea diferente porque los cerebros de los inversores sean diferentes. Y hay buenas razones para sospechar que sí lo son".
Y continua Nesse, "las prescripciones de medicamentos psicoactivos han pasado de 131 millones en 1988 a 233 en 1998, de los que 10 millones de prescripciones correspondieron el año pasado sólo al Prozac. El mercado de antidepresivos en los EE.UU. e alcanza hoy un volumen de 6.300 millones de dólares. Muchísima más gente usa de hierbas y otros medios para influenciar su ánimo. Y aunque no puedo hallar datos fiables acerca de cuánta gente toma en EE.UU. antidepresivos un cálculo a partir de las ventas apunta a que deben estar en torno a los 20 millones".
Ahora bien, "¿Qué porcentaje de brokers, dealers e inversores toman regularmente antidepresivos?- se pregunta Nesse, por que está claro que los estresados suburbanitas son quienes más los usan, por lo que Nesse afirma que nada le sorprendería que un 25% de quienes están en el mundo de las finanzas a cargo de las grandes decisones sea consumidor habitual de drogas que alteran la mente. Y, ¿qué efectos tienen esas drogas sobre el comportamiento inversor? What effects do these drugs have on investment behavior? No lo sabemos, con certeza", dice Nesse. "Un estudio de 1998 de Brian Knutson y otros encontró que el antidepresivo especifico serotonina paroxetina (Paxil) no causaba euforia en gente normal, pero bloqueaba los afectos negativos como el miedo y la tristeza. De mi experiencia con muchos pacientes que toman tales fármacos, sé que algunos experimentan sólo un humor mejorado, a menudo un cambio casi milagroso y que les salva la vida. Otros, sin embargo, reportan que se convierten en menos cautos de lo que lo eran previamente, preocupándose poco acerca de los peligros reales. Este es exactamente el estado mental (mind-set) de muchos inversores en la actualidad"..
Y, entonces, ¿qué?. Pues que está claro que "la naturaleza humana ha dado siempre lugar a booms y burbujas seguidas de cracks y depresiones. pero que si las precauciones de los inversores se encuentran inhibidas por drogas psicotrópicas, las burbujas pueden hacerse más grandes de lo usual antes de que estallen, con consecuencias catastróficas tanto económicas como políticas. Si la química está inhibiendo las normales precauciones de un porcentaje substancial de inversores, necesitamos saberlo"Y concluye Nesse: "Los efectos sociales de la medicación con psicotrópicos es la historia no contada de nuestro tiempo. Pueden ser pequeños o grandes, con la potencialidad de la catástrofe social o de la transformación positiva. No me decanto por una u otra alternativa como la acertada pues no lo sé, pero lo que sí se es que el asunto es importante, no ha sido estudiado y requiere de cuidadoso investigación".
Obviamente, al menos que yo sepa, tal investigación no se ha hecho. Pero lo que sí sabemos, pues han pasado diez años desde que Nesse escribió su propuesta, es que el optimismo de los agentes sorteó sin problemas la crisis de la burbuja de las punto.com y se lanzó, más que alegre, alocadamente a las hipotecas subprime y otras aventuradas especulaciones.
Supongamos que Nesse tuviera razón. Supongamos que detrás de esta temeridad más que alegría de quienes que operan en los mercados financieros estuviera el optimismo generado por el lavado de cerebro que producen inevitablemente las sesiones de "pensamiento positivo" y por el uso de fármacos estimulantes. ¿Qué deberíamos hacer entonces?
Veamos. Me acabo de renovar el carné de conducir y el Estado me ha exigido para autorizarme a llevar un vehículo por la vía pública el satisfacer ciertos tests. Fáciles, normalmente, para los particulares, aunque creo que no tanto para quienes se encargan del transporte colectivo. Todos, creo, entenderíamos que no se les dejase pilotar aviones o llevar trenes y autobuses a fundamentalistas islámicos, simplemente por precaución ¿no?. Y,¿entonces? Pues, ¿no es acaso igual de serio el trabajo de esos conductores de los fondos de inversión, de esos operadores en los mercados bursátiles? Pues si se acepta que no todo el mundo puede pilotar aviones, que los `pilotos han de satisfacer unos criterios bastante estrictos, ¿no deberían prohibirse en las empresas los cursos de motivación y "pensamiento positivo" para ejecutivos y dirigentes que manipulan sus mentes y las hacen más propensas a la asunción injustificada de riesgos? ¿no debiera ser controlado el estado mental de los que trabajan en el mundo de las finanzas? ¿no debieran también pasar con cierta frecuencia por examenes de orina para detectar el uso de sustancias psicotrópicas? Creo que sí. Sencillamente, no podemos permitirnos, la sociedad no puede permitirse, que quienes trabajan en un sector tan delicado y fundamental para la marcha de las economías se sientan muy, demasiado, "arriba" . Es, como lo estamos padeciendo, demasiado peligroso.