FERNANDO ESTEVE MORA
Uno de los mayores logros del análisis económico de las guerras y conflictos violentos consiste en haber hallado, o mejor dicho, desentrañado entre la enorme variedad de las causas de las guerras que realmente se han producido en la historia de las generaciones humanas, las muy pocas, concretas y determinadas razones lógicas que lógicamente deberían llevar a unos seres racionales a elegir la violencia como medio más racional para solventar sus discrepancias.
Sí, ya se que suena raro pero no lo es. Hay situaciones en las que es enteramente lógico , racional, que alguien busque la pelea, el ataque físico, aún a sabiendas de que no hay guerra en que todos quienes en ella participan no pierdan; pues incluso quienes las ganan sufren pérdidas de difícil o imposible compensación (¿quién devuelve la vida a quienes mueren, sean o no del bando ganador?)
Pues bien, una de esas situaciones en las que es lógico y racional (que no justo) que un actor se meta en una guerra es la que se conoce como la existencia de un "political bias", es decir, la existencia de un sesgo político que hace que un gobierno se meta en una guerra porque políticamente le interesa y es el mejor medio para mantenerse en el poder.
Las situaciones de sesgo político son frecuentísimas en regímenes no democráticos en los que una casta/grupo étnico/ elite controla el aparato político de una sociedad lo que le permite obtener o apropiarse de una cuota desproporcionada de los recursos (de la riqueza) de esas sociedades, pero que por las razones que sea se encuentra en una situación de relativa debilidad en la que ese control se ve crecientemente amenazado por la aparición de movimientos o rebeliones entre "los de abajo", los excluidos, que buscan revertir su situación.
Ante esa inestabilidad política y social que amenaza su continuidad como detentadores del poder, los dirigentes o líderes (el gobierno) de la casta dirigente pueden optar por una de las dos vías siguientes: o bien entrar en un proceso de creciente represión de los movimientos rebeldes, en una dinámica que puede llevar al desencadenamiento de una revolución, o bien buscarse un enemigo exterior que diluyendo las disensiones internas, aglutine de nuevo a "los de abajo" en torno a sus dirigentes, Buscarse un enemigo exterior, ir a la guerra contra él, puede ser en muchas situaciones una opción mucho más barata para la casta dirigente para recuperar su poder, no por represión sino por consenso, y por ende, más racional para la clase dirigente que ir por la vía del enfrentamiento interior. Es, sin embargo, una opción arriesgada, o sea, de éxito no garantizado, pues si la guerra le sale mal, si la pierde, esa elite que la ha lanzado tendrá en la mayoría de los casos los días contados como detentadora del poder.
Si bien la presencia de este "sesgo político" como causa racional de las guerras es claro y manifiesto en las sociedades no-democráticas (el último ejemplo paradigmático fue cuando la dictadura argentina, asediada en el frente interno, lanzó a Argentina a una guerra absurda contra la Gran Bretaña en 1982), también opera en cierta medida en las sociedades democráticas.
Tengo para mí que la batucada militar a la que las las élites occidentales se están apuntando aporreando sus tambores de guerra contra Rusia a propósito de la guerra de Ucrania se puede explicar por la existencia de un sesgo político en todos los países occidentales Hay algo que comparten Biden, Macron, Sunak, Schultz, Sánchez y demás dirigentes y representantes de las elites en cada uno de los países que dirigen, y es su extremada debilidad política. En todos ellos, la extrema derecha les amenaza con echarles de sus posiciones de poder. Y en esa situación, a lo que parece, sus asesores se han planteado como mejor opción el que se disfracen de Winston Churchill vendiendo además "la moto" en los medios de comunicación que controlan de que Putin es como Hitler y que Rusia es como la Alemania nazi. La idea pues es que la rusofobia así generada aglutinará de nuevo a sus pueblos en torno suyo por miedo a esa supuesta nueva invasión de los bárbaros de Siberia que amenaza con llevarse por delante el nuevo "imperio de occidente" que ellos organizan.
Pero, me temo por ellos, que en ninguno de los países occidentales se dan las condiciones necesarias para que les "funcione" a las elites dominantes la lógica del sesgo político. No veo a las orondas y satisfechas sociedades occidentales muy dispuestas a mandar a sus jóvenes a morir a Ucrania para defender a Zelensky y sus coleguitas, por mucho que estén de acuerdo en que Rusia ha invadido ilegalmente Ucrania, y que los rusos son "la piel del diablo". Todo lo contrario, veo crecientemente extenderse la muy económica posición que Trump ya explicitó: que no veía la lógica económica de dar costosos recursos del pueblo norteamericano a fondo perdido, o sea, dar dinero y armas a nadie en guerras perdida de antemano.
Dicho de otra manera, invertir en la guerra de Ucrania con soldados y armas no parece hoy una inversión nada rentable dado que ya a nadie le queda duda de que Rusia no va a perder nunca esta guerra. Si la mayoría de los propios ucranianos tratan de escaquearse y no ir al frente como se está viendo con las dificultades con la nueva ley de movilización recién promulgada en Ucrania, no veo que la proposición de volver a las milis obligatorias por no decir mandar soldados a esa guerra seduzca lo más mínimo a nadie ni en Europa ni en Estados Unidos. Es decir, que pese a la los intentos de las elites por convertir a Rusia en un enemigo exterior capaz de generar la unidad interior contra él no está funcionando en estos tiempos en los que el descrédito de las elites y de sus medios de comunicación es creciente. Todo lo contrario, y curiosamente, el apoyo a Zelensky está dando creciente fuerza a las posiciones electorales de Marine Le Pen o de Meloni, y en general de las extremas derechas nacionalistas en las inminentes elecciones europeas que, como Trump, no ven nada claro la implicación en el matadero que es hoy Ucrania
En consecuencia, creo que los asesores en la Moncloa son muy muy estúpidos al haber convencido a Pedro Sánchez de conceder a fondo perdido esos 1100 millones de euros a Zelensky era una buena inversión política para él, imaginando que los electores españoles no conocen el coste de oportunidad que tiene gastar ese dinero en armas para Ucrania que van a correr el mismo destino que las que ya se le dieron: acabar oxidándose en un basureo como ya lo están haciendo los famosos Leopard que tanto costó ponerlos "en forma" hace año y medio. Y es que, al igual que Franco no logró convencer a la sociedad española de que el enemigo común era la Gran Bretaña por lo que bastaba con airear de vez en cuando el problema de Gibraltar para que el pueblo siguiese aglutinándose en torno suyo, me temo que ahora Pedro Sánchez también se ha equivocado. Dudo que esa actuación tan generosa con el dinero que no es suyo le vaya a rendir réditos políticos y electorales pues no creo que ese altruismo le reporte un voto más, por ejemplo, entre los usuarios de las cercanías y rodalies de Madrid y Barcerlona a los que ya les gustaría que el estado se gastara ese dinero en mejorarles sus condiciones de vida diarias Y, por contra le puede quitar apoyos. Yo, al menos, si fuera joven, se que no votaría jamás a nadie que, por quedar bien en Bruselas y en Washington, amenazara con meterme en una guerra que no es mía, que es la suya, por mucho que quiera convencerme de lo contrario.
Uno de los mayores logros del análisis económico de las guerras y conflictos violentos consiste en haber hallado, o mejor dicho, desentrañado entre la enorme variedad de las causas de las guerras que realmente se han producido en la historia de las generaciones humanas, las muy pocas, concretas y determinadas razones lógicas que lógicamente deberían llevar a unos seres racionales a elegir la violencia como medio más racional para solventar sus discrepancias.
Sí, ya se que suena raro pero no lo es. Hay situaciones en las que es enteramente lógico , racional, que alguien busque la pelea, el ataque físico, aún a sabiendas de que no hay guerra en que todos quienes en ella participan no pierdan; pues incluso quienes las ganan sufren pérdidas de difícil o imposible compensación (¿quién devuelve la vida a quienes mueren, sean o no del bando ganador?)
Pues bien, una de esas situaciones en las que es lógico y racional (que no justo) que un actor se meta en una guerra es la que se conoce como la existencia de un "political bias", es decir, la existencia de un sesgo político que hace que un gobierno se meta en una guerra porque políticamente le interesa y es el mejor medio para mantenerse en el poder.
Las situaciones de sesgo político son frecuentísimas en regímenes no democráticos en los que una casta/grupo étnico/ elite controla el aparato político de una sociedad lo que le permite obtener o apropiarse de una cuota desproporcionada de los recursos (de la riqueza) de esas sociedades, pero que por las razones que sea se encuentra en una situación de relativa debilidad en la que ese control se ve crecientemente amenazado por la aparición de movimientos o rebeliones entre "los de abajo", los excluidos, que buscan revertir su situación.
Ante esa inestabilidad política y social que amenaza su continuidad como detentadores del poder, los dirigentes o líderes (el gobierno) de la casta dirigente pueden optar por una de las dos vías siguientes: o bien entrar en un proceso de creciente represión de los movimientos rebeldes, en una dinámica que puede llevar al desencadenamiento de una revolución, o bien buscarse un enemigo exterior que diluyendo las disensiones internas, aglutine de nuevo a "los de abajo" en torno a sus dirigentes, Buscarse un enemigo exterior, ir a la guerra contra él, puede ser en muchas situaciones una opción mucho más barata para la casta dirigente para recuperar su poder, no por represión sino por consenso, y por ende, más racional para la clase dirigente que ir por la vía del enfrentamiento interior. Es, sin embargo, una opción arriesgada, o sea, de éxito no garantizado, pues si la guerra le sale mal, si la pierde, esa elite que la ha lanzado tendrá en la mayoría de los casos los días contados como detentadora del poder.
Si bien la presencia de este "sesgo político" como causa racional de las guerras es claro y manifiesto en las sociedades no-democráticas (el último ejemplo paradigmático fue cuando la dictadura argentina, asediada en el frente interno, lanzó a Argentina a una guerra absurda contra la Gran Bretaña en 1982), también opera en cierta medida en las sociedades democráticas.
Tengo para mí que la batucada militar a la que las las élites occidentales se están apuntando aporreando sus tambores de guerra contra Rusia a propósito de la guerra de Ucrania se puede explicar por la existencia de un sesgo político en todos los países occidentales Hay algo que comparten Biden, Macron, Sunak, Schultz, Sánchez y demás dirigentes y representantes de las elites en cada uno de los países que dirigen, y es su extremada debilidad política. En todos ellos, la extrema derecha les amenaza con echarles de sus posiciones de poder. Y en esa situación, a lo que parece, sus asesores se han planteado como mejor opción el que se disfracen de Winston Churchill vendiendo además "la moto" en los medios de comunicación que controlan de que Putin es como Hitler y que Rusia es como la Alemania nazi. La idea pues es que la rusofobia así generada aglutinará de nuevo a sus pueblos en torno suyo por miedo a esa supuesta nueva invasión de los bárbaros de Siberia que amenaza con llevarse por delante el nuevo "imperio de occidente" que ellos organizan.
Pero, me temo por ellos, que en ninguno de los países occidentales se dan las condiciones necesarias para que les "funcione" a las elites dominantes la lógica del sesgo político. No veo a las orondas y satisfechas sociedades occidentales muy dispuestas a mandar a sus jóvenes a morir a Ucrania para defender a Zelensky y sus coleguitas, por mucho que estén de acuerdo en que Rusia ha invadido ilegalmente Ucrania, y que los rusos son "la piel del diablo". Todo lo contrario, veo crecientemente extenderse la muy económica posición que Trump ya explicitó: que no veía la lógica económica de dar costosos recursos del pueblo norteamericano a fondo perdido, o sea, dar dinero y armas a nadie en guerras perdida de antemano.
Dicho de otra manera, invertir en la guerra de Ucrania con soldados y armas no parece hoy una inversión nada rentable dado que ya a nadie le queda duda de que Rusia no va a perder nunca esta guerra. Si la mayoría de los propios ucranianos tratan de escaquearse y no ir al frente como se está viendo con las dificultades con la nueva ley de movilización recién promulgada en Ucrania, no veo que la proposición de volver a las milis obligatorias por no decir mandar soldados a esa guerra seduzca lo más mínimo a nadie ni en Europa ni en Estados Unidos. Es decir, que pese a la los intentos de las elites por convertir a Rusia en un enemigo exterior capaz de generar la unidad interior contra él no está funcionando en estos tiempos en los que el descrédito de las elites y de sus medios de comunicación es creciente. Todo lo contrario, y curiosamente, el apoyo a Zelensky está dando creciente fuerza a las posiciones electorales de Marine Le Pen o de Meloni, y en general de las extremas derechas nacionalistas en las inminentes elecciones europeas que, como Trump, no ven nada claro la implicación en el matadero que es hoy Ucrania
En consecuencia, creo que los asesores en la Moncloa son muy muy estúpidos al haber convencido a Pedro Sánchez de conceder a fondo perdido esos 1100 millones de euros a Zelensky era una buena inversión política para él, imaginando que los electores españoles no conocen el coste de oportunidad que tiene gastar ese dinero en armas para Ucrania que van a correr el mismo destino que las que ya se le dieron: acabar oxidándose en un basureo como ya lo están haciendo los famosos Leopard que tanto costó ponerlos "en forma" hace año y medio. Y es que, al igual que Franco no logró convencer a la sociedad española de que el enemigo común era la Gran Bretaña por lo que bastaba con airear de vez en cuando el problema de Gibraltar para que el pueblo siguiese aglutinándose en torno suyo, me temo que ahora Pedro Sánchez también se ha equivocado. Dudo que esa actuación tan generosa con el dinero que no es suyo le vaya a rendir réditos políticos y electorales pues no creo que ese altruismo le reporte un voto más, por ejemplo, entre los usuarios de las cercanías y rodalies de Madrid y Barcerlona a los que ya les gustaría que el estado se gastara ese dinero en mejorarles sus condiciones de vida diarias Y, por contra le puede quitar apoyos. Yo, al menos, si fuera joven, se que no votaría jamás a nadie que, por quedar bien en Bruselas y en Washington, amenazara con meterme en una guerra que no es mía, que es la suya, por mucho que quiera convencerme de lo contrario.